“Me suelo reír de quien toca la trompeta: mira qué pasta te has gastado y yo con una hoja hago lo mismo”
Toca la gaita, el tambor y el arpa de boca, pero si se le conoce, es por hacer música con una hoja de hiedra. Lo mismo interpreta un aurresku que ‘Paquito El Chocolatero’
BILBAO. Del guionista de ‘¿A qué huelen las nubes?’, dígame: ¿A qué suena una hoja de hiedra?
-Yo me suelo reír de la gente que toca instrumentos de viento de metal, tipo trompeta. Les digo: Mira qué cantidad de pasta os habéis gastado y yo con una hoja hago lo mismo.
¿Por qué le dio por llevarse una hoja a la boca y soplar?
-Lo vi hace siete u ocho años en un programa de la televisión de Galicia. Salía Pablo Carpintero, un estudioso de los instrumentos tradicionales, explicando cómo se colocaba.
¿Logró emitir algún sonido o terminó la hoja empapada en saliva?
-Empecé a soplar y hasta que le saqué un sonido pasó una semana. Fueron muchas horas y me llegó hasta a sangrar el labio. Seguí jugando y al final le fui cogiendo el truco.
¿Con la hoja de hiedra se puede tocar desde heavy a una sinfonía de Beethoven?
-Sí. De hecho, alguna vez he tocado Paquito El Chocolatero y la gente se parte la caja.
¿Cualquier hoja vale?
-Hiedra o limonero, porque no se rajan por los nervios. El resto, como hay notas que llevan mucha presión de aire, se terminan rajando.
¿Cuántas se lleva a un concierto?
-Cuatro o cinco en el bolsillo. Igual puedes estar dos horas tocando con la misma hoja o tocar un par de canciones y que pierda la tensión.
¿Ha probado con alguna otra planta: la marihuana, la lechuga...?
-He tocado incluso con una hoja de ortiga, por una apuesta que me hizo un chavalito, y con una hoja de zarza. El otro día mi hija me cogió una de un rosal. Con cuidado, pero sí les consigues sacar sonido.
Ha tocado con Kepa Junkera, ¿no?
-Sí. En un concierto en Santurtzi y en una master class que impartió en la Alhóndiga. Kepa le dijo a un amigo: “Este tío toca con una hoja de hiedra. ¿No habrás traído una?”. Digo: “Pues no”. Y me dice: “Hala, pues vete a buscar una”. ¡En el centro de Bilbao! Me tuve que ir hasta Irala.
Aunque a alguno le pueda sonar un poco raro, ¿hay una larga tradición de tocadores de hiedra?
-Hay gente mayor que todavía sigue tocando. Si los demás hemos aprendido, es porque alguien ha quedado que sabía tocar. El problema es que no podemos dejar que se muera.
¿Le enseñará a su hija?
-Si quiere, aprenderá. De hecho, tiene una pandereta y un tambor de juguete. Cuando vamos por la calle, coge hojas y me dice: “Aita, toca”.
Sus amiguitos fliparán...
-Sí. He estado en su cole tocando alguna canción.
¿Tiene peladas todas las hiedras de Berango? ¿De dónde se surte?
-Viniendo de Algorta, en una esquina, había unos pisos que tenían hiedras. Ahora me han puesto una cerca de casa. De todas formas, hay en cualquier sitio todo el año.
Además de alguna cerveza con los amigos, también ‘sopla’ caracolas. ¿Qué melodías toca con ellas?
-Con una caracola no he tocado junto a otros instrumentos. Con las piñas y con la tabla de lavar sí. Con las conchas, por supuesto. Con las nueces y las arpas de boca también.
Confiese: ¿Se lleva cualquier cosa a la boca para ver si suena?
-No. Lo típico, que hemos hecho todos de críos, de coger una botella y empezar a soplar. De todos estos instrumentos, yo no he inventado nada. He aprendido de otros. Hay que darle aire para que perdure.
En esto de la música también hay clases. Están los Stradivarius y los ‘instrumentos pobres’.
-Todos tienen su importancia y hay que buscarles su sitio. Mi función es enseñar a la gente que existen porque son los grandes desconocidos y son con los que empezaba antes todo el mundo. Me han regalado una turuta hecha con un trozo de una manguera. Con una nuez, un palito y un hilo se puede hacer un carrizo. A los críos les encanta.
Para sus padres, gallegos, será un orgullo que toque la gaita y otros instrumentos de su tierra.
-Al principio se mostraban reacios. Antes en Galicia ser gaitero era una deshonra para la familia porque siempre estaban de fiesta.
Los espectadores que le vean por primera vez no deben de dar crédito. ¿Qué le suelen decir?
-Me suelen venir los críos: ¿Y cómo haces? A mí no me importa explicárselo. Alguno te sorprende. Como dice el otro, sonó por casualidad.
¿Nunca le han dicho que está usted colgado o que es un friki?
-Eso me lo dijo el profesor que teníamos en la banda de gaiteros. Me dijo: “Vaya friki”. No sé si lo dijo de broma, pero me lo soltó. Ahora le vacilo yo: “Mira el friki...”.
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