Como una vuelta a sus raíces, el cineasta español y afincado en Estados Unidos Paco Cabezas regresa a su tierra natal con Adiós, un thriller emocional ambientado en Sevilla y protagonizado por Mario Casas y Natalia de Molina.
“Esta película toca cada fibra de lo que soy, de donde nací y de la necesidad de volver a la emoción primera que me llevó a hacer cine”, asegura Cabezas, que después de ocho años dirigiendo películas en Hollywood y capítulos de series estadounidenses, vuelve a rodar en su idioma, en español. “En sevillano”, matiza él sobre el sello natal que ha otorgado al proyecto, cuya historia se desarrolla en el barrio de las Tres Mil Viviendas de Sevilla y es una espiral de narcotráfico, venganza familiar y luchas de clanes.
Adiós es también el reencuentro de Cabezas con Mario Casas, con quien ya trabajó años atrás en Carne de neón (2010). En esta ocasión, Casas interpreta a Juan, un preso de tercer grado que disfruta de su libertad junto a su hija y su mujer -Natalia de Molina-. Cuando su hija muere accidentalmente, Juan duda de la Policía y decide tomarse la justicia por su mano, aunque eso le enfrente a la Eli -Ruth Díaz-, que investiga una trama de narcotráfico y corrupción.
“Adiós entronca con temas universales como el deber con la familia, el dolor de la pérdida, la honradez y corrupción...”, apunta Cabezas, que en los últimos años ha trabajado en series como Penny Dreadful o The alienist, además de en películas como Tokarev, donde dirigió a Nicholas Cage. Eso sí, ha llegado un punto en el que no quiere “más películas de extraterrestres, sino más películas con seres humanos”. Por ello apunta que su último largometraje, con guion del también sevillano José Rodríguez, “es una película que puede calar hondo y volar alto” y, más allá de sumergir al espectador en un thriller emocional, detonar una reflexión.
Porque si bien el filme muestra la cara cruda de barrios como el de las Tres Mil Viviendas, donde el narcotráfico y la delincuencia azotan el día a día, Cabezas ha buscado también reivindicar el lado más humano de sus vecinos. El equipo rodó en el barrio sevillano, una zona donde ni siquiera los servicios de limpieza se atreven a entrar, en busca de la veracidad y respeto que “cuando lo das, te lo devuelven”. Y se ganaron la confianza de los patriarcas y los habitantes de esas zonas casi olvidadas que el propio Cabezas conoce bien, ya que se crió en Rochelambert, al lado de Los Pajaritos y muy cerca de las Tres Mil Viviendas.
“Es la historia de Eli, una policía rodeada de corrupción que lucha por hacer lo correcto. Y de Juan, un hombre bueno que se ve forzado a delinquir”, resume el cineasta, para citar como referencias -desde el respeto y salvando las distancias- a proyectos como Mystic River, Gone Baby Gone o El Padrino. Siempre, eso sí, con el amor de unos padres a sus hijos como hilo conductor y fuerza motor y mayor frente a cualquier situación, un sentimiento que suele estar presente en la mayor parte de sus películas. “Lo que nos lleva a hacer las mayores locuras es un hijo”, concluye.