El periodista murciano de 41 años Alfonso Merlos lleva dos semanas de furibunda actualidad. Y no es porque haya revelado tremendos secretos fruto de una sesuda investigación profesional, ni por una acertada columna de opinión. Todo se debe a un despiste sin importancia que se ha convertido en bombazo rosa en tiempos de confinamiento. Resulta que Merlos, pareja oficial de una popular opinadora que debe su fama, paradójicamente, a un reality-encierro, salió, muy formal, diciendo sus cosas de conservador ingenioso por Youtube. Todo normal. Si no fuera porque a su espalda, al fondo, transitó repentinamente... ¿El Yeti? ¿Drácula? ¿Santa Teresita del Divino Pasmo? Nada de eso. Una grácil mozuela con poquita ropa que se dirigía a la terraza como Pedro por La Moncloa. La ninfa no era su novia.

"No sé cómo pudo suceder. Puede que fuera a casa del vecino y se le ocurrió pasar de balcón a balcón. Consultaré con Iker Jiménez, a lo mejor se trata de un fenómeno tipo La Niña de la Curva. Veré si existen precedentes de La Pepi de la Bandeja, que así es como he bautizado ese fenómeno paranormal", explica muy serio.

De todas maneras, definir a Merlos como periodista es quedarse corto. Además de licenciarse en periodismo por la Complutense de Madrid, es diplomado en Seguridad en el Mediterráneo por el Instituto Español de Estudios Estratégicos y Doctor en Derecho Internacional Público y Relaciones Internacionales por la Universidad. Ha ganado el Premio Nacional Defensa por su investigación La evolución estructural de Al Qaeda: ventajas operativas y desafíos para el contraterrorismo y el premio Mariano José de Larra en 2010 al periodista menor de 30 años que más se ha distinguido en el año anterior, otorgado por la Asociación de la Prensa de Madrid. En 2020 opta al premio nacional Nacho Vidal al erotómano del año y al internacional Rocco Sifredi a la pillada in franganti. Una joya.

Además de todo esto, ha publicado media docena de libros, preferentemente sobre terrorismo islamista. Ahora parece que, a los de Al Qaeda, los quiera matar de risa.

Señor Merlos, ¿alguna explicación para lo suyo, además de lo del fenómeno paranormal?

—No cuela, ¿verdad? Voy a serte sincero, chico: soy muy salido para los encierros. Suena contradictorio, pero qué va. Cuanto más me encierro, más salido. Al tercer día me subía por las paredes. Para el final del primer mes, me había acostado con todas las señoras del bloque, incluida la portera, que es una viuda muy simpática de Soto de Cañoscuevas. Me decía que le daba apuro porque hacía mucho que le faltaba peluquería y depilación, pero a un patriota nada de lo peninsular le es ajeno. Muy maja la señora. Y gran cocinera. Tengo aquí unas torrijas que me ha traído esta mañana.

Así se explica lo de la otra periodista, claro.

—Luego están las mascarillas. A mí las mascarillas me estimulan una barbaridad. Y venga todo el día viendo mascarillas por el balcón y por la tele. Pierdo el control. Yo era de los que lo hacía con mascarilla antes de todo este lío de la pandemia. Es algo que debo confesar. Eso produce un reflejo condicionado. Perdona, ¿la otra periodista? ¿A cuál de todas te refieres? ¿De qué día estamos hablando? ¿Miércoles por la mañana? A ver que mire en la agenda: miércoles por la mañana... Alexia, claro. Por ejemplo, el martes por la tarde era Maripuri; el viernes, Jenny; el sábado, Rodolfo€ Espera, eso era una reunión de trabajo. ¿O no? Es igual, cuando me pongo, me pongo.

Parece que no se da cuenta usted de lo irresponsable de sus actos. Debía estar usted confinado. Y sus eventuales parejas, también.

—¿Quién te ha dicho que lo hago con parejas? ¿Eh? Ya se ha ido alguien del pico, ¿verdad? Si es que todo se termina sabiendo. ¿Quién ha sido? Dímelo, que los hundo.

Me ha entendido usted mal, señor Merlos. No me refería a lo que usted dice.

—Respondiendo a su pregunta: lo mío ha sido un malentendido. Y la culpa de todo la tiene el gobierno socialcomunista de Pedro Sánchez y el bolivariano Iglesias. Sánchez sale los sábados por la tele soltándose unos rollos incomprensibles y, además, pronuncia raro. Cuando explicó lo de la desescalada, entendí desexcalada... de darle a la coyunda, ya me comprendes. Y produjo en mí un efecto irrefrenable. Ante el escándalo, me pregunté: ¿Pero no había empezado ya la desexcalada?

Cuando intento decirle que ese malentendido no justifica sus anteriores escarceos eróticos en el confinamiento, se produce un extraño fenómeno en la videollamada: cruzan por detrás de Merlos, vestidas de vedettes, todas las Mama Chicho, haciendo la conga y cantando aquella canción que las hizo famosas. Se despide con una sonrisa y encogiendo los hombros.