Elizabeth Warren, una de las candidatas a la presidencia de los Estados Unidos -pasará por el proceso de primarias del Partido Demócrata-, lleva una temporada que no suelta a Facebook. No es para menos: ha evidenciado ya abusos de poder, concentración de mercado, manipulaciones por la vía publicitaria, etc. Hace unas semanas conocimos un experimento que ella misma había promovido: Facebook permitió anunciar que Mark Zuckerberg -fundador y director general de la empresa Facebook- apoyaba la candidatura de Trump. Naturalmente, es falso. Fue una prueba para evidenciar la falta de filtro de la plataforma publicitaria del gigante Facebook.

Este hecho demostraba algo que se venía rumoreando: la red social Facebook permite mentir abiertamente en su sistema publicitario. El propio Zuckerberg, en una conferencia que dio en la universidad de Georgetown a mediados de octubre, llegó a decir que son tensiones y situaciones con las que nos tenemos que acostumbrar a vivir. Ciudadanos, políticos y personalidades conocidas están expuestos a estas mentiras. La condición para que esto suceda es sencillamente invertir en publicidad en Facebook. Quizás esta sea la razón por la que parece natural que sea Donald Trump el político que más invierte en Facebook. Hay semanas en las que ha llegado a invertir hasta un millón de dólares.

No es raro así intuir qué política de publicidad sigue la propia Facebook. Porque claro, también la gran agencia publicitaria de nuestra era (Facebook), invierte en publicidad. Invierte mucho en medios tradicionales (vallas publicitarias, TV, radio, periódicos, etc.) para convencer de las bondades de su método publicitario. Y uno de sus grupos objetivo más utilizados son precisamente los partidos políticos.

LIBERTAD DE EXPRESIÓN Zuckerberg sabemos que fundamenta parte de su discurso en garantizar lo que él denomina el quinto poder: la libertad de expresión. No sabemos si será porque le viene bien para su modelo de negocio, o porque realmente tuviera esta ideología antes de crear la red social. Pero lo cierto es que su modo de proceder y comportarse en el día a día se basa en ello. Es difícil, no obstante, luchar contra esta cantidad de abusos de poder. Hasta el 70% del tráfico que llega a los sitios webs en Internet viene de Google y Facebook. Un porcentaje nunca jamás alcanzado en la historia, y que nos permite entrever por qué opera con tanta impunidad ante situaciones como las descritas. Hemos permitido y blanqueado que tengamos un sector donde la plataforma -o infraestructura- y quien opera dentro de ella puedan ser la misma empresa. Esta particularidad no es solo de la gran infraestructura social (Facebook), sino también del mayor centro comercial del mundo (Amazon) o del mayor buscador de información (Google). En épocas pasadas, se hizo esta división y se eliminó el rastro. Es decir, que el dato generado de operar en dicha infraestructura nunca fuera para el beneficio de la empresa que opera la plataforma. Esto, que es lo que ocurre ahora, es lo que ha provocado que Amazon tumbase a Toys R Us o que Google comprara Waze. En otras palabras: se quitaron competencia. Sin ella, aparecen situaciones kafkianas como que se permita mentir sobre cualquiera y que pocos y pocas salgan de su asombro.

Si Facebook no tuviera dentro de su mismo grupo a Instagram y WhatsApp, entiendo yo, notaría de manera más cercana la competencia, y quizás se preocupara más por nuestros derechos fundamentales y los de la sociedad en agregado. Nos iríamos si no a otra plataforma a hablar. Pero no es fácil -en Europa al menos-. Si queremos que algún día Facebook deje de operar como un gobierno -su opinión es motivo de sección de telediario también-, deberíamos difundir más ideas como las propuestas por la candidata Warren. Pero claro, esto pasa por entender bien qué son estas empresas. Vivimos fascinados por la tecnología, pero sin entender lo que realmente es. Usamos estas tecnologías pero no evaluamos sus consecuencias ni tampoco decidimos en su uso. Y esto, creo, es un problema democrático mayúsculo.