- Afianzar con un cuarto mandato el régimen híbrido, entre democrático y autoritario, del ultranacionalista Viktor Orbán, o la promesa de reinstalar los valores europeos de su rival, Péter Márki-Zay, son las dos opciones que afrontan los húngaros en las elecciones parlamentarias de mañana. Orbán no solo corre riesgo de perder la mayoría de dos tercios con la que lleva gobernando 12 años, sino que son las primeras elecciones en las que la oposición, unida en un frente desde la derecha radical a la izquierda, tiene opciones, si bien inciertas, de ser alternativa.

Desde que llegaron al poder en 2010, el primer ministro y su partido conservador nacionalista Fidesz, han llevado a cabo una “revolución conservadora”, con numerosas leyes que han generado graves conflictos con la Unión Europea (UE). Una nueva Constitución que aprobó a solas y que refleja valores cristianos, conservadores y ultranacionalistas; la reforma electoral que favorece al Fidesz; la limitación de la libertad judicial, de prensa y de enseñanza; o el acercamiento a la Rusia de Vladímir Putin y China han marcado los tres mandatos anteriores.

Según Orbán, Europa debe basarse en la “soberanía nacional y la defensa de la fronteras, así como en políticas de familia y el respeto de las tradiciones culturales”, rechazando la inmigración, pero también los derechos de la comunidad LGTB+, el capitalismo global y el multiculturalismo.

La novedad de estas elecciones es que el sistema del Fidesz se enfrentan a una coalición opositora, liderada por el conservador Márki-Zay, que promete dar marcha atrás en la pérdida de valores democráticos.

Muchos analistas definen la Hungría de Orbán como unhíbrido: sigue habiendo elecciones regularmente pero el gobierno acumula tanto poder sobre la educación, la enseñanza, los medios de comunicación y la Justicia, que ya no hay equilibrios ni controles. Por eso, los partidos de la coalición “Unidos por Hungría” han elaborado un programa centrado en reinstalar en el país una democracia que respete los valores europeos y se integre por fin, por ejemplo, en la Fiscalía Europea para poner fin a la endémica corrupción y el nepotismo.

Las últimas encuestas pronostican escenarios muy diferentes, que van desde un empate técnico a una victoria para el Fidesz con entre el 42% y 50% de los votos, con lo que mantendría la mayoría absoluta pero perdería los dos tercios en el Parlamento, que le permitieron cambiar la Constitución, ampliar su control de la Justicia o imponer estados de emergencia. “En comparación con las elecciones anteriores (2014 y 2018) hay varios factores nuevos que hacen difícil predecir los resultados”, explica Balázs Böcskei, director de investigaciones del Instituto Idea. Según el analista, la principal novedad es que la coalición opositora puede movilizar a muchos votantes que no creían que era posible ganar a Orbán. “Si muchos piensan que se trata de un ‘ahora o nunca’ podría motivar hasta a votantes indecisos o pasivos, dando sorpresas en las elecciones”, asegura.

Vigilancia electoral. La misión de la Organización para la Seguridad y la Cooperación en Europa (OSCE) que vigilará los comicios en Hungría criticó la semana pasada la ausencia de libertad de prensa, con gran parte de los medios controlados por el gobierno. Orban, sin embargo, ha despreciado la valoración de la OSCE al sostener que “solo cita fuentes de izquierda u opacas” y que en el documento se expresan afirmaciones “sin fundamento”. Hungría ocupa el puesto 92 de 180 países en el índice de libertad de prensa de Reporteros Sin Fronteras, mientras que en 2010, cuando Orbán y Fidesz llegaron al poder, su puesto era el 23.