FUE Bilbao una Atlántida bajo las aguas en la que nació la leyenda del hombre pez? ¿Acaso la legendaria ley seca de Bilbao, anterior en el tiempo a la más célebre que encumbró a Al Capone, los clubes de jazz y las bodegas clandestinas, propició la construcción de un pasadizo secreto de canales que bajaba desde el Palacio Yhon hasta la ría? ¿Mantienen el imán de la buena fortuna para quien las toque aquellas criaturas aladas que aún perviven, en bronce, en las farolas del puente de La Merced? ¿Han oído los lamentos de los fantasmas de los seis ajusticiados en la iglesia de San Antón? El Bilbao de los misterios y las sombras aún sobrevive en la tradición oral, en ese sucesión de historias que bien pudieran narrarse al calor de una hoguera en una de esas noches de invierno de toda la vida. Pasen, pasen y lean historias dignas del propio Edgar Allan Poe.

¿Acaso no me creen, me tienen por un ganorabako o un sinsorgo? Tengan cuidado con los desprecios, convecinos, hombres y mujeres de Bilbao y sus extraordinarios alrededores. Les recuerdo que en estas mismas calles hubo una ley en el siglo XVIII, que castigaba la ingratitud de los habitantes. Presten atención entonces, y lean, lean con curiosidad.

Cuenta la tradición oral y los relatos de Fray Benito Jerónimo Feijoo que Francisco de la Vega y María de Casar, hijos nativos de Liérganes, tenían cuatro hijos. Francisco falleció y la viuda mandó a un hijo a Bilbao a aprender el oficio de carpintero. Estando en Bilbao, éste fue a nadar en vísperas de San Juan de 1674 con unos amigos. Había habido inundaciones recientes en la ría y llevado por la corriente, el joven desapareció y no se volvió a saber más de él. Cinco años después, unos pescadores de Cádiz afirmaron ver un ser acuático pero con apariencia humanas. ?Tras sucesivas apariciones, la criatura fue capturada y se constató que se trataba de un hombre, con escamas y forma de pez. La criatura pronunció la palabra clave, “Liérganes”, tras ser sojuzgado por La Inquisición. No volvió a hablar y tras ser exhibido como monstruo de feria por Cantabria y pasar nueve años en casa de su madre, desapareció en el mar sin que se supo jamás nada más sobre él. Solo las oscuras aguas de la ría de Bilbao saben qué ocurrió en aquellas profundidades.

Dice otra antigua leyenda de la época medieval de la Villa de Bilbao, allá por el año 1400, que por aquel entonces existían unos seres alados que vivían en las zonas boscosas donde se ubica el actual barrio de San Francisco. Y que de vez en cuando hacían incursiones entre las orillas del antiguo poblado de Bilbao La Vieja y los arenales. Según decían las gentes, no se sabía si estos seres eran machos o hembras. Siempre iban en pareja y se acercaban a quienes estaban solos o desamparados. Y cuando les rozaban con cualquier parte de su cuerpo, transformaban el ánimo de las personas, que en un momento pasaban a sentirse más afortunadas y queridas.

Muchos siglos después, la historia fue rescatada gracias a unos apuntes del ingeniero Ernesto de Hoffemeyer, constructor del primer puente de La Merced en 1883, en pie hasta que fue destruido en la Guerra Civil en 1936. Esos mismos apuntes los encontró el ingeniero Manuel Gil de Santibáñez que reconstruyó el puente en el año 1937 y quiso rendir homenaje al Hoffemeyer colocando en cada una de las ocho farolas, parejas de seres alados. En el primer puente no se pudo realizar porque los monjes del cercano convento de San Francisco y algunos miembros del Ayuntamiento, se opusieron al deseo de Hoffemeyer. La leyenda dice que si tocas su pecho o su lomo con una caricia, te beneficiarás de su protección en el amor y la buena suerte. Pruébenlo si se atreven. Nada se pierde.

Gira el misterio alrededor de la ría. Y a sus aguas vierte una nueva intriga por la curiosa desembocadura de las que les hablaré ahora. Hemos oído mil y un narraciones sobre la ley Seca en Estados Unidos, Al Capone y los mercados negros como si todo ello perteneciese a las historias de ultramar. Pero no hay que olvidar que Bilbao tuvo, a pequeña escala, su propia ley Seca a principios de 1908, mucho antes que la americana. En mitad de una grave crisis obrera en Bizkaia, y debido al aumento del impuesto sobre los vinos, los almacenes de vino bilbainos decidieron cerrar y no vender a nadie. Pronto se sumaron los taberneros, por lo que cabe imaginarse el pequeño mercado negro clandestino que se formó.

¿A qué viene este recuerdo? Algunos de ustedes conocerán el Palacio Yohn del Casco Viejo, popularmente conocido como La Bolsa y hoy reconvertido a centro cívico. Hay quienes aseguran haberlo visto con lo que su existencia habrá que darla por veraz. Al parecer el palacio Yhon cuenta con un pasadizo secreto que llega hasta la ría. Se cree que se utilizaba principalmente para el contrabando en aquellos días. En 1818, con 11 años de edad, llegó a Bilbao, Leandro Yohn que desde su condición de empleado de la ferretería de Yerschik, propuso quedarse con el negocio y así su nombre quedaría ligado al devenir histórico de este popular edificio del Casco Viejo bilbaino. El pasadizo, según cuenta, se transita en canales subterráneos y, si bien se mira, hoy en días los días de marea baja puede verse una bóveda en los muros de la ría.

Casi 300 años antes de que se levantara el primer templo, allá donde hoy reposa la iglesia de San Antón, ya existía en el mismo un almacén de mercancías, construido sobre una roca junto al vado de la Ría por el que cruzaban las caravanas cargadas con lana procedente de Castilla, así como un pequeño puerto. Reinando Felipe IV, decretó el estanco de la sal, un impuesto sobre el preciado producto, básico para la conservación de la carne y el pescado, que quedaba embargado y solo la Corona podría venderlo. Bizkaia se alzó en armas y el impuesto acabó retirándose pero la Corona ajustició a seis de los cabecillas de la revuelta. Así murieron el secretario del Señorío Martín Otxoa de Aiorabide, el licenciado Morga y Sarabia, Juan de la Puente Urtusaustegui, el escribano Juan de Larrabazter y los hermanos Juan y Domingo de Bizkaigana. La iglesia de San Antón mantiene vivo el recuerdo en una placa y hay quien asegura que en según que noches, se oyen sus lamentos. Una historia más para el Bilbao de los misterios.