BADABIN, badaboom. Silencio. Expectación. Pero ¿qué pasa? Absolutamente nada. Por muy veterano y talentoso que sea, este mago todavía no ha ideado ningún hechizo para resucitar a Marijaia. A pesar de que hace posible el arte de lo imposible, no puede devolverla a la vida. Y eso que Valentin Moro, conocido profesionalmente como Mago Valen, lo mismo hace un juego de naipes alrededor de un vino en el Carlton en Aste Nagusia, que customiza sus juegos de barajas para empresas, o pone en pie vistosos trucos para niños porque la magia -según él mismo define- es “para niños entre 7 y 97 años”.
El artista y showman resume gráficamente los intríngulis de la magia potagia. “Un juego de magia no deja de ser una obra de teatro con trama, nudo y desenlace. Y luego tiene dos elementos complementarios, uno que es común a todas las artes, la emoción. Y otro, el factor sorpresa”. Sin embargo, echa por tierra que se necesite un gran talento o unas habilidades especiales de prestidigitador. “En magia hay mitos que no son reales. Uno de ellos es que solamente es para niños. Otro es el me quieres engañar y el tercero, que se necesita una superhabilidad. Pues no”. “El gran secreto de la magia actual se llama psicología porque la magia es comunicación. Hay que saber comunicar y utilizar bien los ritmos. Yo he hecho magia hasta por radio. Y tampoco se requiere una habilidad especial. Había un mago en Bilbao, Ignacio Grasa, que decía que para manitas hay truquitos y para manazas hay trucazos”.
Es experto en contar historias y vestirlas de ilusión. Y defiende que casi cualquiera puede desempeñar su oficio, aunque aclara que todo depende de qué se quiera hacer. “La gente puede aprender a hacer unos números de magia para sus amigos, pero lógicamente no a hacer un número de manipulación ni presentarse a un concurso mundial. Pero para lo que pretende el 90% del personal, hacer magia a sus amigos y pasar un rato entretenido, no hay que ser un artista”. Y lo compara con la canción. “Yo no tengo oído ni para tocar el timbre pero me atrevo con Desde Santurce a Bilbao en una comida de amigos. Desde luego, no a cantar ópera. De hecho, yo soy muy torpe con las manos pero he adquirido cierta destreza para esto, aunque para hacer bricolaje sea un desastre”. ¡Quién lo diría!
Pone además un ejemplo definitivo. “Orson Welles hacía magia y como mago era malísimo, pero un hombre que era capaz de convencernos a través de las ondas que habían llegado los extraterrestres podía crear una atmósfera para hacerte entrar en un juego de magia supercojonudo”, precisa.
La magia tiene trampa y también cartón. “Evidentemente que hacemos trampas. Somos los únicos artistas que tenemos un contrato no escrito con el espectador que dice voy a usar unas técnicas que tú no conoces para que lo irreal te parezca real. Pero esto no es un reto, esto no es para sentirse engañado. Es para que la gente disfrute y se lo pase bien”, insiste.
Director de la fábrica Escuela de Magos de Bilbao, Moro, considera que para ponerse el traje de simulador son imprescindibles la escenografía y un lenguaje propio. Valen tenía este proyecto in mente y, después de 30 años en el sector de la banca, lo hizo realidad en 2012. “El 80% de nuestros alumnos son adultos. Y hemos tenido profesionales muy destacados. Desde el director de un gran centro comercial, al presidente del consejo de administración de una de las empresas que más ha facturado en Bizkaia en los últimos años, hasta profesionales liberales”, subraya. A su juicio, lo importante es llegar al público con cosas aparentemente sencillas. “Tenía una frase el ilusionista René Lavand que decía; simple que no simpleza. El día que la gente deje de complicarse la vida, ¡nos jode el negocio!”, resume. Y se queda tan ancho.