Bilbao. Xabier Euzkitze es uno de los rostros de referencia de ETB-1. Se ha convertido en referente del formato de entrevistas y también lo es en el mundo de las retransmisiones de pelota. Hoy empieza una nueva etapa en el primer canal de Euskal Telebista con el programa Bisitaria. Sus invitados no estarán cómodamente sentados en un plató, él tampoco. Se meterá en sus vidas, en su hábitat más cotidiano, para ofrecer al espectador una visión más amplia y completa. Sigue dispuesto a escuchar y a mostrar aspectos desconocidos de personajes como Peio Zabala o Manu Maritxalar, sus primeros invitados entre otros muchos que semana a semana se colarán en los salones de los televidentes euskaldunes.

Es el presentador de Euskal Telebista que más cambios de programas lleva en los tres últimos años.

Eso significa que llevo muchos años, un cuarto de siglo. Si estás en informativos haces un trabajo parecido durante unos cuantos años. Cuando pasas a programas, estás en un espacio mucho más volátil, más incierto, y los cambios son mucho más frecuentes que estando en informativos. Esto ha hecho que lleve unos cuantos programas a mis espaldas, pero es algo que en esta profesión hay que tenerlo muy asumido.

¿Cómo va a ser 'Bisitaria'?

Seguiremos conociendo gente interesante, de ámbitos muy diferentes. En vez de conocerlos en el plató, los conoceremos en su hábitat más cotidiano, en su ámbito más diario; iré a su casa, iré donde trabajan o donde suelen divertirse en su vida diaria y eso nos dará la oportunidad de acercarnos un poco más al personaje. Es un formato que tiene su trabajo, pero también sus ventajas.

¿Más que 'Anitzele'?

Anitzele nos ha dado la oportunidad de conocer muchas facetas de los personajes, pero el plató es más limitado en ese aspecto. El poder ir a Arantzazu y pasar un fin de semana con Peio Zabala te da otra dimensión del personaje. Entiendes mejor su filosofía de vida, por qué le ha marcado tanto la naturaleza. Es la ventaja que tiene el formato de Bisitaria.

¿Qué aporta al espectador que el personaje esté en su entorno y no en el plató?

Por una parte, al personaje en sí se le pide un esfuerzo extra. Cuando llevamos a un invitado al plató, acude con media hora o tres cuartos de hora de antelación, hace un programa de media hora en directo y vuelve a su casa. En Bisitaria, el compromiso que adquiere el entrevistado también es mayor porque debe pasar más horas con nosotros y debe dar bastante más de sí. Aportamos cercanía y autenticidad. Por ejemplo, Manu Maritxalar televisivamente es muy conocido, pero luego tiene otras facetas que no tienen absolutamente nada que ver con las cosas que le hemos visto hacer. En este caso, yo mismo en primerísima persona voy a trasladarme a todos esos lugares en los que se mueve habitualmente y la perspectiva será muy cercana y auténtica.

¿Un programa con muchas pretensiones?

En los tiempos que corren no hay muchas pretensiones. Nosotros intentaremos que sea un programa vistoso, atractivo y auténtico. Queremos mostrar a la persona desde una perspectiva nunca vista o no tan conocida de ese personaje. A nosotros este programa nos exige más, pero Bisitaria tiene muchas cosas positivas también para los que lo hacemos. Queremos dar otra visión de personajes muy potentes después de pasar dos días con ellos, eso nos permite acercarnos desde otros ángulos.

¿Qué prefiere: la calle o el plató?

El plató es más cómodo, es el lugar dónde he trabajado durante muchos años seguidos. Fui cocinero antes que fraile, he sido reportero y sé lo que es patear la calle, no se me ha olvidado. Tanto al entrevistado como al equipo se nos pide más compromiso. Es bonito eso de estar siempre a pie de calle.

¿Cómo está la televisión? ¿Cómo la ve usted?

La televisión está cambiante, siempre ha sido un medio bastante cambiante y ahora con la crisis los formatos también varían y a las productoras se les exige otro esfuerzo y la forma de trabajar también cambia; la inestabilidad laboral también es mayor. Antes se decía que se firmaban contratos cada trece semanas y a la gente le parecía muy poco, ahora lo de trece semanas lo firmaría cualquiera, ahora son seis. El tema está un poco más complicado por todo lo que conlleva vivir en una época difícil en lo económico. Ala televisión también le afecta y a los profesionales también.

