Quien tiene magia no necesita trucos. El Mago Hodei tampoco. Con tan solo 6 años supo que él quería ser mago. Y a sus 22 recorre con su compañía distintos lugares para poder compartir con niños y adultos lo que mejor sabe hacer. El próximo día 14, el Mago Hodei ilusionará en Gazteiz, en la previa de Magialdia, que comenzará dos días después, y durará hasta el día 22. “En Gasteiz estaremos por la mañana, será una función abierta al público, si el tiempo acompaña”, explica a este periódico.

Con dilatada experiencia pese a su edad, su afición y vocación comenzó cuando tan solo tenía 6 años. “Estábamos de vacaciones y, en la animación hotelera de la noche, un mago necesitaba un voluntario y salí”, recuerda. Aquella actuación no fue sencilla para Hodei pero sí decisiva. Recuerda que una vez refugiado en la habitación del hotel lloró por los nervios debido a su timidez pero al día siguiente “me acerqué a mi madre y le dije quiero ser mago”. Fue entonces, en esa temprana edad cuando empezó a recorrer sus primeros pasos, al principio “en el comedor de mi casa” y después, de manera más profesional. “A los 11 años empecé a hablar con magos profesionales, a leer, a aficionarme... Y a los 16 años comencé con las actuaciones”, recuerda. Dos años después montó su propia compañía.

Desde entonces, Hodei no se imagina su vida sin la magia: “Me llaman el Mago Hodei”, lo dice con orgullo. “Me encanta la magia”, afirma. En este sentido, lo que más le gusta de ella es el efecto sorpresa que recibe del público. “Cuando nos sorprenden mentalmente volvemos a la infancia porque no entendemos lo que pasa alrededor”, dice. Y añade: “Como adultos lo queremos controlar todo y la magia crea esa ilusión en el ambiente totalmente diferente a cualquier otro espectáculo”, opina el mago.

No es fácil entender cómo una carta se puede teletransportar de un lado a otro o cómo un objeto puede desaparecer ante el espectador sin encontrarle la explicación. “Es la lógica de lo imposible”, afirma. “Siempre dicen que lo que hacen los magos no es posible pero a esas personas yo siempre les lanzo una pregunta: ¿si no puede ser cómo es posible que tú lo estés viendo?”.

Magia o truco, la realidad es que el Mago Hodei no trabaja para la magia, sino que vive para ella. En este aspecto explica que la magia es su forma de vida, mucho más que su profesión. “Una de las ideas que más nos costó se resolvió en Berlín, cuando estábamos de vacaciones”, recuerda. “Entramos a una tienda y vimos un objeto que nos dio la idea final para un nuevo espectáculo”.

Y es que ser mago no entiende de vacaciones ni de tiempo libre. Cuando viene la inspiración de un nuevo número todo lo demás se para. “Trabajamos mucho antes de salir al espectáculo, hay ideas que nacen en cinco horas y otras que nos cuesta hasta dos años”.

Todo este trabajo, no obstante, no es en balde. Recibe una gran recompensa: la respuesta de su público. “Muchas veces los niños vienen cañeros intentando pillarnos la trampa pero al cabo de quince minutos les vemos disfrutando al igual que a sus padres”, reconoce. Y esto ocurre porque su magia, tal como la define él, “es diferente, divertida y más fresca”.

Mucho trabajo, mucha ilusión y mucho amor son los ingredientes de su magia y de su espectáculo. “Soy muy feliz. La gente no se imagina el trabajo que hay detrás pero disfruto con lo que hago”, concluye el mago.