La hemos visto en televisión y también la hemos escuchado en la radio, pero es sobre un escenario donde se siente más feliz, aunque no dice que no a ningún medio. Canta e interpreta. Le gusta meter el dedo en la realidad, pero siempre con mucho humor. El martes y el miércoles estará en el Teatro ArriagaTiempos de cabaret y cambalache. Tiempos de cabaret y cambalacheVive con soltura en un universo que es difícil, voluble y muy incierto. Está satisfecha de poder vivir de algo que le apasiona y que, aunque tiene sus subidas y bajadas, le es cercano y familiar. Antes de recalar en la interpretación estuvo en otros empleos: secretaria del campeonato de surf en Mundaka, empleada de un banco de crédito o de un concesionario de coches. En cada uno de ellos ha sabido disfrutar del momento, aunque dentro de ella rugía la necesidad de expresarse como titiritera.

Lleva muchos años en esta profesión.

—Y tanto. Unos veinte o veintiuno viviendo de esto. No estoy segura. Pero en todo caso, muchos, una porrada de ellos. Aunque de aficionada mucho antes.

¿Se acuerda de su primer trabajo pagado?

—Los pagados creo que fueron en Radio Euskadi, luego en ETB y más tarde llegó todo lo demás. Sí que me pagaron algo cuando estaba en la escuela de Juan Antxieta. Me pagaron una cantidad pequeña por Pareja abierta.

Dos décadas viviendo de ser titiritera. ¿Lo ha hecho con comodidad?

—Con comodidad sí en cuanto que era lo que me gustaba. Respecto a lo económico, sí que he podido. Hay meses que las cosas son más complicadas, eso lo sabemos todos, sobre todo los que nos dedicamos a este oficio, pero no me puedo quejar, más viendo cómo está la profesión.

Canta, interpreta, baila... Hace de todo, es un espectáculo en sí misma.

—Me defiendo. Siempre me ha gustado cantar. Sabino (su padre), aquel señor que decía que esta no era una profesión decente, me metió en canto, solfeo, en piano... A él le parecía un mundo maravilloso. Tengo mis estudios. Baile no. Pero como soy socia de Maitane Zalduegi, que ha dado clase a medio Bilbao, me defiendo y he hecho mis pinitos. Me gusta todo lo que hago y hacerlo bien, eso es lo que procuro.

En ocasiones se ha declarado más bilbaina que un txinbo.

—Sí. Por supuesto que sí. Soy bilbaina de pro, bilbaina orgullosa, bilbaina pesada, sí. Además, bilbaina siempre, sin tilde.

Y Mundaka...

—Está dentro de mi corazón, cómo no. Soy casi hija adoptiva. Aita y ama empezaron a ir a Mundaka de recién casados, hace muchos, pero que muchos años. Para mí es mí reducto de paz, mi tabla de salvación, es mi lugar de muchos buenos momentos. Lo mismo que cuando subo a Kobetas y miro desde arriba Bilbao y digo: Es mío. Cuando tengo mucho estrés o hay nervios no hay como coger el coche, subir a la atalaya, asomarme y respirar salitre, respirar yodo; respirar mi infancia, mi adolescencia, épocas muy felices. Me lleno de paz. Es como tomar un valium, pero sin la pastilla.

Además de dedicarse a ser actriz, usted tuvo antes varias profesiones.

—También estudié varias cosas. Soy técnico en relaciones públicas; hice Ciencias de la Información, idiomas. He sido desde secretaria en los campeonatos mundiales de surf en Mundaka; he trabajado en un banco de crédito; en un concesionario de coches, he dado clases particulares de cría para tener mi dinero, pero como muchísima gente. No me hace muy especial haberme dedicado a tantas cosas. Lo que sí me hace especial es haber vivido otras realidades, otros mundos, que también me han servido de mucho para esta profesión, sobre todo la capacidad de observar. ¿Qué te parece?

No la veo como vendedora de coches.

—No lo hacía. Estaba en atención al cliente, en el departamento de finanzas y seguros. En el concesionario he hecho mil cosas. Aprendí de mis compañeros, también de los clientes...

Supongo que sería una fuente de inspiración para monólogos.

—Ja, ja, ja... Sobre todo cuando llamaba alguien y te decía: Señorita, el eibar me va mal. Y yo le contestaba: ¿El Eibar? Esto es un concesionario de coches. Y ellos volvían a decir: Por eso le llamo, freno y me salta el eibar. Eso me ha dado vida, te puedo contar tantas cosas. Todos los días nos reíamos de algo, aunque había momentos complicados. Tuve grandísimos compañeros. Hace poco, un compañero de taller, Santi, vino a verme al teatro. No veas la ilusión que me hace cuando alguno se acerca de nuevo.

En su casa no debió hacer mucha gracia que dejara el concesionario para elegir un camino nada decente, según opinión de su padre.

