Cada 1 de enero, cuando el calendario marca el inicio de un año nuevo, nos planteamos darle un giro a nuestra vida. Dejar de fumar, hacer ejercicio, aprender un idioma, comer mejor o ser un poquito más ahorradores son algunas de las cuestiones que tenemos pendientes.

Estos compromisos que adquirimos con nosotros mismos se llaman propósitos y en cualquier caso no llegarán antes del 7 de enero. Tras los excesos y los derroches de las fiestas navideñas, retomamos la rutina y es un buen momento para emprender nuevos retos o sustituir algunos hábitos poco recomendables por otros más saludables.

Sin embargo, no siempre es fácil y a veces las metas son tan inconcretas que solo un mes después ya han fracasado, convirtiendo los propósitos en meros despropósitos.

En medio de estos propósitos y despropósitos surgen los antipropósitos, una opción muy saludable y recomendable: son acciones destinadas a abandonar un hábito o una rutina que ni nos gusta ni nos aporta nada positivo.

"Un antipropósito es el propósito de dejar de hacer algo que venimos haciendo toda la vida, sin saber por qué ni para qué, pero que no nos resulta gratificante", señala Enric Soler Labajos, psicólogo de la Universitat Oberta de Catalunya (UOC).

Estos antipropósitos consisten en abordar las metas desde una perspectiva inversa, es decir, como señala Soler con un ejemplo, "en vez de fijarnos como meta perder peso nuestro objetivo será no obsesionarnos con la dieta y no dejar que la apariencia física dicte nuestra felicidad".

Los antipropósitos son actos voluntarios que requieren esfuerzo y una estrategia de acción. Deben ser concretos, realistas y estar bien definidos; son una forma de decir adiós al estrés autoimpuesto que se suma al del propio propósito.

Una mujer escribe sus propósitos junto al árbol de Navidad.

Soler nos ofrece un decálogo sobre estos antipropósitos para el nuevo año y sus puntos clave son:

1- La misión del antipropósito. Pregúntate para que sirve tu antipropósito y, si la respuesta no es clara y contundente, olvídate de él.

2- Toda decisión ya es una intención. Proponerse no hacerse ningún propósito ya es un propósito.

3- Pocos, pero interesantes. Concéntrate solo en los propósitos que realmente te interesen.

4- Estrategia para su consecución. Si no hay estrategia, no hay misión.

5- Objetivos a corto y medio plazo. Subdivide el antipropósito en varios objetivos parciales de forma que el cambio sea progresivo.

6- Antipropósitos reales y medibles. Además de ser concretos debes fijarte un plazo para conseguirlos porque si no estarás construyendo un despropósito.

7- Permitirse recaer. Las recaídas son oportunidades de remontar.

8- Liberación de dinámicas. Soltar lastre de todo aquello que no te aporta nada o que incluso te perjudica es un buen antipropósito.

9- Metas propias. Olvídate de los propósitos de los demás y pon el foco en tus propias metas.

10- Disfrutar del presente y del camino. El mejor propósito es que las previsiones del nuevo año no te arruinen el presente.