Así puede decirse que murió Ignacio Ellacuria: Al frente de un pueblo crucificado. Nacido en Portugalete el 9 de noviembre de 1930, fue el cuarto de cinco hijos varones de un oftalmólogo de la ciudad, riguroso en sus exigencias. Sus primeros estudios los cursó en Portugalete, pero después su padre lo envió al colegio de los jesuitas de Tutera. Entró en el noviciado al año siguiente, por voluntad propia, el 14 de septiembre de 1947, en Loyola. Comienza su camino.

A los 17 años, el 14 de septiembre de 1947 ingresó en el noviciado de la Compañía de Jesús en Loyola. En 1949 fue enviado a El Salvador al noviciado de Santa Tecla, siendo entonces su maestro el Padre Miguel Elizondo, donde realizó su primera profesión de votos. En 1958 volvió a ser estudiante, esta vez, en Innsbruck (Austria), donde estudió teología hasta 1962, siendo ordenado sacerdote en Innsbruck, el 26 de julio de 1961. No recordaba estos años con entusiasmo. Austria le pareció fría y oscura y en aquella época solo el fútbol, una de sus pasiones, le alivió las cargas. Tal era su cariño al fútbol y al Athletic que, refugiados Jon Sobrino e Ignacio Ellacuria en el campanario de la catedral de San Salvador de un salvaje tiroteo del ejército salvadoreño contra la población, Ellacuria preguntó a Sobrino sobre "¿cómo está la cosa?". La respuesta no se hizo esperar, Sobrino guardaba un pequeño transistor desde el que escuchaba la radio, "no todo está perdido, acaba de marcar Noriega", dijo.

Regresó a San Salvador en 1967, destinado a la recién fundada Universidad Centroamericana José Simeón Cañas (UCA); casi todos los años viajaba a Madrid, donde dedicaba varias semanas a trabajar con Xavier Zubiri. La segunda Conferencia del Episcopado Latinoamericano, de 1968 celebrada en Medellín marcó su reflexión hacia la liberación.

En 1979 se produce un Golpe de Estado de la Junta de Gobierno en El Salvador. Fracasa este intento y se desencadena una cruel violencia y guerra en el país. El 24 de marzo de 1980 es asesinado el arzobispo Romero durante la eucaristía. Y, a finales de 1980, Ellacuria sale "desterrado". Desde entonces su lucha fue con el pueblo salvadoreño hasta que el 16 de noviembre de 1989 fue asesinado por un pelotón del batallón Atlácatl de la Fuerza Armada de El Salvador, bajo las órdenes del coronel René Emilio Ponce, en la residencia de la universidad, junto con cinco jesuitas más, además de Elba Julia Ramos, persona dedicada al servicio de la Residencia, y la hija de ésta, Celina, de 15 años. En la actualidad, el cuerpo de Ignacio Ellacuria yace enterrado en la capilla de la UCA. Su memoria planea por toda la tierra.