Cada uno de nosotros tiene un ritmo interno que nos hace sentirnos más cómodos en determinadas franjas horarias del día para desarrollar actividades como trabajar, estudiar, comer o dormir. Pero si un hombre y una mujer que forman pareja tienen ritmos biológicos asincrónicos, pueden tener serios problemas de convivencia. Esto es, si los ciclos de sueño/vigilia entre ambos están desajustados, supone un problema añadido a la ya a menudo complicada convivencia entre sexos. Pero no es el fin del mundo. Son miles de parejas desincronizadas, que viven en diferentes ritmos, y, sin embargo... ¡sobreviven!

¿Es mejor ser 'madrugador' que 'noctámbulo'?

Las parejas asincrónicas suelen padecer relaciones más conflictivas que las que tienen armonizados sus ritmos biológicos. El tipo alondra es el matutino. Se levanta muy temprano y desarrolla su actividad alrededor del mediodía. Por el contrario, el tipo búho es muy productivo de noche y se levanta tarde. Distintos estudios han revelado que las parejas formadas por búhos y alondras tienen, por ejemplo, menor relación sexual, más soledad, más incomunicación y menos actividades compartidas que las parejas sincronizadas. Y hasta se acusan mutuamente de negligencias domésticas. Como la de no cumplir normas tan sencillas como la de que "el que consume el último servicio de papel higiénico debe reemplazar el rollo" o acusaciones como: "Hay un grifo que gotea que me vuelve loca, y tú durmiendo a pierna suelta". ¡Son reacciones típicas de una pareja desincronizada!

A la persona que es búho, la noctámbula, por ejemplo, le gustaría conversar más por la noche con su pareja, en vez de ver tanta televisión. Pero si la otra es alondra es una tarea casi imposible: antes de las 10 estará ya en brazos de Morfeo. En cambio ésta se levantará por la mañana con las gallinas, mientras la otra permanecerá en cama hasta horas avanzadas, hasta que tenga la oreja bien planchada.

Reloj interno, mucho más que una 'agenda personal'

Las personas (y los animales) tienen un reloj interno llamado sistema circadiano (cerca de las 24 horas) que regula parte de nuestra fisiología y metabolismo. Pero, ¿qué son los ritmos biológicos? El ser humano está sometido a muchos ritmos, tanto ambientales como de su propio cuerpo. Todos ellos interactúan en él psíquica y físicamente con una precisión casi matemática e influyen de forma determinante en gran parte de su vida cotidiana. Muchos de estos ritmos son ampliamente conocidos: el que rige la concepción de la vida, el menstrual, el climatológico, etc. Uno de los más importantes es el que regula el sueño/vigilia. Éste se observa muy bien cuando se viaja a otro continente. Los primeros días de la llegada se pasa mal porque el reloj interno sigue sincronizado con el ritmo del lugar de partida (el conocido jet lag). Pero poco a poco, el reloj circadiano se va adaptando al del nuevo lugar. La luz y la oscuridad son los ciclos que obligan a que la actividad cerebral se sintonice con la nueva realidad, para que a nadie se le ocurra irse a la cama en pleno sol o quiera vivir la noche como si fuera de día. Un reloj interno que nos indica, entre otras cosas, cuándo necesitamos acostarnos y cuándo despertarnos.

Si una pareja tiene sincronizados sus respectivos relojes biológicos a ritmos distintos pueden surgir problemas. Y la solución no pasa por que viajen a Suiza para que se los pongan en hora. Es algo mucho más complejo.

No tener los ritmos parejos crea dificultades en la relación de pareja. Casi tanto como las que pueda provocar que cada uno de ellos pertenezca a razas o religiones distintas. Cuando los ritmos de dormir/despertar de búhos y alondras son innatos pueden desencadenar importantes diferencias de convivencia en la pareja. El problema es que no se han emparejado con aves de su misma especie, sino con la que se ha cruzado en su camino. Y el amor no es mirarse uno al otro, sino mirar si los dos van en la misma dirección.

