Ala tierna edad de 13 años, cuando la vida no debiera ser otra cosa que pura diversión, José Luis Ruiz Solaguren ya trabajaba de limpiabotas en el café La Granja de Bilbao para arrimar el hombro en la economía familiar. Cuentan quienes le conocieron que de su madre, Dominga Solaguren, cocinera, heredó el amor y la destreza con los fuegos y de su padre, Félix Ruiz, taxista, el espíritu de servicio al cliente. José Luis, pronunciado así, a secas, nació en Zornotza en 1928 y se fraguó en la hostelería de Bilbao hasta convertirse en conquistador de paladares de medio mundo, incluidos los 43 jefes de Estado que pasaron por sus diversas casas, atraídos por sus mañas y habilidades casi sobrenaturales.

Cuenta su biografía que en 1945 adquirió sus primeros conocimientos hosteleros en el Bar Neguri de Bilbao, allá bajo el hotel Arana y frente al Teatro Arriaga, del que salió como encargado para hacerse cargo del legendario Café Suizo, en la capital donde se hizo nombre grande.

Así iba tejiéndose su fama hasta que llegó aquel 22 de diciembre de 1954, cuando un susedido cambió su vida. José Luis era, por aquel entonces, amigo de los buenos de Josetxu Zuazagoitia, aquel legendario Josetxu, el del Kirol, quien le llamó a media mañana con una noticia que le iba a cambiar la vida. “José Luis, ¡me ha tocado la lotería!”, le dijo. La premié tenía consecuencias. “José Luis, tengo cerrado un compromiso en el Bar-restaurante Garby de Madrid pero yo... ¡me quedo aquí, en el Botxo!” Ahí, en ese relevo, comenzó su trepidante carrera.

Dos años después, inició su propia andadura en la hostelería. Era 1957 cuando José Luis decidió instalarse por su cuenta. Encontró un pequeño local en la calle Serrano 89 y abrió su primera cervecería. Allí preparaba sugerentes pinchos, al estilo de Bilbao, siendo los más codiciados el de tortilla y el de merluza frita, inolvidable para quienes la probaron. Tres años más tarde, en 1960, abrió su primer restaurante, allá en las costas del Santiago Bernabéu y su fama se agigantó. Fueron encadenándose los éxitos: un restaurante en Montreal (Canadá) y una cadena de servicios de catering y servicios a domicilio, diversas cerveceras José Luis espolvoreadas por medio Estado, la impartición de jornadas en lugares tan insólitos como Estambul, Nueva York, Berlín o Bangkok y la gestión de las Bodegas Antaño, de Rueda, y del servicio hostelero y de restauración del Teatro Real. A su adiós, Ruiz de Solaguren era propietario de una veintena de restaurantes, una escuela de hostelería y unas bodegas. Un imperio.