EN una pequeña población del norte de Francia, Michel Racine es presidente de un temido tribunal de lo penal. Tan duro consigo mismo como con los demás, es apodado el presidente de las dos cifras: con él, siempre caen más de diez años. Su carácter poco amigable no despierta la simpatía de quienes lo rodean en su trabajo, pero, a pesar de

ello, es respetado por su integridad profesional.

Todo cambia el día en que Racine se topa con Ditte Lorensen-Coteret en un juicio a un hombre acusado de homicidio en el que ella es miembro del jurado popular. Seis años antes, Racine estuvo enamorado de esta mujer, prácticamente en secreto. Un accidente le había sumido en un coma y, al despertarse, el rostro de Ditte se encontraba inclinado sobre él. Había sido una iluminación.

Después de dos comedias ligeras (La cocinera del presidente y Cuatro estrellas), Christian Vincent regresa a la esencia de su cine con El juez, una historia de gran delicadeza en la que el cineasta galo rinde homenaje a la justicia a través de los hombres y mujeres que son designados para impartirla, bien sean magistrados profesionales o simples ciudadanos elegidos por sorteo, es decir, personas de orígenes y clases sociales muy diferentes que sirven al director para mostrarnos la pluralidad de la sociedad francesa.

Mientras la trama centrada en el proceso judicial va desarrollándose, el filme abre la puerta a una historia sentimental que hace aflorar el lado más tierno, humano y romántico del juez Racine.

el reencuentro Veinticinco años después de protagonizar La discrète, Fabrice Luchini vuelve a ponerse bajo las órdenes de Vincent para meterse en la piel del juez Michel Racine, un papel diseñado especialmente para él, que la pasada edición del Festival de Cannes premió con la Copa Colpi al mejor intérprete masculino. “El juez nació de mi deseo compartido con mi productor, Matthieu Tarot, de recuperar a Fabrice Luchini. Lo imaginamos como un presidente de un tribunal de lo penal. Me pareció que le sentaría muy bien la toga roja y el cuello de armiño”, apunta el cineasta parisino.

Algo más costosa fue la elección del personaje femenino. Tras una etapa de bloqueo, Vincent encontró en el canal de televisión Arte lo que buscaba. “Emitía la tercera temporada de la serie danesa Borgen y yo no me perdía ningún episodio. Me encantaba la actriz. Me parecía sexy y viril a la vez”. El principal problema era el idioma, pero en cuanto descubrió que hablaba francés con fluidez puso rumbo a Copenhague y le ofreció el papel.

Igualmente poco convencional resulta la selección de la mayoría de los testigos del juicio, que son actores aficionados. “Yo trabajo con los actores no profesionales como con los niños. Diez minutos antes de rodar, les doy indicaciones sobre su personaje, el contenido de la escena y lo que deben decir, pero sin proporcionarles un texto de deban aprender”.

Aclamada por la crítica en Francia, El juez fue designada en su mes de estreno, tanto por las salas de exhibición como por el público, la ‘película favorita’ del mes. Tras 10 semanas en las salas de toda Francia acumula ya más de 1.000.000 de espectadores.