Noche del del 24 al 25 de agosto de 1944. Los aliados entran en París. Poco antes del amanecer, Dietrich von Choltitz, gobernador militar alemán, se prepara para ejecutar las órdenes de Hitler de volar la capital francesa. Y, sin embargo, París no se destruye. ¿Por qué razones Von Choltitz se niega a llevar a cabo las órdenes del Führer, a pesar de su lealtad sin límites al Tercer Reich? ¿Qué tuvo que ver en ello el cónsul general sueco de París, Raoul Nordling?
Diplomacia, una coproducción germano-francesa basada en la obra teatral de Cyril Gely, aborda una capítulo relativamente desconocido de la historia: el momento en el que París estuvo al borde del desastre.
Cuando Berlín es destruida por los aliados, Hitler no soporta la idea de que París -la ciudad a la que llama “esa puta”- siga en pie. Tras sobrevivir al atentado instigado por oficiales de la Wehrmacht, el 20 de julio de 1944, el Führer nombra gobernador de París a uno de los pocos generales en los que aún confía, el general Von Choltitz. Le ordena defender París hasta el final o dejar sólo escombros al enemigo. Sin embargo, Choltitz capitula el 25 de agosto, tras negarse a destruir la ciudad.
La acción de la película se centra en las supuestas negociaciones que mantuvieron en el hotel Meurice el diplomático sueco (André Dussollier) y el general alemán (Niels Arestrup) para evitar que éste último volara París. En esa negociación, ambos mantienen ocultas sus cartas y tratan de jugar con el adversario para conseguir una meta. Como en una partida de ajedrez, la tensión va creciendo, y se crea un suspense que no es tal -todos sabemos que París no fue destruida-, pero que está ahí, porque el espectador se pregunta cómo consiguieron estos dos hombres llegar a un acuerdo.
En realidad, las conversaciones y negociaciones de Raoul Nordling y el general alemán que se mencionan en la película sí tuvieron lugar, pero con otro propósito: liberar prisioneros políticos y a continuación negociar una tregua con la Resistencia para impedir que Choltitz volara la Jefatura de Policía de París. Ese es el hecho histórico. El resto es producto de la imaginación del guionista
Secundarios de la Historia El realizador alemán Volker Schlöndorff sostiene que los grandes nombres como Churchill, Stalin, Napoleón o Hitler no son quienes definen la historia. En Diplomacia recupera la intrahistoria de Von Choltitz y Nordling, que ya aparecía en una de las tramas de ¿Arde París? (1966), la mastodóntica película de René Clément (basada en el libro de Larry Collins y Dominique Lapierre) sobre la liberación de París en la que Orson Welles interpretaba al diplomático sueco.
Los actores André Dussollier y Niels Arestrup, que ya interpretaron al diplomático y al general von Choltitz en la obra teatral, vuelven a meterse en la piel de los dos personajes principales. El general pertenece a la tercera o cuarta generación de una larga estirpe de oficiales, y su identidad se basa en valores castrenses como la obediencia, el amor a la patria y el honor familiar.
Después de participar en la masacre de los judíos de Sebastopol, ser responsable de la destrucción de Rotterdam y de la deportación de muchos judíos de Rusia, debe cumplir con su deber de nuevo y arrasar París.
Raoul Nordling es un diplomático hijo de padre sueco y madre francesa. Aunque su país permaneció neutral durante la guerra, él decide aprovechar su condición de extranjero para implicarse personalmente en la liberación de Francia, y hace todo lo que está en su mano para salvar a miembros de la Resistencia. El trabajo del cónsul es llevar al general a admitir que no tiene que cumplir la orden, tiene que buscar la brecha por la que poder convencerlo.
Con su hábil retórica, Nordling implora al general que no accione los explosivos, situados en la Torre Eiffel o Notre Dame, tanto por las víctimas humanas como por el daño cultural que supondría la destrucción de la capital francesa.
Junto a los dos personajes principales, París se convierte en el tercer protagonista de la película, tal y como se refleja en el momento de la decisión definitiva, donde la ciudad irrumpe ante la mirada del espectador con todo el esplendor del Louvre, el imponente Grand Palais, el Sacré-Coeur y la Ópera en el horizonte.