bilbao - El jueves se estrena en España, Francia y Alemania MotherFatherSon, la serie protagonizada por Richard Gere y en la que Elena Anaya interpreta a Sofía, la segunda esposa de Max, el personaje que interpreta el actor estadounidense.

¿Cómo podría explicar a su personaje, Sofía?

-Ella es la segunda mujer de Max, el protagonista, es el personaje que interpreta Richard Gere. Es una familia bastante desestructurada y con personajes shakesperianos, muy profundos, muy reales, muy atormentados, muy perseguidos por su pasado...

El protagonista parece un hombre muy dominante.

-Lo es y mucho. Le gusta dominar, tiene el poder, pero quiere mucho más. Su hijo -lo tuvo con su primera mujer- se resiente de la relación con su padre. Max lo único que tiene como objetivo es conseguir llegar a las metas que se ha marcado. Él se casa con una mujer mucho más joven que él, es Sofía, mi personaje, mi papel es muy chiquitito.

¿No le importa que su personaje sea pequeño?

-En absoluto. Me parece muy interesante. Es una tema que trata cuestiones muy importantes. No solo trata de familias, hay temas de poder, de corrupción, de ambición... Sofía es la única que puede parar los pies a la persona más peligrosa, a Max. Es una mujer que rompió con su familia, una familia muy poderosa de México cuando era menor de edad, ella se divorció de los suyos.

Eso no parece muy legal, ¿no?

-Ja, ja, ja... No es que se vaya de casa. Su nivel social le permite ir a internados en Suiza con 12 años. Desde el primer día que llega al colegio, no quiere volver...

¿Prefiere el internado? Sí que es raro, ¿no?

-Solo vuelve cinco días al año, para tener el contacto justo y necesario. Ella rehace su vida fuera de casa porque sabe a lo que no quiere pertenece y es al lugar que ocupa su familia en México.

Sin embargo, cae en la garras de Max, un hombre muy similar a los de su familia.

-Exacto. Max pertenece a ese lugar al que ella renunció casi en su infancia. Ella, por varias circunstancias, se vuelve a meter en esa corrupción, en esas mentiras, en ese horror que creía haber dejado atrás. Sofía es una mujer sencilla, luminosa, sabe lo que no quiere.

Pero es una mujer poderosa, aunque solo sea porque está casada con uno de los magnates de la comunicación que maneja a su antojo a las personas por los secretos que conoce de ellas.

-Pero que no utiliza el poder. Max es el padre de su hijo, ella está embarazada y tiene el poder de frenarle porque sabe qué es lo quiere en su vida y también lo que no quiere.

Una serie que va sobre medios de comunicación, el poder de la información, su manipulación y las luchas de voluntades. ¿Cree que en la vida real puede ser igual?

-No lo sé. No me dedico a la comunicación, no la he vivido desde dentro. Supongo que algo de realidad habrá, pero no sé hasta dónde llega. Cuando me dieron los guiones, me sentí fascinada por cómo estaban escritos y por cómo relatan las relaciones de poder, cómo viven esas familias adineradas que parecen tenerlo todo. También me enganchó cómo a través de la información se puede modificar el pensamiento de los ciudadanos. En la serie se muestra a qué se le da valor, a qué político hay que apoyar en un momento específico de las elecciones, qué es lo que hay que tapar o destapar. No sé si el mundo de la comunicación funciona así o no. Como espectadora de la serie, me interesaba el enfoque que el autor de este texto daba a la serie y a los personajes.

El mundo de la comunicación vive un momento convulso y con muchas interferencias que llegan desde las redes sociales. ¿Qué canales de información utiliza usted?

-Las redes sociales no, desde luego que no. No tengo ni la aplicación en el móvil para mirarlas, no me interesan lo más mínimo. Escucho la radio. Me gustaba antes poder escuchar por la mañana la SER.

¿Ahora no?

-No tanto. Los cambios que han hecho no me gustan mucho...

Era más de Pepa Bueno por lo que veo, ¿no?