¿Se trabaja con menos ilusión?

Eso no. He hablado con gente de producción que te dice que, a pesar del esfuerzo que se exige en estos momentos, es bonito sacar adelante las cosas de otra forma y exprimirnos al máximo, siempre hay que mirar el lado positivo.

¿Hasta qué punto se puede exprimir al sector?

No lo sé, eso lo iremos viendo. Todo el mundo está asumiendo o ha asumido ya que el mundo de la televisión está cambiando. Incluso a cadenas más potentes que la nuestra les está llegando la hora de cambiar los estilos de trabajo. Los presupuestos son ahora mucho más reducidos, al final incide en que tienes que hacer las cosas de otra forma y debes cambiar un poco los hábitos de trabajo, la filosofía… Ahora está claro que las cosas no son como hace ocho o diez años, ni siquiera como hace cuatro o cinco, pero en ningún sitio, y está claro que ETB tampoco se libra de esta situación.

¿Dónde se siente más cómodo: realizando entrevistas o retransmitiendo un partido de pelota?

Como entrevistador me siento muy cómodo. Entrevistar es mucho más que preguntar, entrevistar es escuchar. Ser bertsolari te obliga a aprender a escuchar. Tienes que saber escuchar con máxima atención al bertsolari que tienes enfrente porque luego le tienes que responder directamente. Eso me ha venido muy bien para entrevistar. Me siento cómodo en este formato, pero no te niego que el trabajo más agradecido es el de las retransmisiones deportivas. Conozco el deporte, el medio, a los pelotaris, a la gente que se mueve en ese deporte y tengo la suerte de contar con Josean Tolosa y todos los vacíos que puedo tener yo a nivel de conocimientos, los tapa él.

¿No le aburre dedicarse durante tanto tiempo a un mismo deporte?

A la gente le puede parecer aburrido, pero yo nunca me aburro, ni siquiera teniendo que viajar todos los viernes a la noche y todos los domingos a la tarde. La pelota nunca me aburre y la verdad es que me hace disfrutar muchísimo.

¿Lleva bien lo de tener los fines de semana siempre comprometidos?

Bien. ¡Son tantos años los que llevo así! Hace años compaginaba las retransmisiones de pelota con el bertsolarismo, que también es algo que te exige trabajar los fines de semana. Lo llevo bien porque llevo muchos años ya con todos los fines de semana ocupados.

¿Qué dice su familia?

Mis padres están más que acostumbrados y mi mujer cuando me conoció trabajaba absolutamente todos los fines de semana, mis tres hijos también me han conocido así siempre. Yo lo llevo perfectamente y mi entorno también ha aprendido a llevarlo bien.

¿No le ha tentado nunca ser pelotari?

Yo he vivido la pelota desde muy pequeño. Siempre me ha tirado mucho Azkoitia. En la misma plaza, que era donde vivían mis abuelos y mis tíos, hay dos maravillosos frontones, uno clásico y otro lleno de trampas. Quise ser pelotari antes que bertsolari, pero no todo es querer; tienes que tener cualidades, y yo carecía de ellas. Puedo vivir la pelota desde otra perspectiva y ahí sigo teniendo la pelota muy cerca.

¿Cómo llega al mundo de los bertsolaris?

El bertsolarismo me vino un poco más tarde, con trece o catorce años, me di cuenta de que componer versos me llevaba mucho menos tiempo que a mis compañeros, que lo hacía con más facilidad y que lo hacía mejor. Coincidió que cuando yo tenía catorce años se organizó el primer campeonato de bertsolaris noveles de Euskadi y me apunté…

¿Le gusta la improvisación?

El primer año no me atreví a improvisar, pero cuando estuve escuchando a los que se habían apuntado me motivó para hacerlo yo también. Tuve la suerte de poder ser campeón de Euskadi y con quince y dieciséis años alternaba las plazas con los mejores especialistas de la época; Lizaso, Lazkao Txiki, Amuriza, Lopategi… Fue una época que viví con muchísima intensidad, di todo lo que pude y recibí muchísimo. Basarri, el gran bertsolari, se retiró muy joven, con unos cincuenta años; yo me retiré con treinta y dos. No me he arrepentido ni un solo día de haberlo dejado.