MIENTRAS que los afanosos hortelanos se echan las manos a la cabeza porque el tiempo no acompaña la maduración de sus cosechas, en Arratia la realidad es muy diferente. Este año -no se sabe por qué misteriosa razón-, los exquisitos tomates se sienten tan a gusto en la tierra del valle vizcaino que sortean la roña, se aferran a la vida y crecen hasta hacerse grandes, tanto que parecen calabazas.

No hay más que darse una vuelta por este bello paraje vizcaino para comprobar in situ las dimensiones de los productos naturales que regalan las huertas arratiarras. En Artea, en el barrio de Madariaga Bekoa, José Miguel Sagarna ha cogido hace unos días un tomate de 1.650 gramos. Sagarna, que cultiva con esmero sus puerros, lechugas y tomates se quedó boquiabierto cuando comprobó que de sus plantas se dejaban ver, elegantes y maduras, hortalizas de más de un kilo. "Yo no sé qué ha pasado este año, pero están tan a gusto que se han hecho enormes. La mayoría son de un kilo. Les ha costado madurar, pero están preciosas", apunta el orgulloso arratiarra, mientras coge en la mano una de sus joyas. Asegura no hacer nada especial para conseguir semejantes frutos de exposición que "da pena hasta comérselos", dice. "Los tomates de este año están riquísimos. Estamos embotando y tendremos para comer todo el invierno", comenta. La semilla se la regaló un amigo de Morga. "Yo las puse en tiestos para que crecieran las plantas y luego las pasé a la tierra. No les echo ni estiércol ni nada", añade. Eso sí, los mimos que les dispensa no son pocos. Todos los días, José Miguel Sagarna acude a su pequeño rinconcito del alma, que ha bautizado como Toki Maitea, para cuidar de su cosecha. "Si quieres recoger hay que estar encima. Eso está claro. Hay que echarles botica y regar la huerta".

Cebollas de 700 gramos Pero Sagarna no es el único que este año puede presumir de cosecha en mayúsculas. Cerca del municipio de Artea, en el barrio de San Cristóbal de Igorre, los tomates se han hecho tan grandes que tienen a los vecinos sorprendidos. Serafín Elexpe y su mujer, Mari Carmen Barrenetxea, han recogido este año tomates de 1,7 kilos, cebollas y cebolletas de hasta 700 gramos y pepinillos de más de 70 centímetros. "Impresionante", apuntan. "Los tomates han tardado en madurar, pero se han hecho enormes", comentan los de Igorre. En su terreno de 1.500 metros cuadrados, esta pareja de cuidadosos hortelanos han recogido también calabazas inmensas, de 20 y 30 kilos. Pero eso sí, todavía -aunque tiempo al tiempo- en las huertas arratiarras no han crecido calabazas como las que cultiva el alemán Oliver Langheim. En la actualidad, este productor tiene en su cosecha una pieza de 320 kilos que pretende que llegue a pesar 400 kilos.

En Arratia son más modestos y se conforman con sacar fotos a las piezas y mostrar con orgullo las grandezas de sus huertas. Pero también las saborean. Ramón Ellakuria, también vecino del barrio de San Cristóbal, degustaba ayer un tomate de 1.650 gramos que "estaba para chuparse los dedos" y que cogió en su también mimado huerto, que alimentó con estiércol de caballo. "Eso siempre ayuda", concluye.