Quizá vaya unido a su horóscopo, piscis, pero es una mujer de agua. Su familia es de playa y de mar y desde muy pequeña se aferró a una tabla. Tiene 27 años y lleva dos décadas mirando al mar. Hasta los 18 tuvo como compañera de fatigas surferas a su hermana gemela, Loiola. Cuando llegó la hora de encaminar el futuro, Leticia siguió la estela que marcaban las olas, Loiola decidió encaminar sus pasos hacia la enseñanza y hoy es profesora de Primaria. Tiene un palmarés espléndido. En marzo de 2020, justo antes de parar la competición por la pandemia consiguió el mejor resultado de la historia del surf femenino español: un tercer puesto en el Sydney Surf Pro, terminando la temporada con un décimo puesto en el ranking mundial. Pero también tiene otras pasiones, jugó al hockey hierba. Le gusta la escalada.

¿En qué ha cambiado el surf en los últimos diez años?

—Algo muy importante. Se ha convertido en un deporte olímpico. Cuando hablé contigo era 2014 y no sabíamos sí se iba a quedar en un sueño o iba a ser realidad. Nos ha dado unas alas y supone una vuelta a cómo mirábamos el surf de competición. Ya no es solo estar en la ASP (máxima categoría en este deporte), sino también ir a unos juegos olímpicos. Es lo que ha cambiado, la ilusión y las ganas van conmigo y siempre han ido conmigo. Aunque casi hayan pasado diez años, he conseguido unos resultados que me han permitido profesionalizarme más.

¿Muchos cambios en su trayectoria?

—Durante este tiempo he decidido qué camino quiero llevar, cómo quiero entrenar y crecido con el deporte.

¿Cuántos años persiguiendo olas y sueños?

—Empecé con siete años. Tengo 27 ahora. 20 años llevo surfeando y está tan dentro de mi día a día que para mí es impensable no mirar todos los día la playa. Es como ir a comer y está muy dentro de mi rutina.

Y cuando deje de ser surfista profesional...

—Tendré que trabajar en ello. El surf te cala muy dentro y ahora es difícil pensar en mi vida y en mis rutinas sin este deporte.

Su oficina es el mar, ¿no?

—Sí. Claro. Es una oficina magnífica. Es verdad que al profesionalizarte ha cambiado la forma de entrenar. Paso muchas horas en el gimnasio y también haciendo técnicas... En estos momentos se ha abierto en el surf un mundo de abanicos. Tanto fuera como dentro del agua, podría decir que soy surfista las 24 horas. Aparentemente no tengo descanso.

Tiene una familia que también está muy cerca del mar y de la playa.

—He tenido mucha suerte de que a mi familia siempre le ha gustado la playa. Mi padre surfeaba cuando era joven. En mi casa se ha vivido de cara al mar, de cara a la playa. Les tengo que dar las gracias a mis padres por haberme dejado soñar, por no haberme cortado las alas, sino por todo lo contrario, por haberme impulsado a conseguir un sueño.

¿Tenía referentes en el mundo del surf?

—Pocos. Muy poca gente creía que una mujer pudiera convertirse en surfista profesional o estar en un circuito mundial. Qué decir de vivir de la competición. Mis padres me han apoyado económicamente en los momentos difíciles. Se lo agradezco mucho, sobre todo que no dudasen y que me dieran esa oportunidad. En estos diez últimos años creo que les he dado, es un poco lo que les debía a ellos.

Tiene una hermana gemela...

—Sí. Loiola. Hasta los dieciocho años competimos juntas. Hemos hecho los tours europeos juntas. Y en esa edad en la que tienes que decidir si vas a la universidad o sigues la carrera deportiva, ella decidió escoger otro camino. Ella es profesora de Primaria y está encantada. Ahora que llega el verano está muy motivada para meterse al agua. Siempre recuerdo los viejos tiempos cuando íbamos a surfear las dos. En estos momentos, lo hacemos siempre y cuando el calendario me lo permite.

¿Este deporte convierte a los surfistas en viajeros impenitentes?

—No paramos. Competimos de enero a diciembre. Hasta el covid competíamos a nivel internacional. A principios de año estábamos en Oceanía, primero en Australia y después en Nueva Zelanda. Más tarde íbamos a Norteamérica, a México... Gracias a este deporte he conocido mucho mundo. Me ha hecho darme de la suerte que tenemos tanto a nivel de seguridad, de convivencia, de salud; de salud pública que te paga todo. Te pasa algo en Estados Unidos y tienes que mirar dónde tienes la tarjeta de crédito.

La suerte de haber nacido dentro de determinadas coordenadas geográficas, ¿no?

—Exacto. Cuando sales te das cuenta de todo lo que tienes en casa. Aquí te sientes segura. No estás en países en los que hay guerras, mafias... No digo que no haya algún problema en casa, pero no de ese tipo.

¿Ha visitado muchos países con problemas que aquí no se dan?

