Zierbena - Marga Martínez Allende es una mujer zierbanata que tras una aparente imagen de fragilidad -acude a la cita con DEIA aún convaleciente de una reciente operación- esconde una tremenda vitalidad que, en buena medida, lleva dedicando desde hace muchos años a preservar y difundir el legado histórico y cultural de la localidad costera de Zierbena. Fruto de ello es la participación en los dos libros editados hasta el momento sobre Zierbena y su gente y el impulso para la creación de la asociación cultural Punta Lucero, auténtico motor de dinamización sociocultural que ha recuperado antiguas tradiciones como la romería de Cornites y retomado la promoción del señero bolo a katxete en el municipio.

¿Tanto da de sí la historia de Zierbena como para embarcarse en tantos proyectos de investigación?

-Zierbena es un municipio que conserva restos arqueológicos importantes y gracias a los estudios realizados en su momento por expertos en estos temas, podemos afirmar que diversas civilizaciones se asentaron en Zierbena durante la prehistoria, la romanización y la Edad Media. Aún existen restos en Ranes o en Moreo que dan fe de esos asentamientos seculares y que debieran ponerse en valor antes de que desaparezcan definitivamente, como ha ocurrido con otros vestigios patrimoniales.

¿A cuáles se refiere?

-Uno paradigmático puede ser Punta Lucero. Es un conjunto militar construido por los presos de la Guerra Civil que hoy agoniza ante la pasividad de las instituciones. Además, Punta Lucero es una cima de gran atractivo para senderistas que al llegar a la cumbre pueden contemplar unas vistas únicas de El Abra, la costa de Cantabria y de Bizkaia. Y, sin embargo, no se plantea ninguna actuación para potenciar este atractivo que además todo el mundo relaciona con Zierbena.

¿Casi tanto como el puerto pesquero?

-Qué duda cabe que el barrio del puerto es un referente claro que asocia Zierbena a una oferta gastronómica de calidad. Lo que pasa es que para los zierbanatos hay una especie de nostalgia del antiguo puerto. Hoy apenas quedan dos barcos pesqueros y el cemento se ha apoderado de todo.

¿Lo dice por el séptimo barrio, el del polo industrial?

-Ese es uno de los deberes que tiene Bizkaia con Zierbena ya que, en pos del desarrollo, hemos tenido que sacrificar buena parte de nuestra costa. Esa costa que ha marcado, junto al campo y el monte, el carácter de los diferentes barrios de Zierbena.

Sí, porque Zierbena tiene seis barrios.

-Todo el mundo conoce el puerto y algunos ya no confunden la playa de La Arena con la de Muskiz. Más de la mitad es de Zierbena, del barrio de La Arena, y todas las edificaciones existentes son zierbanatas. Pero además está San Mamés, La Cuesta, Valle y Kardeo. Son barrios que mantienen su idiosincrasia pero que cada vez tienen una mayor interrelación entre ellos.

¿Tal vez apoyado en el proceso de desanexión que derivó en el nuevo municipio hace veinte años?

-Es posible. Zierbena nunca ha tenido tradición minera. Su carácter siempre ha estado más ligado al monte, a la huerta, al ganado o a la mar. Con la desanexión, Zierbena ha ganado mucho al poder gestionar su destino.

Una gestión que, apoyada en las empresa surgidas en el Superpuerto, les sitúa en cabeza de los ‘rankings’ de ingresos per cápita.

-Sí, pero eso no significa que Zierbena sea rica. Es simplemente una ecuación matemática de ingresos dividido entre 1.400 vecinos. De hecho, aquí también hay paro y no solo estructural.

No me negará que en Zierbena se disfruta de un buen nivel de vida.

-No. En general, Zierbena está bien dotado de infraestructuras y sin duda es un municipio para descubrir.

¿Cuáles serían algunos de esos rincones?

-Valle, por ejemplo, es un barrio cercano al puerto que ofrece la posibilidad de paseos tranquilos por las laderas del Serantes. La Cuesta es el barrio donde se encuentra el Ayuntamiento, el centro de Salud y el polideportivo y da acceso a Punta Lucero. Kardeo es un núcleo residencial muy tranquilo que está unido por un estupendo camino hacia la playa. Y San Mamés, el más pequeño, invita a la calma, a perderse entre sus bonitas casas.

¿Cuál es su rincón favorito?

-Sin duda, el Lastrón de la playa de La Arena. No solo por su calma sobre la playa de piedras, sino porque también cuenta una parte de la historia de Zierbena que ya ha desaparecido. Allí están los covachones donde la gente se guarecía cuando iba a coger las algas que arrancaba la mar. Aún hoy está la polea que utilizaban para levantar los manojos de algas. Era uno de los sustentos ocasionales con los que contaban los zierbanatos que allí cogían, además, lapas y caracolillos. Eso ya se acabó.

Presidenta de la asociación cultural Punta Lucero