GÁCHESE quien esto lea o alce el cuello, según se detenga en uno u otro rincón. Es este un paseo por las páginas de la historia de la villa, de un Bilbao al que nunca le ha faltado pulso firme ni historias que contar a la luz de las velas. La crónica que hoy llega a nuestras manos se detendrá en la casa donde cobró vida el Fuero nuevo de Bizkaia, en las viejas murallas medievales cuyos restos aún persisten y en la que fue la casa más antigua de la villa aun en pie hasta comienzos el siglo XXI, allá en la calle Iturburu. Son huellas del pasado, guiños de una ciudad que ha llegado hasta nosotros pletórica pero marcada con sus cicatrices, señales de vida intensa y plena.

La muralla se levantaba antaño rodeando y protegiendo lo que hoy conocemos como las Siete Calles. Somera, Artekale, Tendería, Carnicería, Belostikale, Barrenkale, Barrenkale Berria y los cantones que las unen en zigzag fueron, según todos los indicios, origen y corazón de la villa durante siglos.

De la antigua muralla que la circunvalaba todavía hoy se conservan restos en la calle Ronda, que recibe su nombre de los turnos de vigilancia que realizaban los soldados alrededor de la misma. Encajadas en construcciones posteriores, las ruinas de aquella gran barrera son difíciles de percibir al primer vistazo. Pero, una vez localizadas, permiten trazar con la imaginación los límites del Bilbao medieval.

Además de su función defensiva, la muralla servía también para separar dos tipos de vida bien diferentes. Extramuros se extendía el mundo rural, el de la gente modesta que se dedicaba a la pesca, la agricultura o la ganadería. Y del muro hacia dentro, vivían los villanos y comerciantes, las familias de apellidos importantes, títulos y palacios, como el de Cortázar o el de Arana. En el siglo XV no hubo otra solución que derribar la muralla para permitir la expansión de la villa.

Los cálculos estiman que la muralla tenía seis metros de alto y dos de ancho y originalmente pasaba por donde está emplazada hoy la calle Pelota. Cuentan crónicas más txirenes que los antiguos bilbainos aprovecharon las piedras de la muralla para hacer un frontón y la calle acabó quedándose con el nombre, que persiste hoy aunque el "juego de pelota" se trasladó en 1790 a los terrenos de la travesía la Estufa. Este nuevo frontón estaba ornamentado con tribunas para las autoridades del Concejo y del Consulado, y coronaba su frontis una estatua dorada de la Fama; ocupaba la plaza de San Nicolás y parte del Arenal en la travesía de la Estufa.

Desplacémonos un punto para encontrar otra huella dactilar de la villa más desconocida que la anterior pero que también dejó su marca en la pared, nunca mejor dicho. Avanzando un poco por la ribera izquierda de la ría, el paseo pasa de Martzana a la Naja, lugar en el que encontramos casi desapercibida una rememoración histórica antigua y relacionada a la vez con el nombre del muelle. Se encuentra en el punto en que estuvo la casa en el siglo XVI en la que se reunieron los comisionados representantes de la Tierra Llana, encargados de redactar el Fuero Nuevo de 1526. Sobre la placa conmemorativa se puede leer la siguiente inscripción: "Nasa honen goiko aldean Martin Saez de la Najaren etxea zegoen. Etxe horretan, 1526ko abuztuaren 31n, Bizkaiko gobernurako Foru Berria idatzi zen". "En la parte alta de este muelle estaba la casa de Martín Sáez de la Naja en la que, el 31 de agosto de 1526, se terminó de redactar el Fuero Nuevo para el gobierno de Bizkaia.

La casa madre, si es que podemos llamarla sí, se derribó en 1898 y los escudos se trasladaron a la fachada del palacio de Saráchaga, en Güeñes, perteneciente a los Arrieta-Mascarúa. Martín Sáez de Lanaja vivió en la época comprendida entre 1478 y 1532, dedicándose al comercio marítimo con el que consiguió una gran fortuna. Fue regidor y bolsero del Concejo de la Villa y perteneció a la Universidad de Mercaderes y el Consulado de Bilbao. Todo un prohombre de la villa cuyo apellido se partió en dos: La Naja.

La concesión de la línea de ferrocarril Bilbao-El Desierto, se realizó por R.O. del 15 de junio de 1881. La estación original, construida por Pablo Alzola, fue inaugurada el 19 de marzo de 1888 junto con el ferrocarril de Bilbao a Portugalete, siendo posteriormente derribado su edificio para convertirla en una estación soterrada en el mismo emplazamiento. Durante muchos años fue la cabecera de las líneas C-1 y C-2 de Renfe Cercanías Bilbao. La infraestructura fue clausurada el 3 de marzo de 1999, con la entrada en funcionamiento de la denominada Variante Sur Ferroviaria y la centralización de todos los servicios de cercanías ofrecidos entonces por Renfe en Abando.

Saltemos entonces a una tercera curiosidad. Hay que desplazarse hasta la calle Iturburu, más en concreto hasta el portal número 6. El edificio que ocupaba ese solar estaba considerada la casa más antigua de Bilbao, databa del siglo XV y era la única vivienda urbana que subsistía de esa época, hasta el 25 de enero del 2006, cuando fue demolida. Se perdía para siempre el Bilbao de madera. Tenía planta baja y dos plantas en voladizo y un tejado a dos aguas. Era conocida como la casa de los pescadores porque en el frontón que estaba en la parte trasera jugaban a la pelota los marineros. Se ha conservado el arco gótico de piedra de sillería de la entrada para instalarlo en un parque público cercano como vestigio de aquel tiempo que ya se fue. Como marca de huella.