U próximo coche será eléctrico”. Nos lo llevan repitiendo tanto tiempo que ya lo hemos interiorizado; con ilusión o convicción en algún caso, con indiferencia o resignación en muchos otros, pero en todos con incertidumbre. La primera duda que suele asaltar a quien pretende comprar coche es cuál elegir. Impelido a afrontar la transición tecnológica del octano al amperio, se pregunta: “¿qué tipo de electrificación me conviene?”. Ojalá este repaso a las posibilidades que ofrece hoy la industria, desde las distintas fórmulas hibridadas a la 100% a pilas, ayude a descubrir la idónea para las necesidades de transporte, la disponibilidad económica y el modo de vida de cada cual.
Acabaremos conduciendo coches electrificados. No es una probabilidad, sino una certeza. Sobre todo porque dentro de nada ya no será posible optar por otra modalidad de impulsión que no lo esté. Las autoridades europeas se han conjurado para acometer la inaplazable descarbonización del planeta. Lo han hecho, eso sí, focalizando culpas en la automoción, sector al que imponen severas restricciones. Fruto de ellas, la producción de vehículos con motores de combustión, los alimentados por gasóleo o gasolina, se acerca a la fecha de caducidad; y su uso comienza a estar restringido.
Los políticos han dictaminado que la gran alternativa a los coches contaminantes de toda la vida se halla en la impulsión eléctrica. Acto seguido, han pasado la pelota a los fabricantes, obligados a dar forma a su decisión, es decir, a cavilar cómo ejecutarla. Ese esfuerzo de la industria del motor para conseguir que la utopía tome tierra se plasma en lo que se ha dado en llamar transición energética. La evolución, que como toda imposición genera detractores, depara un creciente abanico de posibilidades tecnológicas al alcance del público. Son propuestas con distinto grado de implicación eléctrica, que es como decir de eficiencia energética y de rentabilidad económica. Así, el catálogo de casi todas las marcas ofrece ya cuatro tipos de electrificación: la hibridación ligera, la convencional, la enchufable y la 100% a batería.
Antes de decantarse por cualquiera de ellas, conviene conocer los pros y los contras de cada una, sin atender a prejuicios ni escuchar cantos de sirena. Ahí van algunas claves de acceso a la movilidad sostenible.