En el selecto club de las victorias de etapa en el Tour, David Etxebarria luce con dos laureles. “Para ganar en el Tour se tienen que dar varias circunstancias. Hay que tener patas, hacer las cosas bien y que se dé el contexto adecuado (tenía cierta libertad), pero también es necesaria la suerte”. El ciclista de Abadiño reunió todos los elementos para gritar dos veces su fortuna en una carrera que te sitúa a otro “nivel”. “Ganar en el Tour te da otro estatus. Hay un antes y un después. Te coloca en el recuerdo de la gente, en su memoria”.

Etxebarria, que corría en la ONCE, abrió dos huecos en los arcanos de la memoria colectiva. Ambos en 1999. “Gané viniendo de sendas escapadas. Las fugas tenían las papeletas”. Con esa idea, rememora Etxebarria, tuvo que salir a los palos. “Nunca sabes cuál es el bueno. Hay un componente de suerte. La clave es que tenía buenas patas y eso te da posibilidades de salir a varios intentos. Cuantos más intentos, más posibilidades. Al final, es estadística”, argumenta.

EL DE ABADIÑO, MUY INTELIGENTE, HIZO DOBLETE EN LA EDICIÓN DE 1999 Y FUE EL MEJOR DE SENDAS ESCAPADAS

La primera diana del vizcaíno se produjo el 16 de julio, en la 12ª etapa del Tour, entre Saint-Galmier y Saint-Flour, de 197 kilómetros. Se produjo una fuga numerosa y David Etxebarria estaba allí. “Cuando la escapada es numerosa se colabora y luego cada uno mira por sus intereses”, apunta. Comenzó el baile. A falta de 25 kilómetros se dividió el grupo. Apenas dos fotogramas después, Etxebarria arrancó y se fue: “Fueron 23 kilómetros en agonía. Dándolo todo. Por detrás no se pusieron de acuerdo”.

El de Abadiño se exprimió al máximo. De aquella cabalgada a la gloria, le vienen dos instantes a la cabeza. “Faltando 15 kilómetros recuerdo ver a Karmele, la mujer de Abraham gritando, animándome. También me acuerdo de ver a un chico de Laudio con una ikurriña animándome cuando faltaba un kilómetro o así”. Con la victoria ganó una vaca. La res, Nana, estaba embarazada.

Etxebarria engordó la memoria pocos días después, en la etapa entre Lannemezan y Pau, de 192 kilómetros. “Si ganar una vez es difícil, dos más todavía”. Era otra jornada en la que se olía la fuga. Se escapó en un trazado que incluía Aspin, Tourmalet, Soulor y Aubisque. Giró la ruleta de la fuga y la estrategia. Contó con la colaboración de Marcos Serrano y el grito de Manolo Saiz desde el coche.

“Su labor fue fundamental al final. Jugamos las dos bazas. Él lo intentó y no pudo. Así que luego mantuvo un ritmo alto para que nadie saltara y se castigara a la gente de cara al esprint. La llegada me iba muy bien y pude ganar en el grupo”, rememora. De regreso del Tour, en las alforjas de David Etxebarria viajaban dos victorias de etapa y una vaca, Nana, preñada.