bilbao. La última edición de Supervivientes: Perdidos en Nicaragua, que enfrentó durante once semanas a concursantes anónimos y famosos, concluyó el domingo por la noche. A la gran final, que transcurrió en el plató de Madrid, llegaron tres de los concursantes que comenzaron su andadura siendo desconocidos para el gran público pero que ahora son casi tan famosos como los que entraron con esa vitola. La bilbaina María José Fernández, el gallego Javier Parrado Parri y la catalana Deborah Arenas fueron los que lograron el favor del público para jugarse los 200.000 euros de premio.

Por un margen mínimo, María José Fernández, de 51 años, obtuvo el triunfo por delante de Deborah Arenas. 50,4% frente a 49,6% de la catalana. En una ronda previa, Parri quedó eliminado. Eso sí, este decisión por tan poco margen incendió a los seguidores de Deborah que se quejaron de que algunos mensajes en su apoyo no se habían contabilizado por haber sido enviados con el nombre de Debbie, que era el diminutivo por el que la llamaban. El programa se despidió con un 19,1% de share y 2.095.000 espectadores.

Y es que ante el triunfo de la bilbaina se puede aplicar el dicho de que quien la sigue la consigue. Esta tasadora de joyas anunció al principio del programa que iba a la isla "porque era una persona ganadora y quería ganar". Y, a pesar de la nominaciones a las que se ha enfrentado, a María José su trabajo por obtener alimentos y mantener el fuego vivo e incluso ejerciendo como mami de algunos concursantes decantaron al público a su favor.

polémica estancia Pero en su aventura también tuvo que lidiar durante su paso por el programa con diferentes polémicas que le persiguieron. Le llegaron a acusar de utilizar las cámaras y de dictadora. Cuando estaba en el grupo de anónimos ya se granjeó algunos enemigos, como la donostiarra Nerea que se negó a seguir sus órdenes. Se intentó enfrentar con ella y se convirtió en la primera expulsada de esta edición.

Probablemente, la situación más tensa para la bilbaina se produjo cuando tuvo que convivir con Bea, la legionaria, experta en pasear palmito por diferentes reality shows. La vigilancia del fuego se convirtió en punto de disputa pero los graves insultos que profirió Bea, estuvieron a punto de hacerla abandonar.

Otro que tampoco le dejó pasar ni una fue Rafa Mora, el musculitos de Mujeres y hombres y viceversa, al que plantó cara. La discusión se elevó tanto de tono por diferentes piques que se fueron fraguando que el hijo de la tasadora, Arkaitz, intervino desde Madrid. El nivel cultural de esta edición dejaba mucho que desear y tal y como demostró Rafa Mora cuando María José le llamó "baboso" y pensó que quería decir que la miraba con deseo.

Pero si alguien ha compartido protagonismo en esta edición con María José fue Beatriz Trapote, la novia de Víctor Janeiro, que se quedó a las puertas de la gran final. La manipulación que hacía de las conversaciones sacaba de quicio a la bilbaina pero cuando se enfrentaron cara a cara en una de las últimas nominaciones, el público prefirió a María José.

Pero estar tantos días abandonados en la isla también tiene algo positivo y es que la bilbaina encontró a "un amigo para siempre" en Parri con el que pretendía compartir el premio en metálico.

Esta no es la primera edición del programa de supervivencia en el que un vasco gana o queda en el tridente de finalistas. El año pasado, la ex atleta Maite Zúñiga se alzó con el premio mientras que en Supervivientes: perdidos en Honduras en 2007, Juanito Oiarzabal se quedó a las puertas con su segundo puesto. Pero el pionero fue Aketza Sánchez que finalizó tercero en Supervivientes: Expedición Robinson en el año 2000.