—Mi hermana me dijo: Hazlo ya, un plato de alubias jamás te va a faltar. Ella tenía sueldo fijo y su frase era: Anímate, pero hazlo ya. Ama sí se lo tomó a bien, aita ya no estaba en ese momento. Él nunca me vio actuar profesionalmente, 29 años que murió. Creo que hubiera estado muy orgulloso. He hecho en el Arriaga Tiempo de cabarete y cambalache y a mi padre le hubiera vuelto loco. Nunca me vio y, aunque pensaba que lo de ser actriz no era decente, él me hubiera apoyado. Eso sí, me hubiera dicho: Ten cuidado, esto no es decente, estas cosas... Él era representante para la zona norte de Odeon. Pienso que había visto mucha noche. Estuvo con Los diablos, con Cliff Richard, tenía fotos con Luis Mariano y supongo que vería muchas cosas y pensaría: Este mundo no es decente para una chica.

¿Por qué resulta tan difícil que los padres acepten la profesión de artista?

—Porque es muy difícil, también muy decente. Pero los padres tienen miedo. Estoy convencido de que hubiera estado satisfecho, como lo estuvo ama. Cuando me vio por primera vez me dijo algo que me llego muy dentro. Todo un halago: Ha sido muy raro, la que estaba en el escenario no era mi hija. Estoy convencida de que es de las cosas más bonitas que me han dicho jamás.

Está muy relacionada con el mundo de la zarzuela.

—Me gusta. De cría la escuchaba mucho en casa. Aunque mi padre era más de clásica. Era un gran melómano. Nos reíamos mucho, cuando él ponía música podía estar a tope que no molestaba. Cuando la poníamos nosotras nos decía: Se va a quejar alguien, está muy alto. Recuerdo cuando se emitía en Televisión Española la zarzuela. Estaba hecha por actores en playback. Me dieron la oportunidad de hacerla y tengo que decir que me encanta, me divierto y me siento bien cuando tengo una zarzuela entre manos.

Se ha declarado muy disfrutona, ¿fiestera?

—Ya no, antes lo era bastante. A ver de vez en cuando, me voy de fiesta. Pero ya no es lo de antes. Ahora vivo mucho más la mañana y vivo mucho más el día. No te digo que en verano vaya a una cena, me pueden dar las mil con una buena tertulia y tomando algo a gusto. Imagino que será una cosa de la edad.

¿Placeres gastronómicos todos?

—Desgraciadamente...

¿Desgraciadamente?

—Eso es. Comer es un placer, pero me tengo que cuidar mucho. Uy, la gastronomía. Es lo que tiene ser vasca. Nacemos en una cultura en la que todo se hace alrededor de una mesa: la amistad, las grandes celebraciones, la familia, las comidas de trabajo... Todo está relacionado con una mesa, con unos platos fantásticos. Hasta la muerte la celebramos alrededor de una mesa. Vivir en una sociedad que todo se celebra alrededor de la gastronomía y de una forma tan opípara, hace difícil que te puedas resistir a la comida, es lo que tiene. Nos gusta comer y comer bien. Los vascos somos los únicos que podemos seguir hablando de comida después de haber comido.

¿Ha hecho muchos regímenes?

—Muchos, pero que muchos. Ahora es más complicado, la edad, la menopausia. Pero cuando sigo un régimen procuro que sea con una persona que sepa, con una gordóloga preparada.

¿Lleva bien lo de lechuga pechuga?

—Ja, ja, ja... ¡Quién va a llevar bien eso! Lo del régimen se lleva bien en ciertas temporadas. Primero porque tienes que querer hacerlo. Esto es como dejar de fumar, si no estás convencido, no va a servir de nada cualquier cosa que hagas. Hay otros sistemas diferentes y más digeribles que lechuga pechuga, que dan buenos resultados.

Qué me dice del gimnasio. Es una mujer que se machaca el cuerpo.

—Tanto como machacar no. Ahora estoy fastidiada con la lumbalgia. En el gimnasio como en otras cosas, me gustan las cosas que me entretienen. Me pasa en la vida en general. Con los hombres me pasa...

¿Qué le pasa con ellos?

—Prefiero que los hombres me mientan a que me aburran. Con el ejercicio, igual no puedo hacer lo que me aburre. En una clase de zumba y me lo paso bien; estoy aprendiendo una coreografía, estoy sudando y estoy muy entretenida... Nadar sí que puede resultar muy aburrido, pero voy con un mp3 de agua y lo llevo de otra manera.

¿Es playera? Mundaka puede ser el lugar el ideal para disfrutarla.

—Me gusta mucho bañarme. No soy adoradora del sol, me agobio rápido. Me gusta mucho estar en el agua. Esto lo saben solo en Mundaka la gente que me conoce, allí algunos me llaman: Gurutzesaldelagua, todo seguido. Mi ama se pasaba toda la mañana diciendo: Guru, sal del agua. Gurutze sal del agua. La pobre se pasaba así horas. Los del alrededor se reían y se ponían a gritar lo mismo que ella. Fíjate la edad que tengo y algunos me gritan lo mismo. Se ha quedado para siempre.

Dígame un placer del que es incapaz de privarse.

—Con esta edad no me privo de estar con mis amigas y los amigos. Es un placer disfrutar con ellas y ellos de un paseo, de una comida, de momentos de risas... Pienso en mis amigas y sonrío, a esta edad...

Repite lo de a esta edad, ni que tuviera 80 años.

—No lo digo por ser mayor. Lo digo porque cada vez disfruto más. Pero cambian un poco las relaciones. Para mí mis amigos son un placer, es un placer la lectura, una buena serie. Placer es desocupar la cabeza y tener un momento de descompresión.