-Pues sí. Absolutamente. Intento seguir escuchando a Pepa por las noches, pero a veces no puedo. No tengo tiempo para escuchar la radio. Pero si puedo escucharla lo hago, es una informadora extraordinaria. Llega a la gente, da su opinión, pero sin invadir el pensamiento de los demás sobre lo que está informando. Contaba muy bien lo que estaba pasando, me gustaban sus colaboradores.

¿Lee la información en papel?

-Sí. Me gusta leer el periódico, soy muy convencional en ese sentido.

En su profesión las redes sociales influyen mucho. ¿Le resulta más cómodo mantenerse al margen?

-Es que no sé cómo se vive con ellas, nunca he vivido con redes sociales. No cambiaría este modo de vida por nada, no tengo ningún interés en modificarla. Pero tengo otras redes sociales.

¿Cuáles?

-Hago como siempre se ha hecho. Mis redes sociales me duran treinta años, son mis amigos, mis contactos son gente que quiero y que me quiere. Hablamos, no nos mandamos mensajes de texto. Si pasa algo o alguien quiere contar algo, se llama por teléfono, quedamos en el barrio, nos juntamos, quedamos y nos miramos a los ojos. Es la gente con la que me veo, me tomo un café y ve la cara de cansada que tengo o yo veo la suya. De verdad, me gusta hablar con mi frutero, saludar a mis vecinos y saludar al de la tienda de al lado. Estas son mis redes sociales y no estoy dispuesta a perderlas.

Hay quien no puede vivir sin redes.

-Y me parece muy bien, pero yo no sé si me gusta que me cuenten las cosas por Instagram. Sé que las redes sociales pueden llegar a ser muy válidas. No tenerlas me ha supuesto algún problema para trabajos que te exigen que estés conectadas. Pero lo tengo clarísimo, es una opción de vida y estoy a gusto.

¿Y qué me dice del móvil?

-Que lo utilizo lo justo, no tiene sonido, no tiene notificaciones, no se ven los mensajes. Tengo un teléfono moderno, pero tiene una razón, lo necesito a veces para leer un mail, para dar el visto bueno a las fotos de una sesión. Solo lo utilizo de esta forma cuando no estoy en casa delante del ordenador. Lo uso lo mínimo posible, quiero vivir tranquila. ¿Sabes una cosa?

Dígame.

-Si es algo urgente que me llamen; si no, quedo a tomar un café con quien sea, nos miramos a los ojos y nos contamos lo que sea. Además, no me da la vida.

Elena, ¿podríamos decir que lleva más de 25 años en la profesión?

-Sí. Voy a hacer 45 años y empecé con 19. Jo, cómo ha pasado el tiempo, a veces ni me doy cuenta.

Tiene un currículum impresionante.

-Muchas gracias por ese impresionante, he tenido mucha suerte todos estos años.

¿Es una actriz que se permite seleccionar los trabajos, a qué dice que no?

-He tenido la suerte desde el principio de poder decir que no a lo que no me gustaba.

Dijo que no a su segunda película.

-No me gustaba nada el director, no iba a ser nada placentero para mí el trabajo. No me gustaba su actitud. Tenía 19 años y pensé que nunca más me iban a llamar. He dicho que no más veces que las que he dicho que sí. Es importante. Si te lo puedes permitir, claro.

Muy valiente, ¿no?

-Fue una circunstancia de la que me apetece hablar poco, pero nunca me he arrepentido. El trato no me pareció elegante y dije "no". A veces no es valentía, a veces es inconsciencia, un impulso. Nunca sabes si vas a acertar o te vas equivocar. Pero es necesario dar ese paso que ni tu agente, que ni tus seres más cercanos te pueden decir. Me volví a casa pensando: "¡Madre mía! Tengo diecinueve años y acabo de decir que no a un trabajo". Sentí que estaba bien.

Poca televisión española.

-Poca televisión en general. No me han llegado muchas ofertas de televisión, la mayoría han sido cine y teatro. Las cosas de televisión que me ofrecían no me interesaban mucho. Me parecía que no aportaba nada y no me apetecía formar parte de esa historia. No quería engañar al público. Yo no dedicaría un trozo de mi noche a ver algunas de las cosas que me han ofrecido.