El lupus eritematoso sistémico (LES) es una enfermedad autoinmune, crónica y heterogénea, por la cual el sistema inmunitario ataca a las células y tejidos del propio cuerpo, ocasionando inflamación y daño en diferentes sistemas del organismo.
El 40 por ciento de los pacientes que padecen esta enfermedad son diagnosticados de nefritis lúpica en los 5 años siguientes a la detección de la enfermedad.
La nefritis lúpica en sí es un factor de mal pronóstico para los pacientes con lupus que influye significativamente en su supervivencia y calidad de vida, afectando tanto a su salud física como mental. Se caracteriza por anomalías urinarias, como la hematuria, leucocituria, cilindros celulares y proteinuria o manifestaciones más aparentes como el síndrome nefrótico, síndrome nefrítico agudo o la insuficiencia renal.
Actualmente, entre el 4,3 y el 10,1 por ciento de los pacientes que desarrollan nefritis lúpica, presentan una tasa de progresión a enfermedad renal terminal (ERT).
“No existe un solo factor que aumente el riesgo de desarrollar nefritis lúpica. Existen polimorfismos genéticos que hacen que algunos pacientes con lupus tengan mayor susceptibilidad a desarrollar la afectación renal. Además, la incidencia de la nefritis lúpica es mayor en pacientes con manifestaciones extrarrenales, un inicio precoz de la enfermedad, varones, etnias no caucásicas y aquellos con persistencia de marcadores inmunológicos de actividad”, indica desde el área de reumatóloga del Hospital 12 de Octubre de Madrid, María Galindo.
La afectación renal suele cursar de forma silente en las fases iniciales y, por tanto, “es importante una vigilancia activa de los datos analíticos de sospecha de nefritis lúpica como es la presencia de proteinuria, alteración en el sedimento de la orina o deterioro de la función renal”, detalla la doctora.
Añade que el abordaje temprano del LES es vital para mejorar la calidad de vida de los pacientes. “Controlar la actividad; evitar las recaídas; reducir la dosis acumulada de glucocorticoides para así reducir el riesgo de daño orgánico crónico; y controlar las comorbilidades son los retos en el manejo de los pacientes con lupus con los que nos encontramos para mejorar la calidad de vida y la supervivencia de los pacientes”, afirma la doctora Galindo.
Con todo, a pesar de las complicaciones que pueden llegar a padecer las personas con Lupus Eritematoso Sistémico (LES), el manejo de la enfermedad ha mejorado en los últimos años.
“El mejor conocimiento de la patogenia ha permitido el desarrollo de terapias dirigidas que bloquean componentes celulares y factores solubles implicados en el desencadenamiento y mantenimiento de la alteración inmunológica propia de la enfermedad”, ha explicado la especialista.
Además, se recomienda el abordaje terapéutico por objetivos, lo que supone un control estrecho para alcanzar la remisión completa o, al menos, una situación de baja actividad de la enfermedad. Por último, se ha incorporado a la práctica clínica la rutina de medir tanto la actividad, el daño acumulado como la respuesta a los fármacos, “pues es la mejor manera de objetivar los resultados tras establecer una pauta terapéutica”, según Galindo. El paciente, por su parte, desempeña un papel fundamental en la consecución de estos retos.