madrid - Mayra Gómez Kemp tiene varias vidas que celebrar, tras vencer al cáncer y comenzando por la que inició tras el exilio para llegar a ser la presentadora más famosa de la televisión como “tahúr” del Un, dos, tres. “He sobrevivido a Fidel, a Franco, a la Transición...”, repasa Gómez Kemp, nacida en La Habana en 1948 y que publica ahora sus memorias, rubricadas con la frase ¡Y hasta aquí puedo leer!” que lanzaba en la subasta del concurso de Chicho Ibáñez Serrador y completaba con la sonrisa que preside la portada. Su simpatía y cercanía siguen intactas para explicar que su enfermedad la impulsó a escribir unas memorias “nada nostálgicas”, en las que no se ha ahorrado episodios muy privados. Los cánceres de lengua y garganta de los que fue tratada hasta hace poco más de un año, que le han dejado secuelas en el habla, le han servido para darse cuenta del cariño que mantenía entre la gente: “Cuando salía a caminar me abrazaban y me decían ánimo y se iban, aquello me alimentaba para poder seguir adelante”.

“Siempre pensé que cuando estuviese un año fuera de la televisión la gente se iba a olvidar de mí”, asegura la presentadora, que llegó en 1976 al Un, dos, tres como una de las actrices que daban vida al espectáculo televisivo de Ibáñez Serrador, quien tras el accidente que sufrió Kiko Ledgard decidió ponerla al frente del concurso. “Todo el mundo me dijo que me la iba a pegar, que España no iba a tolerar que una mujer hiciera de tahúr”, recuerda Mayra, ya que su misión era “liar a los concursantes, no que se llevaran un regalo bueno o malo, sino que nunca supieran lo que ponía en las famosas tarjetitas”, las que podían conceder el ansiado coche, el apartamento en Torrevieja o la decepcionante calabaza Ruperta. “Confiaba en la tradición literaria española en la que siempre han admirado al pícaro, no al malo, y yo era una pícara presentando el Un, dos tres, añade la pionera en la presentación de un gran concurso en buena parte del mundo. Al frente de este “portaaviones” estuvo más que ningún otro presentador, seis años, y llegó a tener 25 millones de espectadores pendientes de su labor, su perfecta dicción y su espontánea carcajada, méritos que descarga en la “genialidad” de Ibáñez Serrador.

“Sabía lo que el público quería, y se lo daba. Unos esperaban ver las piernas de las azafatas, otros al dúo Sacapuntas, otros a la Bombi, cómo iba vestida o desvestida...”, recuerda sobre un programa en el que nada era improvisado, al punto de que “Chicho llevaba el guion a un notario antes de grabar, por si había alguna reclamación”. Con él acabó haciendo las paces tras un tiempo de distanciamiento al confirmarle que ella volvería al Un, dos, tres y finalmente elegir a Jordi Estadella, de lo que se enteró por la prensa. “Luego supe que pensó en presentarlo él mismo, y al final eligió a alguien que se parecía a él, aparte de un gran profesional, pero si era su amiga lo menos que merecía era una llamada”.

Mayra es licenciada en Comunicación y Publicidad en la Universidad de Miami, donde vivió junto a sus padres, dos artistas cubanos que dejaron el régimen de Fidel Castro para vivir en Puerto Rico, Venezuela y Miami. Manuel Campo Vidal y María Teresa Campos presentaron ayer en el Espacio Bertelsmann de Madrid estas memorias de la recientemente galardonada con el Premio Iris Toda una Vida.