"No siempre hay que entender el arte, sino sentirlo".

Sergey Parajanov

Sergey Parajanov "hacía películas no sobre cómo son las cosas, sino cómo serían si él hubiese sido Dios". Así lo calificó el crítico Alexei Korotyukov tras visionar su intrigante film Sombras de los ancestros olvidados (1964), en el que plasmó brillantemente la calidad poética y filosófica del cuento de M. Kotsiubynski. Hoy, el museo a él dedicado en Yerevan, la capital de Armenia, es una excelente excusa para conocer este país.

La carrera cinematográfica de Parajanov acaparó numerosos premios internacionales, así como el reconocimiento de sus más prestigiosos colegas, como Truffaut, Godard, Buñuel o Fellini, pues la personalísima técnica de realizar filmes lo convirtió en una celebridad mundial. Pero a día de hoy pocas personas lo identifican como un artista creador de maravillosos collages, montajes tridimensionales, muñecas, así como de elegantes sombreros de mujer.

Estatua de Parajanov en Tiblisi (Georgia).

El precio de una rebeldía

Su éxito como director de cine fue también su maldición. Su estilo cinematográfico, extremadamente poético y visionario, no encajaba con las directrices del realismo soviético. En 1968, cuando rodó Sayat Nova, para muchos su obra maestra, empezaron los problemas. Los censores soviéticos la prohibieron por su supuesto contenido subversivo y antibélico, aunque Parajanov la reeditó posteriormente con el título de El color de las granadas (1969), pero en 1973 las autoridades soviéticas lo condenaron a cinco años de trabajos forzados en Siberia, por su supuesta homosexualidad (prohibida en la URSS), y trasladado de una prisión a otra en regímenes severos, así como vetado para hacer cine durante quince años.

Un ecléctico grupo de artistas, cineastas, y activistas internacionales (entre ellos, Buñuel, Fellini, Yves St. Laurent, Truffaut, Godard, Francoise Sagan y Antonioni) protestó en apoyo de la liberación de Parajanov. Pero fueron las peticiones a Brézhnev del novelista francés Louis Aragon y el escritor norteamericano John Updike las que lograron su excarcelación en 1977, a falta de un año para que Parajanov cumpliera íntegramente la sentencia.

Sin embargo, durante su encarcelamiento la inquieta genialidad de Parajanov resurgió en otras formas creativas. Produjo numerosos collages, montajes y grabados (algunos de los cuales ilustran este artículo). Al principio, sus esfuerzos por desarrollar su arte en el campo de trabajo no encontraron precisamente facilidades. Sus carceleros le privaban de los materiales que necesitaba y lo tildaban de loco. Hasta que un día las autoridades de Moscú reconocieron su talento. Esto le permitió desplegar al cineasta su creatividad y declarar: "Me han prohibido hacer cine, pero he empezado a hacer collages, que son como películas comprimidas".

Una vida atribulada

Para sus montajes, Parajanov se valía de pequeños objetos como muñecas, botellas de leche, balanzas, quincalla, papel de estaño, plumas, lápices, hilos, etcétera. Y, para sus collages, recortes de periódicos y revistas. Los significados de estas obras eran casi inescrutables. Porque el genial Parajanov, en su trabajo artístico se volcaba hacia adentro, en su yo, y esa intimidad resultaba para sus censores difícil de descubrir.

Las dictaduras, desde la de la URSS hasta la de la China maoísta, siempre detuvieron todo movimiento renovador que atacase o creyeran que atacaba los pilares del sistema, y las obras que realizó en su encierro Parajanov no iban a ser una excepción. No es de extrañar, pues, que al resultar el trasfondo de sus obras incómodo para el establishment político de la URSS, la mayoría de sus obras fuera confiscada, rota o robada.

Tras su liberación, Parajanov, ante la imposibilidad de ejercer como cineasta (la prohibición soviética seguía vigente) continuó su incansable espíritu innovador en Ucrania y Georgia, ampliando las técnicas iniciadas durante su encierro en Siberia.

En su propósito de mostrar una nueva dimensión de la realidad recurrió a todo tipo de materiales. Así, compuso gran número de muñecas que formaban parte de unos extraños montajes que parecían encerrar intrincados mensajes, pero llenos de encanto y brillantez. Los trabajos de Parajanov no tienen analogías en el mundo del arte y nunca dejó de sorprender su fantasía.

Frente a este arte innovador, algunos observadores reaccionaron como el analfabeto ante un letrero (éste no le comunica nada). También algunos críticos quisieron situar sus obras al rango de curiosidad psicoanalítica. Tarea harto difícil. Los objetos inútiles o rotos parecen convertirse en manos del artista en un firme precepto de trascendentalizar algo personal. Así, una vieja maleta, por ejemplo, la convierte en elefante, una antigua lavadora en un asno, y un andrajoso vestido en un camello. Quien desee entender o sentir el arte de Parajanov ha de comenzar a mirarlo con otros ojos. Porque el genial artista nunca interpretaba públicamente sus obras ni desvelaba ostentosamente sus secretos, aunque cada uno de sus trabajos encerrase misteriosos significados que removían los sentidos del espectador.

Se dice que en toda obra hay un poso autobiográfico, pero Parajanov llevaba esta ambigüedad al límite al confesar: "Prefiero dejar a la gente que contemple mis trabajos y le ayuden a fantasear, imaginar, o descubrir algo personal que pudiera serles familiar, sin importar lo que yo hubiera querido expresar".

Una de las obras que acoge el museo dedicado al artista en la capital de Armenia.

En realidad, ni siquiera de sus películas daba Parajanov una interpretación personal. Cuando fue criticado por algunos espectadores que vieron El color de las granadas y no la entendieron, Parajanov respondía tranquilamente: "Yo no me entiendo a mí mismo. Filmo exactamente lo que se ve en la pantalla".

Ciertamente, su contestación era una broma, pero en parte encerraba una verdad. En opinión de Laura Haruttyunyan, investigadora de la vida y obra de Parajanov, "perseguía con sus obras que la gente ampliase su forma de pensar o imaginar". El trasfondo de su arte representa, probablemente, una rebeldía contra la esquematización de la vida, y, sobre todo, una defensa de la libertad.

En 1982 Parajanov fue nuevamente apresado en Moscú mediante engaños y encarcelado bajo el cargo de cohecho (aunque el motivo real fueron sus siempre polémicas posturas políticas antirrusas). Fue liberado al cabo de un año a causa de su deteriorada salud. Pese a ello, aún pudo filmar La ley de la fortaleza de Suram (ganadora de muchos premios) y Ashik Kerib. En 1990 murió de cáncer en Yerevan (Armenia).

Sin embargo, en palabras de Laura Haruttyunyan, "Sergey Parajanov nunca nos dejará mientras las puertas de su Museo en Armenia permanezcan abiertas para que sus visitantes admiren el maravilloso arte de su fértil imaginación".