bilbao - Tiene un bajo concepto de la política y de quién la gestiona, los políticos. Solo sentiría tentaciones de entrar de ser Wyoming quien estuviera en un partido. Una entrevista con él es un ejercicio de diversión. Cínico cuando le conviene, tierno cuando le parece, sabe moverse como pez en el agua ante los medios y no escatima titulares. En La bola de cristal comenzó su vida artística pública, pero no hay que olvidar su paso por Caiga quien caiga, El intermedio y Hospital Central, entre otros programas.

¿Cómo le ha dado por escribir una novela?

-Debe ser un problema de soledad. Cuando te pones a fabricar personajes, es que te sientes poco acompañado. Aunque también puede ser por una necesidad mía de ponerme retos. Tengo una personalidad parecida a la de los caballos del Grand National, tiendo a darme contra las vallas en cuanto las veo.

¿Y ha querido golpearse haciendo una ficción de humor?

-Es que no había escrito ninguna y mira que he leído humor. He leído todo de Álvaro de la Iglesia, Wenceslao Fernández Flores, Felipe Benítez, también he leído todo lo de Mendoza y digo: ¿Yo por qué nunca he escrito una novela parecida?

Y dicho y hecho, ¿no? Me habían dicho que escribir humor y comedia es difícil.

-He debido aprender de todos ellos, y no me mires con esa cara, no soy prepotente, ¿o sí? Bueno, es igual, me apetecía escribir humor y me han publicado el libro.

Suerte que tiene. Perdone, Carbonell, pero sus personajes me parecen un tanto descerebrados. ¿A quién se parecen?

-Espero que no se parezcan a mí. Lo cierto es que me resulta muy sencillo escribir descerebramientos?

¿Está rodeado de descerebrados?

-No sé si es porque tengo una hermana que tenía unas cuantas taras psicológicas y trastornó a toda mi familia, el caso es que no me cuesta escribir sobre gente trastornada. También por una cuestión de caridad.

Caridad, explíquemelo.

-La maldad siempre la revisto de estupidez. Entiendo que ser malo es una tara mental.

Le veo muy filosófico con la humanidad. Dicen que los estúpidos son peores malvados que los inteligentes.

-Por supuesto. Dios nos libre de los tontos.

También se dice que hay muchos.

-Por desgracia. Dentro de lo que cabe, un malo puede ser inteligente y tener algún sentido su maldad. Pero mis malos están equivocados y no dicen nada más que gilipolleces

Tampoco se ha estrujado mucho el cerebro para titular la novela, Pepita.

-Tiene sentido, en esta novela se habla de ambición. Es una mina de oro y Pepita es un nombre de mujer, sí; pero también es el nombre de una porción de oro. Como ves, sí que he pensado un rato para ponerle el título.

Pepita, su protagonista, es la más cuerda.

-Y me ha costado un huevo ese personaje.

Y ahora me dirá que se parece a usted en cordura, ¿no?

-¡Qué graciosa! Para nada, se parece a mí madre. Pero tampoco siempre. A veces es mi madre, a veces es mi hija Mafalda, otras es mi mujer, una novia mía? Pepita es un trabajo de nostalgia y un homenaje a la mujeres que han pasado por mi vida.

¿Han sido muchas?

-Sí. Y a todas las tengo en un pedestal, todas han sido buenas.

¿Qué ha hecho para rodearse de mujeres buenas?

-Que conste que he tenido conflictos muy grandes con ellas?

¿Con todas?

-Con casi todas, pero conflictos muy gordos, cosas de acabar en un juzgado de guardia. Pero oye, al final, todas me quieren y a todas quiero.

¿Cómo se las ha arreglado para escribir la novela?

-Una de las virtudes que tiene el lenguaje y la literatura es recordarnos la fuerza que tiene la palabra. Esta es una reflexión que tuve y que recogí en el libro anterior: Si tú tienes la palabra precisa, no necesitarás dar un puñetazo en la mesa. Escribiendo este libro, he intentado encontrar, no solo la palabra precisa, sino la palabra florida. Las memorias no las escribí, las vomité. Este libro sí que está escrito, y lo está intentando acercarme a esos autores que me gustan, se me ha escapado algo de Lorca, algo de esos autores que he nombrado antes.

Van a temblar los de la Real Academia.

-Ja, ja, ja? Espero que no me den nunca un sillón, no creo que estén dispuestos.

Cosas más raras se han visto. ¿Se imagina leyendo el discurso de entrada?

-¿Sinceramente? No. No me veo de académico.

¿Introduciría alguna palabra nueva en el diccionario de la RAE?

-Seguramente, sí. Últimamente me viene mucho a la cabeza la palabra cambembo, es como se quedan los balones cuando le pegas una patada con la punta del zapato, votan raro?

Está admitida.

-Ah, ¿sí? Yo soy cambembo por cómo tengo la columna. Pero me gusta pensar que cambembo es una persona a la que el cerebro le ondula.

Los toreros muertos siguen muy vivos.

-Ja, ja, ja? Pues sí. Ha pasado el tiempo, en el 84 es posible que ya estuviéramos dando gritos en un bar en Madrid. El primer disco salió en el 86.

35 años de ‘La bola de cristal’.

