Sobrevivir a través de cartas
El filme retrata de la guerra colonial portuguesa a través de las cartas que Lobo Antunes mandaba a su mujer
El cineasta luso Ivo Ferreira tenía en mente desde hacía tiempo crear una película acerca de la guerra colonial portuguesa, pero no encontraba el hilo conductor ni una historia que le llamase la atención para enfocar una temática tan profunda. Sin embargo, todo cambió cuando una noche escuchó a su mujer recitarle en voz alta unos pasajes del libro Cartas de la Guerra, escrito por el combatiente António Lobo Antunes, ahora famoso escritor portugués.
Como amante de los cuentacuentos, Ferreira se sintió completamente atraído por llevar a la gran pantalla la apasionada historia de amor que encerraban las misivas escritas por el soldado portugués, desde Angola, a su esposa, que lo esperaba en Lisboa. Su relación había quedado interrumpida abruptamente por un Estado que en 1971 empujó a maridos e hijos a una guerra en la que nadie creía. El director vio en la correspondencia una vía para narrar el sufrimiento de un pueblo y un país que fue sumergido en un conflicto estúpido e incomprensible, la guerra colonial. Con un hilo por donde ir tirando, se lanzó a ello.
Durante unos meses se dedicó a documentarse, junto al otro guionista, Edgar Medina, acerca de aquella época. Realizaron entrevistas a excombatientes, consultaron documentos, fotografías... Todo lo necesario para conocer de manera íntima a los miles de hombres anónimos que no habían contado su historia de la guerra colonial. A la par, mantuvieron contacto con las hijas de António Lobo Antunes, quienes editaron el libro que recogía la correspondencia entre sus progenitores, a petición de su madre ya fallecida. No dudaron en aprobar el proyecto.
Las cartas como ‘balsa’ A los ojos de Miguel Nunes, el puzle de Cartas de la guerra se compone de tres piezas básicas: una relación de amor, entre el médico y su mujer, una trágica historia de guerra y una película autobiográfica acerca del autor portugués contemporáneo más internacional de Portugal, António Lobo Antunes.
Pese a que el protagonismo prácticamente absoluto recae sobre el joven Lobo Antunes, mediante la correspondencia también se evoca a la figura de su esposa, María José. En el filme se crea un espacio entre la persona que escribe la carta y quien la lee, como si fuese un personaje intermedio más de la historia. Y en este espacio, la mujer de Lobo Antunes aparece y se muestra como si se tratase de una proyección, a través de los pensamientos, sueños y recuerdos de António. Precisamente, estas cartas sirven al protagonista como puente hacia la superviviencia, y así lo ve el propio director. “Lo que más me interesó fueron las cartas balsa -afirma Ivo Ferreira-. Cómo alguien se ve obligado a inventar un mundo, crear un vínculo para poder sobrevivir”. Estas misivas que Lobo Antunes redacta a su esposa, junto a los recuerdos que le evocan de su vida arrebatada de Lisboa, es una de las razones que el protagonista encuentra para seguir adelante en medio de aquel conflicto en Angola. Pero Lobo Antunes no estaba solo.
Junto al joven médico, que luego se convertiría en un reputado escritor, se encuentran numerosos soldados anónimos que, al igual que él, son destinados al país africano en contra de su voluntad. Esta compañía de diversos personajes dará la sensación coral requerida para una historia colectiva, como lo es el retrato de las vivencias de todos aquellos combatientes. El grupo y su unión hace sentir fraternidad, amistad y lealtad, así como la entereza que les permitió sobrevivir en condiciones físicas y psicológicas infames. Por otro lado, también muestra otra cara, la de cómo Portugal agoniza en manos de un régimen fascista. Un homenaje a la memoria, a la par que una reflexión acerca de lo que ocurrió.
Para mostrar en pantalla con realismo el conflicto, pero sin abusar de tópicos que planean sobre el cine bélico, Ivo Ferreira trabajó con los actores durante varias semanas. Realizó encuentros con oficiales, recrearon situaciones de combate, aprendieron cómo sostener un arma o incluso les animó a escribir aerogramas -hoja de papel amarillo fino, que se doblaba para formar un sobre con sello prepegado y que ofrecía TAP, aerolínea portuguesa, con el fin de facilitar la comunicación entre los soldados y sus familias-. “Quería que construyeran un mundo”, reflexiona el director luso.
El rodaje se desarrolló durante cuatro semanas intensas, donde, según Ferreria, hicieron frente a situaciones duras, pero que, sin embargo, “disfrutamos con la sensación de querer seguir y no tener miedo”, confiesa. A su juicio, Cartas de la guerra ha conservado esa energía productiva que encontraba en el tema y la historia, y ha desarrollado su propio impacto actual. Ahora, los espectadores valorarán si está en lo cierto.
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