Dirección y guión: Robert Lorenz. Intérpretes: Clint Eastwood, Amy Adams, Justin Timberlake John Goodman, Matthew Lillard. Guión. Randy Brown. Música. Marco Beltrami.

NO es casual que Robert Lorenz haya sido ayudante de dirección del gran Eastwood, precisamente en estas tres películas (Los puentes de Madison, Mystic River y Million Dollar Baby) ya que Golpe de efecto reúne algunas características (o ciertas imitaciones al cine reconocible de Eastwood). Comparte algunas temáticas recurrentes como el peso de la paternidad (Mystic River), el sentimentalismo (Los puentes de Madison) o carácter duro y disciplinario de Million Dollar Baby. Eastwood no se pone detrás de la cámara para centrarse, esta vez, en su labor de interpretación, que consiste en verse como personaje y actor de sí mismo. En la única mirada atrás que realiza el director, ofrece un golpe de efecto original (nunca mejor dicho): tiene que mostrarnos a un Clint Eastwood jovial, y qué mejor que visualizar al propio actor de joven, en un fotograma de sus míticas películas. Un guiño sobre el archivo fílmico como recurso narrativo. ¿Alguien mejor que Clint para hacer de Clint?

Robert Lorenz actúa con gran respeto respecto a la figura de su maestro y nos enseña a un personaje, más cascarrabias de lo habitual, en su papel de ojeador de béisbol, que se fía de sus sentidos para observar a los futuros fichajes, y que afronta así su vejez, acosado por las nuevas tecnologías, supuestamente útiles para realizar estadísticas y crear posibles equipos en función de sus datos. Algo que ya vimos con mayor dinamismo e ímpetu en Moneyball, liderado por Brad Pitt. Sin embargo, Golpe de efecto no es una contrarréplica versión Adineko. Eastwood se muestra como un viejo patoso, con problemas oculares y poco comunicativo. Un viejo gruñón elevado al esquematismo funcional.

En Invictus, Eastwood ya demostró cierto automatismo en la dirección (al obsesionarse por el rodaje del partido y olvidarse del resto). En Golpe de efecto no vemos ningún partido, sino a varios personajes marcados por la personalidad atascada y torpe del ojeador de béisbol: su hija, abogada e independiente; un exjugador lesionado que piensa triunfar como comentarista televisivo, algún amigo suelto y otros más, dispuestos a jubilarle.

El que fuera primer ayudante de dirección de Eastwood plantea la película sin grandes pretensiones narrativas; no hay fisuras, pero tampoco grandes riesgos en la forma de narrar las relaciones paternofiliales: todo se basa en la (in)comunicación manifiesta del padre, cegado de dolor por la pérdida de su esposa y marcado por su obsesiva afición por el juego y la vida que rodea el béisbol. Contado con un punto de vista humano y sabiduría de barra (de bar) en el que todas las piezas del tablero se unen (o desaparecen) en un rápido juego de billar.

Golpe de efecto es una película que busca pretendidamente gustar y aún así funciona, algo plana pero sin resultar anodina y tan emocionante como una resolución de un caso de talk show. La mejor forma existente de disfrutar viendo al gran Eastwood sin necesidad de que se altere o pierda la concentración en la dirección, y de echar de menos sus grandes películas. Esta no es una gran película, pero es más que correcta. Un entretenimiento dirigido por alguien que no espera dejar huella como autor sino un signo de admiración por su maestro. Hacernos llegar aquello que domina: un historia que se entiende y se sobreentiende prácticamente sin mucho esfuerzo y experiencia vital, que habla de heridas que no nos llegan en su intensidad, demasiado explicativa y pensamientos claramente expuestos. Pero da igual. Todos estos comentarios y pensamientos provienen una vez que se digiere la película, porque en el momento, entretiene mucho más de lo que cabríamos esperar.