-¡Qué barbaridad!

¿Qué supuso ese programa para usted?

-Mi vida entera. Entrar en TVE, viniendo prácticamente de actuar en la calle, es más, teniendo que volver a actuar en la calle. Pagaban fatal?

Pensaba que siempre se había pagado bien en televisión.

-¡Qué va! Era la única televisión y Pedro Reyes y yo teníamos en la cara el símbolo de iletrados. Vivíamos como las ratas. Lola Rico nos dijo después de la primera vez que fuimos que le habíamos salvado el programa, que le habíamos dado el impulso que le faltaba. Estaba majara.

¿Majara Lola Rico?

-Sí, con todo el cariño del mundo. No encontraban a un actor negro, era el año 84, y dijo: Llamad a esos dos chicos que dicen que improvisan y vestidlos de negros y que Alaska los entreviste. Nos dio el papel de Viernes a los dos.

¿Viernes? ¿El Viernes de Robinson Crusoe?

-Sí, los dos éramos Viernes. Empezamos a colaborar y nos quedamos tres años en La bola de cristal.

Un programa que le hizo ducharse por lo menos una vez por semana.

-Ja, ja, ja? Es verdad. Tenía una ducha colectiva en la pensión en la que vivía. Iba un solo día a la semana al programa y ese día me duchaba, no me quedaba más remedio. No lo entiendo.

¿La necesidad de ducharse?

-Eso. Gracias a que se fumaba en todos los sitios, la gente era capaz de soportar el mal olor corporal. El humo nos permitía soportar esa falta de higiene. En la falta de higiene hay una parte de felicidad.

¿Perdone?

-El mundo higiénico es bastante aburrido, la asepsia es casi una enfermedad.

Hablamos de limpieza corporal, no de asepsia. Habrá solucionado sus problemas con la ducha, imagino.

-Por supuesto, descuida que he venido duchado. Me ducho todos los días, y hasta dos veces, estoy hecho un aburrido. Y la ducha no da la felicidad, que quede claro.

¿Qué vigencia tiene a día de hoy Los toreros muertos?

-Hicimos la gira Bicicleta estática en 2018 y ahora estamos en Estruendo folklórico 2019. Estamos vigentes porque nos hemos fijado en el folklore y, es más, nos hacemos acompañar por una charanga de Azuqueca (Guadalajara). Son ocho chavales con una media de edad de unos 23 años y que están al fondo del escenario bailando sin parar.

Es como regreso al pasado.

-De verdad que sí, la cosa es de un pueblerino que asusta, pero gusta, eso creo, y de un pachangueo tremendo. Como las verbenas de antes. Hemos encontrado un filón rústico para meter una mirada punk muy interesante.

Los políticos están de moda?

-¿Tú crees?

Lo digo porque acabamos de pasar dos convocatorias electorales. Pedro Sánchez, Pablo Iglesias, Santiago Abascal, Casado, Rivera? ¿con quién de ellos se iría usted de cañas?

-Me iría a tomar cañas con Rubalcaba?

Un poco tarde para eso.

-Me hubiera encantado. Me he tomado cañas con muchísima gente. De vuestro entorno, me he tomado cañas con Erkoreka, con Anasagasti, pero nunca he estado en la bodeguilla de La Moncloa.

Pues habrá que llamar a Sánchez.

-Un día de estos. Político que me caiga bien, tendría que decir que Pedro Sánchez. Me gustaría tomarme un vinito con Manuela Carmena, me parece una tía cojonuda, una mujer muy digna? Poco más. Por ejemplo, un tío del PP que no me cae mal, Alfonso Alonso.

Es usted ecléctico en política.

-A este tío le detecto cierta salsa. Acabo de terminar María Estuardo de Stefan Zweig, es fascinante cómo desde la edad media los políticos tenían asumido en el cargo la capacidad de mentir. No me extraña que no queramos juntarnos con ellos.

Actor, presentador, director, cantante y escritor. ¿Qué es realmente Pedro Carbonell? ¿Qué le da más dinero?

-Desde luego la escritura da satisfacciones, pero no da dinero. Donde más libre me siento es en el escenario. Posiblemente da más dinero la televisión.

Sin embargo, hace mucho que no hace televisión.

-Es que la televisión es muy jodida. Primero por los horarios, te levantan a las seis de la mañana, y tienes que estudiar. A lo mejor me gustaría hacer cine, de director me encantaría, mandar me mola. Repito, donde más libre me siento es sobre el escenario.

¿Le han tentado para que entre en el mundo de la política?

-No. No valgo, creo que ser político es algo que está fuera de mi alcance.

¿No sabe mentir?

-Sí, sí que sé, miento muy bien. Es que no me apetece, la política me parece aburrida, sosa, indigna?

La política es necesaria, la buena política.

-En la política actual hay algo que no me gusta, el poder siempre corrompe.

No es justo generalizar.

-Siempre hay alguien que queda a salvo. A lo mejor, si Wyoming dice que se va a presentar por un partido, iría con él. Donde quiera que Wyoming me haya dicho ven, yo he ido. Si él me da una cartera?

¿De ministro?

-Eso, yo iría con él.

¿Ambicioso?

-No, en absoluto, solo que confío en personas como él.