EN el municipio más pequeño del valle de Aiala, Okondo, Emilio Irazola cultiva una curiosa afición, la cría del conejo gigante. Una raza espectacular que llama poderosamente la atención por su peso y tamaño. “El más grande de todos es el gigante de Flandes pero también crío los gigante mariposa y los gigante belier”, detalla Irazola, que disfruta como un niño con este hobby y reúne más de doce razas de conejos diferentes, incluido el Euskal Untxia, que intenta recuperar. En medio de este peculiar paraíso cunícula, sorprenden unos conejos que doblan en tamaño a los convencionales y que, en su plenitud, alrededor de los once meses de vida, pueden alcanzar los diez kilos. Son tan llamativos que se exponen y participan en concursos de belleza. “El último fue en Gallarta con jueces llegados de Alemania e Inglaterra”, explica Irazola, uno de los dos criadores de esta raza en Euskadi.
“Yo vi los primeros ejemplares en una feria en Francia. Luego, me regalaron una hembra y como quería conseguir un macho de su tamaño contacté con el criador que hay de Gipuzkoa”, relata Emilio desgranando sus comienzos. “Luego fuimos perfeccionando la raza y nos movemos por ferias que hay en Francia o en Alemania donde puedes encontrar los mejores ejemplares. De hecho, hace dos años fuimos a un certamen a Leipzig, al norte de Alemania, y trajimos unos ejemplares fabulosos”.
Irazola, un durangarra afincado en Okondo desde hace una década, asegura que en estos momentos tiene pocos conejos. “Ahora tengo solo una camada de gigantes -en cada una nacen de seis a ocho- porque este año no han criado muy bien. Son una especie muy delicada, que se pone enferma con facilidad y hay que tener mucho cuidado. Hay que mantenerlos más limpios, vacunarlos y además, el calor también les afecta más. Como todo animal de raza, cuanta más raza, más delicado”, señala Irazola sobre unos conejos que se caracterizan por ser unos animales muy dóciles y tranquilos.
Y es que los conejos más grandes del mundo precisan de unos cuidados muy particulares. “Si pilla un susto grande, le pueda dar un infarto y se puede morir. Con este calor también sufren más. A la propia madre, si le toca parir con temperaturas altas, se le puede quedar un gazapo cruzado y puede fallecer en el parto”.
Dado su peso es necesario vigilar su alimentación. “Yo me suelo fijar en la proteína bruta del pienso, les doy uno que tiene entre 12 y 14% porque si no, cuando les quitas a los gazapos de la madre, el pienso puede no sentarles bien y atascarles el intestino”, señala este amante de los animales y veterinario forzoso. Porque Irazola tiene su trabajo y para él esto es solo un hobby “que prácticamente solo me da gastos”. “Mira, el otro día vino el camión de paja, tuve que meter unos cien fardos de paja, más el pienso, la hierba seca, y las manzanas, las zanahorias y algo de lechuga y pan seco que les suelo comprar. Un dineral”, especifica. Por eso, en muchas ocasiones vende sus ejemplares. “Algunos los quieren como mascota. Les ponen una caseta pequeña en el jardín y allí están. Pero otra gente también se los lleva para criar o para carne”, añade.
Pero frente a estos ejemplares exóticos, Irazola también intenta conseguir recuperar el Euskal Untxia. “Lo estamos intentando. Estamos haciendo pruebas de I+D (bromea) porque nos da pena que se pierda el conejo autóctono, el pardo de toda la vida del baserri. Hemos hecho un cuidadoso trabajo de selección porque al quedar tan pocos ejemplares, debemos ser muy meticulosos en la elección de los gazapos para evitar problemas de consanguinidad”, sostiene.