—Sí. Por ejemplo en Senegal, Sudáfrica, hace poco he estado en Israel, Sudamérica... Tienen diferentes problemas. Me siento afortunada de haber nacido aquí. De haber tenido la oportunidad de hacer de un sueño mi profesión. Si hubiera nacido en Catar o en Afganistán, no podría ni pensarlo. Allí hay mujeres que surfean, las vemos en los mundiales. Hay mujeres que tienen que salir fuera para hacer de su sueño profesión. Gracias a este deporte he crecido personalmente viendo otras realidades, cualquier problema que pueda surgir en casa ahora lo veo de otra manera, lo veo como un pequeño grano de arena en comparación con lo que veo en otros países.

¿También viaja cuando está de vacaciones?

—Al año no tenemos vacaciones como tiene el resto de la gente. Si es verdad que me obligo a tener unos días de descanso, competimos durante todo el año y necesito momentos de desconexión. Es un poco circunstancial, depende de la temporada y del momento. Ha habido años en los que no he tenido vacaciones y he estado todo el tiempo en competición o entrenando. El año pasado me permití tener dos semanas separadas y pude ir a visitar Viena.

Dejó de lado el mar...

—Ja, ja, ja... Pues mira, a los 26 años fui por primera vez a un país que no tiene mar. Fue como muy extraño, siempre voy a lugares que tienen mar, este no. Intentó que estas semanas que tengo libro ver otros lugares. También voy a conocer lugares como Salamanca, Segovia. Estoy todo el día viajando fuera y al final se nos olvida hacer turismo por España. Intento ir hacia dentro y conectar con otras cosas que no sean deporte o surf. Necesito nutrirme de elementos diferentes.

El covid cortó el sueño olímpico.

—Cortó una trayectoria que iba muy bien. Estaba en un gran momento. Pero gracias al covid me di cuenta que tenía una lesión y que había que operar. Tampoco me pongo a pensar en cosas que podían haber pasado y no pasaron. La pandemia fue para todo el mundo, no solo para unos cuantos, un stop, no la vimos venir. Nos hizo parar y darnos cuenta de que vivíamos en un mundo de estrés, de sobreviajes, de correr demasiado. Con el covid aprendí lo importante que es la familia, el estar en casa, de ver a los amigos. Me acuerdo de que cuando no podíamos movernos de los municipios, algunas amigas están en Getxo y yo vivo en Sopela, nos dimos cuenta de la suerte que teníamos de tener nuevas tecnologías. A pesar de lo que ha supuesto en general para todos, intento sacar las cosas positivas incluso de los momentos malos. Me di cuenta de los importante que es estar sanos, de los importante que es respirar. He pasado un par de veces el covid, me cogió el pecho y lo pasé mal. Cuando volví al agua no podía estar ni 30 minutos entrenando.

El surf también deriva fuera del deporte y llega al mundo de la moda.

—Sí. Después de la pandemia hasta los políticos hablaban del sur. Era uno de los deportes que ponían como ejemplo que se podían hacer al aire libre. Las marcas que no estaban en el mundo del surf cogieron esa ola y ya que todo el mundo se metió al agua, aprovecharon el momento e hicieron surfing . La industria textil a moverse en la moda de este deporte. Determinadas marcas se subieron a esta moda, hay un par de surfistas que colaboran con alguna de ellas.

¿Beneficia al surf?

—Bueno cogieron la ola más para sus propios beneficios que para impulsar este deporte. Esa es la crítica que hago. Está bien que hayan aprovechado este boom, pero en ningún momento han apoyado a un surfista patrocinándolo o ayudándole a competir. Si antes del covid era un deporte caro y necesitábamos becas, ahora se ha vuelto carísimo. Con las becas no sabemos si terminamos el año de competición.

¿Mucha soledad en la vida de un surfista?

—Aprendes a gestionar la soledad. Es un problema que hay en esta sociedad, no sabemos estar solos. Pasamos muchas horas en los aeropuertos, pierdes un vuelo y está solo. Tienes que viajar sola, no tienes entrenador... Hay un montón de momentos es en los que te puedes sentir sola. Por lo de ahorrar en gastos, intentas ir acompañada, ir en grupo para que te salga todo más barato, y en ese sentido puedes sentirte menos sola, haces amigos; pero sabes que al final. Tenemos que lidiar con la soledad, pero cómo empecé de tan niña, es algo tan normal que lo he controlado bien.

Sin embargo a pesar de gestionarla o controlarla tiene que ser duro.

—El ser humano siempre va en manada, va en grupo. Hay momentos, momentos de bajón. Tengo bajones de soledad y llamo a casa.

¿Tiene buen perder?

—No me gusta perder. Creo que a nadie le gusta perder. Apunto todos los errores para no volver a cometerlos. Para nada me gusta perder y cuando ocurre necesito mi tiempo para recuperar el bajón. Al final ese es el día a día. No me gusta perder porque soy competitiva, sino me importara me tendría que preguntar que hago en el mundo de la competición. No tendría ese gancho, la fuerza que te da la rabia de perder. Además, está la impotencia de saber que podías haber con esa prueba, que era algo que estaba a tu alcance.

"En el surf aprendes a gestionar la soledad que puedas sentir. Es un problema que hay en esta sociedad, no sabemos estar solos"

"Con el covid me di cuenta de lo importante que es estar sano, tener salud. Aprendí lo importante que es poder respirar"

"Cuando estás tanto tiempo fuera aprendes a valorar lo que tienes en casa. Me siento muy afortunada por haber nacido aquí"