Bilbao - Con poco más de 20 años largos llegó, hizo su trabajo, y se marchó, un punto avergonzado. Esa fue su respuesta a la llamada del Teatro Arriaga, de donde requirieron sus servicios para afinar el piano que minutos después iba a tocar Joaquín Achúcarro, el gran maestro bilbaino. Días después, el legendario pianista contactó con él y, desde entonces, casi ya veinte años, es su afinador de cámara, si es que se puede llamar así. Asier afina los pianos del Teatro Arriaga, de la BOS, de la Sociedad Filarmónica, del Teatro Campos... Vamos, de un sinfín de pianos. Es un manoslargas o un orejas de plata; una de la media docena de personas que conservan ese oficio tan raro en Bizkaia.
¿Solo?
-Calculo que sí. Luego está el intrusismo, claro, que ha crecido en tiempos de crisis. Pero todo aquello que hagas a un piano no tiene marcha atrás. He visto auténticos destrozos.
¿Hay que saber música para meter mano en esas entrañas?
-No es imprescindible, pero sería tan extraño como ejercer de mecánico de coches sin saber conducir.
A usted le nace la fruta de la pasión...
-En la familia. Mi padre fue pianista y tengo una hermana pianista en Norteamérica que ya ha tocado un par de veces en el Carnegie Hall de Manhattan.
Afina para los grandes... ¿Pesa su ego?
-No. Muchos de ellos saben lo que quieren, sobre todo los más jóvenes. Hay que tener psicología...
¿Para?
-El piano tiene poco margen de maniobra: en los ataques y algunas cosas más. Es un instrumento casi perfecto desde principios del siglo XIX. Pero hay ocasiones en que un intérprete está nervioso y hay que entenderle...
¿Cómo? ¿Qué hacer?
-Recuerdo un día, por ejemplo, en que me vino un pianista alterado. Notaba el piano duro. Simulé que hacía algunos retoques pero no hice nada y... ¡voilá!, triunfó. Me agradecía tanto lo que le había hecho...
¿Alguna vez ha chocado contra la visión de un divo?
-He afinado para muchos grandes y siempre es un orgullo y una responsabilidad, Con pianistas no, pero con algún director de orquesta...
¿Qué?
- Me achacaba que estaba mal afinado y el pianista me miraba con incredulidad. Los nervios, ya le digo.
¿Tenemos suficiente cultura musical?
-La pregunta es si tenemos suficiente cultura. Recuerdo que en la Academia de Siena llegué tarde a la visita. Quise entrar y estaba cerrado. Entonces les dije: soy el afinador de Joaquín Achúcarro. Todo cambió... ¿Hubiese pasado algo así aquí?
¿Hubiese?
-Creo que no. Pero se está haciendo una apuesta por la cultura que ojalá fructifique.
El Steinway, todo un Fórmula 1. Dicen que cuesta un riñón, cerca de 130.000 euros...
-¿Muy caro...? Hay arcos de un chelo que pueden costar más de medio millón de euros.
¡Ay, Dios mío!
-La tecnología puede hacer instrumentos muy buenos, pero la artesanía y la acústica... ¡Irrepetibles!
técnico afinador de pianos