Una relación vital para la literatura francesa
Martin Provost aborda la relación que estableció la escritora Violette Leduc con Simone de Beauvoir y que supuso un impulso para su carrera literaria
EL director Martin Provost vuelve a poner en el punto de mira a una artista francesa desconocida para el gran público. Si en su anterior filme, Séraphine, descubrió la vida y la obra de la pintora Séraphine de Senlis, en su nuevo trabajo recupera la figura de Violette Leduc, una de las grandes escritoras del siglo XX que se atrevió a tratar temas tan controvertidos como el aborto o la bisexualidad. Hija de un hombre de la alta sociedad que nunca la reconoció y de una empleada doméstica que siempre tuvo un trato hostil con ella, Violette Leduc fue una mujer conflictiva pero a la vez impulsiva y valiente a la hora de expresar sus sentimientos. En 1955 fue obligada a quitar varios pasajes de su novela Ravages porque contenía escenas explícitas de relaciones lésbicas. Sin embargo, y a pesar de su arriesgado y provocador estilo, Leduc demostró poseer una capacidad innata para la escritura. Con su libro La bâtarde ganó el premio Goncourt en 1964.
El filme aborda periodos muy significativos de la vida de Leduc, pero Violette no es un biopic. El cineasta francés ha preferido focalizar la trama en la relación que estableció con Simone de Beauvoir y en las consecuencias que esta amistad tuvo para su carrera como escritora. La historia se sitúa a finales de la Segunda Guerra Mundial. Violette Leduc comparte hogar con el escritor Maurice Sachs, quien le anima a plasmar su tormentosa y apasionada vida en un libro que acabará convirtiéndose en L'asfixie. Cuando Simone de Beauvoir lee la novela de Leduc, queda fascinada. A partir de ese momento, se inicia una intensa relación entre ambas. Violette se enamora perdidamente de Simone y, aunque esta no la corresponde, le anima a escribir sobre la pasión que siente y consigue que el talento literario de su protegida adquiera visibilidad.
Las protagonistas La actuación de las dos actrices protagonistas, Emmanuelle Devos y Sandrine Kiberlain, resulta clave. Desde el primer momento, Martin Provost tenía claro quién interpretaría a Leduc. "Hablé con Emmanuelle Devos antes de escribir el guion, como hice con Yolanda Moreau para Séraphine. Sabía que debía ser ella, no podía ser otra, y quería estar seguro de que aceptaría el papel. Tendría que transformarse físicamente, aceptar teñirse de rubio, afearse con una nariz falsa". Algo más complicado fue encontrar a la actriz capaz de interpretar a un personaje tan conocido como Simone de Beauvoir. "Emmanuelle me animó a hablar con Sandrine Kiberlain. No la veía en el papel, pero en cuanto nos conocimos, me sorprendió su gracia, su inteligencia y su determinación. Estaba segura de conseguirlo".
En el filme, el director francés muestra a una Violette al desnudo, alejada de los turbios lugares que suelen acompañar a la reputación de la novelista. "Quería acercarme a la auténtica Violette. La mujer que busca el amor y se sumerge en una gran soledad para escribir. Creo que la inseguridad y la soledad son los dos motores que la impulsaron. No se suele hablar del riesgo que toma el artista, sea pintor, escritor o realizador. Solo se considera el éxito, si se alcanza. Hace falta ser inconsciente, pero también tener valor y perseverancia para emprender ese camino y seguir adelante".
dos años de investigación Para recomponer la historia, Provost tuvo que emplearse a fondo. Primero se sumergió en la literatura de la época y leyó toda la obra de Violette Leduc, Simone de Beauvoir, Jean Genet o Jean Paul Sartre, entre otros. Después, pasó al trabajo más cinematográfico. Un año antes de empezar a filmar, visionó, junto con el director de fotografía, todas las películas de la época. "Era muy difícil porque había que pensar todos los detalles con antelación y, sobre todo, barajar las opciones más convenientes desde un punto de vista económico. Yo quería grabar en muchos lugares, por ejemplo, en el Café de Flore en el Boulevard Saint-Germain, pero era inviable económicamente".
Provost tuvo que realizar veinte versiones distintas del guion para ajustar el presupuesto y lograr que Violette costara 5 millones de euros.