De la estanquera de Vallecas a la panadera de Barakaldo
Una mujer sufre un atraco y permanece raptada, maniatada y amordazada una hora El ladrón atiende hasta a diez clientes mientras intenta abrir la caja
Bilbao. En 1987, Eloy Iglesias llevó al cine la obra teatral La estanquera de Vallecas, con Emma Penella, Maribel Verdú y José Luis Gómez como protagonistas. El film narraba la historia de un parado que atraca un estanco y que, ante las represalias vecinales, se atrinchera en el establecimiento, secuestrando a la estanquera y a su sobrina. Una vez más, la realidad supera a la ficción y la historia de la estanquera de Vallecas ha pasado a ser la de la panadera de Barakaldo.
La mañana del pasado domingo, una panadera de la localidad fabril fue asaltada por un individuo que la maniató, la amordazó y la encerró en el lavabo durante una hora mientras trataba de hacerse con la recaudación de la caja registradora. Lo curioso del caso es que, durante ese lapso de tiempo, el atracador continuó atendiendo a los clientes de esta concurrida panadería y pastelería -alrededor de una decena- que entraron como cada día para comprar el pan o el desayuno dominical.
"Los clientes se extrañaban al ver al chico atendiendo tras el mostrador y le preguntaban por mí. Él les respondía que yo estaba en el baño, que estaba indispuesta, que me dolía la pansa", explica a DEIA Maribel López, propietaria de la panadería y víctima del secuestro.
Todo comenzó en torno a las nueve y media de la mañana del pasado domingo. Nada hacía intuir a Maribel que aquella no sería una mañana más. Mientras esta vecina de Zabalburu, de 55 años, se encontraba trabajando en la trastienda, un joven "de unos 25 años" entró hasta allí, cubriéndose la cara con la capucha de la sudadera que vestía. "Al principio pensé que era un cliente que se había despistado y le dije: ¿A dónde vas tío? Entonces me di cuenta de que era un ladrón y casi no me dio tiempo de reaccionar", narra la mujer.
El joven se abalanzó sobre ella y se enzarzaron en un forcejeo en la trastienda tirando al suelo las bandejas de pan y de pasteles durante la lucha. "Mi preocupación mientras forcejeaba era empujar al chico hacia fuera o a la zona donde están las cámaras de seguridad para que grabaran lo que pasaba y su cara quedara registrada", argumenta la panadera.
Ante la resistencia que Maribel ejercía, el atracador empuñó una navaja con la que amenazó a la mujer. "Ahí me asusté de verdad porque pensé que me iba a clavar la navaja, por eso dejé de forcejear. Aunque pensándolo ahora, veo que fue un error", clarifica Maribel. Y es que el asaltante aprovechó ese momento de flaqueza para acorralar a la panadera en el baño. "Fue algo insólito, porque en un visto y no visto me quitó los zapatos y me amarró las piernas con los cordones, cogió un delantal y me lo ató en la cabeza amordazándome y tapándome los ojos, me levantó el delantal y la parte de arriba de la ropa para inmovilizarme los brazos, y me quitó el sujetador -momento que aprovechó para realizarle diversos tocamientos- para utilizarlo como una correa y atarme en posición fetal con la cabeza entre las piernas. Creía que me asfixiaba", narra la víctima.
Una vez maniatada, el joven le increpó para averiguar dónde guardaba Maribel la recaudación. "Me decía que solo quería el dinero y me preguntaba dónde estaba. Como pude le dije que en la caja y él salió al mostrador", añade. Comenzó entonces un ir y venir entre el mostrador y la trastienda. El atracador, incapaz de abrir la caja registradora, acudía una y otra vez al baño para exigir a Maribel la forma de abrirla. "Se puso muy violento y yo no hacía más que decirle que apretara alguna tecla porque con los nervios no me acordaba de la clave para abrirla", afirma.
Despachando clientes En ese trajín de entradas y salidas, los clientes habituales comenzaron a llegar a la panadería. En lugar de huir, la reacción del joven fue atender las necesidades de los compradores. El problema es que seguía sin conseguir abrir la caja. Fue así como uno de los clientes compró una palmera por el módico precio de 5 euros. "Tampoco sabía los precios y en varias ocasiones entró al baño para preguntarme lo que costaba cada cosa. Yo intentaba gritar para que me escucharan desde fuera, pero apenas podía hablar con la mordaza", comenta Maribel.
De esta forma, estuvo el joven asaltante durante aproximadamente una hora; un espacio de tiempo en el que atendió a un proveedor y a unos diez clientes, muchos de ellos habituales de la panadería que se extrañaban al ver al joven en el mostrador en lugar de a Maribel, la única empleada de la tienda. "Pensando en lo sucedido he llegado a la conclusión de que estaba haciendo tiempo y disimulando hasta que no hubiera nadie en la zona y poder huir", plantea la mujer. Y es que la acera estaba llena de vecinos y clientes del bar contiguo, que conocen bien a Maribel. "Estábamos al lado y no nos dimos ni cuenta, ni siquiera los clientes que entraban y salían del bar", señala Sergio, camarero del local contiguo.
Final inesperado En uno de sus viajes al baño para preguntar algo a la panadera, la liberó de su mordaza y pudo verle la cara. "Para atender a los clientes se había quitado la capucha y, cuando le vi la cara, tenía cara de niño, de bebé. Creí que ahí se acababa todo porque entonces le podía identificar", destaca.
Por ello, Maribel empleó la única arma que disponía para defenderse, la psicología. "Le dije que no podía ir por la vida haciendo eso, que era muy joven, que no iba a poder llevarse nada, que le iban a detener y que rezaría por él para que le fuera bien. Trate de removerle por dentro y hacerle recapacitar", confiesa la panadera.
La táctica funcionó. El joven atracador se derrumbó y entre abrazos rogó una y otra vez a Maribel que le perdonara por lo que había hecho. "Creo que la situación le superó. Decía que yo era una buena mujer y que no me merecía eso y me suplicaba que le perdonara. Es una situación que hay que vivirla porque lo último que te esperas es que un delincuente reaccione así. Me dio pena y pensé en lo que debía estar pasando para haber llegado a eso", plantea la víctima, aunque considera que esa reacción "no debe llevar a engaño". "Creo que en esta ocasión reaccionó así, pero sabía muy bien lo que hacía cuando me ató y me encerró en el baño. Era muy hábil", sentencia.
El atracador, al que busca la Er-tzaintza, no logró abrir la caja registradora pero se fue del establecimiento con un ordenador portátil y 150 euros que Maribel llevaba en su bolso. En su huida, el joven chocó con otro cliente que fue quien encontró a la panadera cuando trataba de salir del cuarto de baño y la liberó.
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