OYE qué majo chico! ¡Desde que le he visto, cómo me ha gustado!, dice picarona Conchi Zabala dirigiéndose a nuestro fotógrafo. Con su atuendo compuesto de txapela de ganchillo roja, verde y blanca, falda de arrantzale con miles de lazos con la ikurriña y muñequita tricolor, no pasa desapercibida. Tampoco ha pasado inadvertido Juan Lazkano para ella. ¡Sueña conmigo esta noche, chavalote!, le espeta sin malicia. “Si fuera a dormir señora, no tenga duda que lo haría”, responde resuelto Lazkano. La escena se produce en un sitio insólito, al pie del escenario de La Pérgola, repleto a esa hora de mayores esperando a las bilbainadas. La conversación también tiene dos protagonistas extraños. Una espectadora octogenaria, llena de marcha y salero, y un fotógrafo cuarentón de buena planta. “¡Eupa! Qué bien lo pasaaamos en las fiestas de Bilbaooo, se vaaa a los toros al teatroooo”..., canturrea Conchi Zabala a falta de poder concertar una cita, cuando salen Los Txikis a ensayar.
Y es que con su ánimo y sus ropajes, es imposible que no se repare en ella. Hace ya muchos años que Zabala asiste a los conciertos de este género musical que se encuentra entre esas cosas exclusivas e intransferibles que distinguen a los bibainos. Unos cánticos que narran con gran sentido del humor, los hábitos y costumbres de los habitantes del botxo, representados por un buen puñado de conjuntos musicales dedicados a difundir y conservar el cancionero típico.
El martes les tocó el turno a Los Txikis, y Conchi se vistió para la ocasión. “Según qué grupo cante vengo o no con este traje. Pero desde luego hoy, con los Txikis tocaba”. “Y eso que no sabes tú lo que pesan estos lazos, pero me los he hecho yo todos”. “Y vengo así porque son los colores de mi tierra y es lo que me gusta”, asegura confesando que el lunes no pudo asistir. “Tuve que ir al médico, palabra de honor. Pero el domingo vendré para Gaupasa. Ese no me lo pierdo”. Desde el escenario, le saludan, “es que el de la pandereta, es vecino mío, es de Erandio y mira ahí está Ramón y a esos otros también les conozco” dice mientras teje en ganchillo una toquilla rosa.
Desde las diez y media de la mañana, Zabala ya guarda sitio. Junto a ella, la familia Vallejo, Hortensia y Kike, que han acudido, como no, con su sobrino Hodeiertz Aldama, que no se pierde una bilbainada en condiciones. Como son unos incondicionales, prácticamente se conocen todos. ¡Mira, esa es la madre de Julen Guerrero!, apunta Hortensia, señalando a una señora rubia que ha tomado asiento en primera fila. Y es que “esto es mucho mejor que el regetton” como dice otra jubilada de la residencia Gazteluondo -el otro día acudieron 25 usuarios- aludiendo a que las letras tienen picante en dosis extras.
Los Txikis le encantan a Hodeiertz, que se declara fan de Gaupasa, aunque el lunes también escuchó a Los Cinco Bilbainos. A este chaval le gustan tanto las bilbainadas que tampoco se pierde las de El Arenal. “Además de estos temas, me encantan las txosnas pero sobre todo el ambiente de las mañanas”, declara. Por eso, aunque vive en Algorta, estos días permanece afincado en casa de osaba e izeko. “Venimos todas las Aste Nagusias y ya van muchos años”, confiesa Kike, a sus casi 90 calendarios.
En La Pérgola, Hodeiertz destaca por su edad. “Jóvenes aquí, pocos”, dice Hortensia haciéndose eco de la falta de relevo generacional. “A este txikitin siempre le han gustado las bilbainadas pero, por lo general, a los chavales no les van. Por ejemplo, su hermana Irati pasa”. Y es que aunque hay una parte de la juventud que también se interesa por esta música, este género es la estrella de los que ya peinan canas que tararean a coro estos txunta txunta como si fueran himnos.