Desincronización y salud

En toda relación hay motivos de conflicto que pueden afectar a la vida social y la salud. Y en la de búhos y alondras existen, en este sentido, hartas razones por su desincronización horaria. Cuando la que es búho, por ejemplo, sugiere salir a cenar fuera de casa, la que es alondra dice dolerle la cabeza o esgrime cualquier otro pretexto para disuadir a su pareja. Y es que hay personas que acusan de forma muy notable la alteración de sus ritmos biológicos. La deprivación del sueño o incluso una simple disminución de su duración, influye en el comportamiento de su vida cotidiana. Lo que se revela, principalmente, en los cambios de humor. Y lo que es peor, sus efectos pueden acarrear consecuencias negativas para la salud: fatiga crónica, estrés, evitación de relaciones sexuales, etcétera.

Por lo tanto, encontrarse "en forma", "inspirado", "con ganas de trabajar" o "de buen humor" tiene su explicación. En buena medida, depende de la capacidad que uno tenga para respetar su ritmo biológico. Si éste se desincroniza con frecuencia, es cuando pueden surgir dificultades en la convivencia de pareja. Y no solo con ésta, sino con el rendimiento en su trabajo u ocio.

En este sentido, las peores consecuencias son para aquellas personas que padecen turnos nocturnos rotatorios o semanas alternas, en los que tienen que readaptarse. Vivir en contradicción con tu reloj interno puede poner en peligro tu mente y tu cuerpo. Pero siempre hay soluciones€

Terapias de armonización

¿Pueden un búho y una alondra llegar a tener relaciones satisfactorias? La respuesta es afirmativa si trabajan el problema. Sus armas son la negociación, la flexibilidad, compartir, la adaptación... Aunque el conflicto es genérico, no todo está perdido.

* Adaptación: Una alondra, por ejemplo, puede intentar adaptarse al ritmo de su búho acostándose y levantándose más tarde. O viceversa, el búho puede intentar habituarse a acostarse y despertarse antes. O hacerlo en semanas alternas. Más aún: la desincronización de la pareja puede convertirse en bien común. Tras el nacimiento de un niño, el búho puede ser el que se acueste más tarde y estar pendiente del hijo hasta horas avanzadas. Se pueden contemplar todo tipo de acuerdos. El factor más importante para que el trabajo de acoplamiento de la pareja sea exitoso es el deseo de ambos de acomodarse al otro. Porque, aunque parezca difícil, hasta pueden llegar a sincronizarse totalmente. Aunque a esta especie de transformación muchos lo denominan como un tercer tipo de ave. El colibrí.

* Influencia: Se ha comprobado que los hábitos de salud de una pareja, así como su forma de percibir las cosas, acaban convergiendo con los años, influyéndose gradualmente uno al otro. La mayoría acaba teniendo casi idénticos niveles de colesterol y presión arterial. Ambos tienden también a padecer el mismo sobrepeso o a estar en el correcto (probablemente, porque comparten la misma dieta). Superan, pues, el mandato bíblico de asistirse en lo bueno y en lo malo. No solo lo comparten. ¡Se lo contagian!

* Compartir: También se ha observado que búhos y alondras están mucho más predispuestos, con el tiempo, a tener hábitos similares en cuanto a bebida, comida, ejercicio físico o sedentarismo. Asimismo, tienden a compartir malas costumbres como fumar o beber (aunque los fumadores y bebedores propenden a emparejarse desde un principio). O sentir el mismo grado de satisfacción en la vida. Y hasta llegan a parecerse física y emocionalmente. Y, lo más importante: ¡acaban teniendo ritmos de sueño/vigilia parecidos! ¿Quién influye a quién? No importa. Las parejas que duermen sobre el mismo colchón acaban siendo de la misma opinión. Siempre que no se siga la fórmula que predica el proverbio árabe: "Para que nuestros corazones estén unidos debemos mantener nuestras camas separadas".