Bilbao - Ahora está de vacaciones pero el 1 de septiembre volverá a la pantalla y los espectadores se acostumbrarán a verle en días laborables. Tras veintidós años en la Cadena Ser y nueve en Cuatro, Mikel Aingeru Olivergoitia -como le llamaban sus compañeros de Radio Bilbao-, afronta una nueva etapa con la prioridad de renovar el informativo nocturno y huir de la rutina.
¿El cambio será difícil o se lo toma como una ‘normalización’ horaria?
-Yo ya había normalizado mi horario anterior porque después de tantos años uno va encontrando su zona de confort. Ahora se me plantea el reto de volver a adaptarme a todo: a hacer un informativo diario y a encontrar mi tiempo para la familia. Estoy en pleno tránsito mental para conseguirlo.
¿Encuentra muchas diferencias entre los informativos diarios y los del fin de semana?
-La readaptación profesional va a ser muy singular porque las noticias, la presión de la agenda, la hechura de un informativo diario es muy distinta por la abundancia de noticias y la dificultad de resumir y elegir. La información surge a borbotones. Al fin y al cabo, hacer periodismo es elegir, priorizar, seleccionar. Ésa es nuestra tarea fundamental, aparte de contextualizar.
Hay otra gran novedad: ahora tiene que presentar solo.
-Esto no lo había hecho en Cuatro y por mí hubiera seguido eternamente con Marta Reyero. Nos hemos disfrutado profesionalmente y yo la voy a echar muchísimo de menos porque no creo estar a la altura del vacío que me genera su ausencia.
Ella se queda con Roberto Arce. ¿No tendrá ‘celos’?
-Creo que se van a compenetrar muy bien, aunque cada pareja es distinta. Nuestra pequeña historia ya está escrita, sé que la vida son etapas y ésa ya ha pasado. Más que celos, lo que tengo es ganas de verles trabajar juntos. Yo también llego al lugar que dejan otros compañeros: el último Hilario Pino, pero antes el propio Roberto Arce y si nos remontamos más, Javier Ruiz, Manu Carreño o Iñaki Gabilondo. Para mí es un gran orgullo ocupar ese espacio del informativo de la noche, que siempre es una referencia para cualquier profesional de la televisión.
¿Se da cuenta de que ha dejado de ser compañero de una periodista con guiñol para ocupar el lugar de otro que también lo tenía?
-Ja, ja, ja. Es una época pasada pero los guiñoles de Canal+ convirtieron en personajes a muchos profesionales de distintos ámbitos. Por supuesto, me hubiera encantado tener uno mío. En Hoy por Hoy tuve la suerte de poder hacer Los guiñoles de la Ser y verles actuar, sus cambios de voz,... sin látex. Fue otra forma de disfrutarlos.
Un importante directivo televisivo acaba de cuestionar la utilidad de los informativos nocturnos.
-Es una reflexión necesaria, pero yo no voy a tirar piedras contra mi tejado y decir que sobra nuestra función. Está bien poner el foco en la importancia de las nuevas tecnologías y soportes, en el cambio de costumbres informativas. Hace falta reinventarse, encontrar un nuevo modelo que justifique nuestra presencia y convertirnos en algo más que meros expositores de noticias. Tenemos que valorarlas y contextualizarlas, habrá quien opte por una ideologización absoluta,... El escaparatismo informativo de la televisión tiene que variar porque si no lo hacemos, estaremos dándole a la gente aquello que ya conoce y no seremos necesarios. Buscar otra frontera es el objetivo que se han marcado Juan Pedro Valentín y José Luis Fuentecilla (director y subdirector de Informativos de Cuatro) y que contando conmigo quieren poner en marcha la próxima temporada.
Entonces, ¿en televisión no está todo inventado?
-El objetivo es hacer algo distinto, en un soporte que no envejezca tan rápidamente y con una plantilla menos clásica que la que manejábamos hasta ahora pensando que era la clave del éxito. Pero la audiencia nos esta diciendo lo contrario, que ésa es la clave del fracaso; así que hay que cambiarlo. No será de golpe, pero tenemos la voluntad de ir generando nuevas estructuras que hagan que nuestro informativo se diferencie de los de la competencia e incluso de nosotros mismos.
¿Y cómo se puede hacer?
-Insisto en que hay que seleccionar muy bien y también ponerle freno a una realidad que te atropella y que no te inunde hasta el punto de ahogarte. Quizás nos hemos dejado ahogar por la sobreabundancia. Si hay una forma con la que alguien quiere manipularnos es poniendo a nuestra disposición un material que no podemos procesar. Esto es lo que a veces pasa con la realidad, que incluye demasiadas cosas o no hay un equipo capaz de digerirlas. Si somos capaces de elegir lo que de verdad puede interesar a la audiencia dentro de la grandísima abundancia que hay, vamos a ser capaces de hacer frente a ese reto. Desde luego, es distinto al del fin de semana, cuando hay menos noticias pero más imprevistas, y menos equipo. La gente se sienta delante del televisor de otra manera y ve las noticias con otro tempo y otra capacidad de digestión, de análisis. Entre semana se atropella todo, incluso nuestra capacidad de discernimiento. Por eso habrá que parar un poco: no todo se construye en torno a un esquema de un minuto por pieza.
Si esta etapa dura otros nueve años, ¿qué pasará con el joven que quería ser corresponsal?
-Pues ese deseo quedará sepultado, aunque me sigue gustando. Si llegan a proponérmelo más adelante no sé si tendré ánimo. Para lo que sí lo tendré siempre es para estar en la frontera periodística porque adoro mi trabajo y he tenido mucha suerte, aunque no ignoro que ha echado o maltratado a muchos compañeros que se lo merecían tanto o más que yo. Nunca disuadiré a nadie de elegir esta profesión. Ha habido una inflación tremenda, pero esa burbuja se reacomodará.
De 1984 a 1989 usted trabajó en la Cadena Ser en el País Vasco, en Radio Bilbao. ¿Ya ha venido a ver el nuevo San Mamés?
-No, pero me han dicho que está precioso y espero ir pronto a un partido entre Athletic y Real Madrid, los dos equipos de mi vida.
¿Cuándo ha venido por última vez?
-El verano pasado con mi hijo mayor. Estuvimos por la ría y comiendo unos pintxos maravillosos en el Casco Viejo. Le enseñé dónde estaba la antigua emisora, detrás del Carlton; y que muy cerca estuvo la tienda de deportes de Zarra. Siempre me acordaré de que pasaba por delante cada día. Me parecía increíble. Como oír las sirenas de los barcos que entraban por la rada cuando viví en Algorta. Es una imagen sonora que sigo conservando.
¿Tiene buenos recuerdos?
-Claro. He visto dos veces Ocho apellidos vascos, que me hizo mucha gracia. Para euskaldunizarme, algunos compañeros de la emisora me pusieron Mikel Aingeru Olivergoitia. Y yo tan a gusto, como de Bilbao de toda la vida. Son recuerdos de años muy felices, a pesar de que eran tiempos informativamente muy complicados.