USANDOLO es uno de esos lugares en los que todavía los niños pueden jugar en la calle y las familias salir de paseo por senderos y caminos boscosos sin ningún temor. "Y queremos que así siga siendo", remarcan los vecinos de este núcleo urbano de poco más de tres mil habitantes que en una semana ha visto como esa paz se iba al traste. No en vano, en solo unos días han tenido que reclamar la presencia de la Ertzaintza en tres ocasiones por diversos motivos. Entre ellos, amenazas y actitudes "chulescas, que no se pueden consentir".

Tal y como reconoce la Policía vasca, el problema ha comenzado desde que se ha instalado en Usansolo una familia tildada de "conflictiva" por los agentes y los vecinos.

La primera ocasión en la que tuvo que intervenir la Ertzaintza ocurrió en un parque del municipio, cuando la familia apareció con varios perros sin atar. La segunda fue como consecuencia de una trifulca ocurrida en el bar Egarri, ubicado en la plaza Arlo Baltza, en la madrugada del pasado sábado.

Tal y como relata la gerente del local, Juani Parada Vázquez, uno de los hombres de la familia, de unos 30 años, apareció en el local "amedrentando" a los clientes. "Le negamos un cigarro y se puso muy borde. Encima quería engañarme pidiendo cinco cañas y queriendo pagar solo una", recuerda la dueña del establecimiento. Cuando la gerente le recriminó su actitud, el hombre respondió con amenazas. "Que si me iba a romper una botella de cerveza en la cabeza o si iba a venir su hermana a darme una paliza", explica la hostelera, quien no se olvida de los insultos que le profirió entre amenaza y amenaza.

Tras este incidente, el lunes por la mañana tuvo que personarse en Usansolo otra patrulla de la Er-tzaintza. Esta vez quien les llamó fue Mikel Abasolo, gerente del batzoki ubicado a solo una calle de distancia del Egarri, en Oletxe. El problema que contó a los agentes fue similar al que presentó Juani. "Un día, ese señor pasó por aquí pidiendo un chupito. Le pregunté a ver si tenía dinero para pagar y me dijo que no. Se lo di igualmente pero le dije que no volviera. No me hizo caso y vino de nuevo. Le dije que no quería que entrara a mi local y me amenazó con navajazos", asegura.

A pesar de que consiguió que el individuo saliera fuera del batzoki, Mikel quiso dejar constancia de lo ocurrido llamando a la policía. "Es que esto no se puede consentir. No podemos tolerar este tipo de actitudes incívicas y que nos amedrenten a nosotros y a nuestros clientes", denuncia el gerente.

"El sábado tenía la terraza llena de gente, con un ambiente maravilloso, como siempre hemos tenido en Usansolo, y en unos minutos se torció todo. No hay derecho", incide Juani, a pesar de que ni ella ni Mikel quisieron poner denuncia. "Si supiera que iba a servir para quitar el problema la ponía, pero es que igual no es así", explica el responsable del batzoki.

Según relatan los vecinos de la zona, no han sido estas las únicas muestras "incívicas" de los nuevos vecinos. "Aparecen desafiantes en los comercios, altivos, con miradas duras, intimidando, y viendo hasta dónde pueden tensar la cuerda y qué pueden llevarse sin pagar", cuentan varios vecinos, testigos de incidentes similares que no dejan de narrarse en cada rincón de Usansolo.