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Euskal Herria insólita

Robledal de San Juan en Zornotza: el roble curativo

La noche de San Juan, solsticio de verano, acoge en nuestras tradiciones funciones mágicas asociadas a los árboles sagrados que se utilizaban para la sanación. Visitar uno de esos lugares la excusa para la ruta de hoy

Robledal de San Juan en Zornotza: el roble curativoAitor Ventureira San Miguel

EL solsticio de verano era uno de los momentos fundamentales en el ancestral calendario de los vascos. Un instante en que, debido al esplendor sin igual de la naturaleza, las propiedades de los elementos de la misma adquieren mayor enjundia. Por ello, era el tiempo elegido por nuestros ancestros, para realizar una serie de rituales naturalísticos, buscando la protección, la prevención e incluso la sanación. Los árboles, y en concreto el roble en la tradición vasca, han sido vistos como entes sagrados. Habitados por una serie de fuerzas, de energías, que pueden aportarnos cosas positivas. Por ello, han protagonizado algunos de estos ritos solsticiales, ritos arcaicos que, sin embargo, podemos aún en pleno siglo XXI, tocar con nuestros dedos.

FICHA PRÁCTICA

  • ACCESO: Hasta el aparcamiento Nafarroa llegamos por la autopista A-8, tomando la salida 97. Continuamos por la carreta BI-635 y por la calle Nafarroa.
  • DISTANCIA: 7,4 kilómetros.
  • DESNIVEL: 200 metros.
  • DIFICULTAD: Media.

Nos situamos en la localidad vizcaina de Zornotza-Amorebieta, en concreto en el parking Nafarroa, ubicado en las afueras de la misma. En este aparcamiento estacionamos y nos dirigimos al cercano puente Sabino Arana, que salva el cauce del río Ibaizabal. Accedemos al interesante parque botánico de Jauregibarria, donde podemos localizar diez tipos de bosques autóctonos de Euskal Herria y un estanque de 2.300 m2 de superficie. También cuenta con un centro de interpretación sobre la flora autóctona, en el caserío Jauregibarria, edificación tradicional de 1803, siendo uno de los más antiguos de la zona. Caminamos siguiendo las balizas del sendero de pequeño recorrido PR-BI 74 ‘Andrés Espinosa’, que rememora al montañero de la localidad, quien recorrió buena parte del mundo escalando montañas. Continuamos caminando por el bidegorri y pasamos bajo un puente de la autopista A-8. Nada más franquearlo, giramos a nuestra izquierda para subir un corto repecho junto a unos pabellones industriales. Al final del polígono, tomamos un sendero que, en ascenso, surge a nuestra izquierda internándonos en una zona de bosque. Salimos al campo de futbol Txolon, y alcanzamos la carretera que remonta hasta el núcleo de Etxano, por la calle Urritxe. Nos espera un tramo de carretera de un kilómetro y medio, que podemos caminar por la acera junto a la propia vía. Desde el núcleo rural de Etxano, el paisaje se abre, permitiéndonos disfrutar de las cumbres de la zona, de la bella ermita de Santa María, así como de los espectaculares caseríos del barrio. Seguimos el paseo ascendiendo por un carretil asfaltado que nos lleva en breve hasta un cruce junto a un caserío. En este punto optamos por seguir hacia nuestra izquierda, mientras caminamos bajo la atenta mirada de las cumbres del macizo de Anboto. Comenzamos un marcado descenso que se dirige hacia un pinar justo al comienzo del cual abandonamos el asfalto y nos metemos de lleno en un bosque autóctono. De esta forma, llegamos al delicioso robledal, que se encuentra junto a la ermita de San Juan. 

Sanar las hernias

En este paraje se dio un curioso ritual destinado a curar a niños herniados, del que aún hoy podemos ver trazas. En la noche mágica de San Juan –solsticio de verano– se acudía a este bosque, cristianizado por la ermita dedicada al Bautista, actualmente en ruinas, y se elegía un roble. A este árbol se le hacía un corte en el tronco, separándolo en dos partes, que se sujetaban con cuñas. La hendidura era la imagen de la hernia. Cuando empezaban a sonar las campanadas de las doce de la medianoche, dos hombres –que podían ser hermanos seguidos y del mismo vientre, o ambos llamados Juan, o Juan y Pedro, según la zona donde se daba el ritual– comenzaban el protocolo. Uno de ellos tomaba al herniado y lo pasaba por la hendidura mientras le decía al otro: “eutsi, anaiye, eutsi, Juan” o “eutsi, Pedro” (“tómalo, hermano, tómalo, Juan” o “tómalo, Pedro”), entregándolo a los brazos de su hermano. Este último lo recibía diciendo: “ekatzu, anaiye, ekatzu, Juan” o “ekatzu, Pedro” (“dámelo, hermano, dámelo Juan” o “dámelo Pedro”), e inmediatamente lo devolvía al primero por la parte de fuera del árbol –no por la hendidura– y por su derecha, repitiendo la oración. Se había de realizar este acto tres veces, durante el toque de las doce. Dejaban colgada del árbol la camisa del enfermo y juntaban atándolas con cuerdas las dos partes separadas del tronco. Si el roble vivía, el enfermo sanaría; si no, no tenía cura.

Muy cerca de los restos del templo, podemos ver uno de los ejemplares de roble, que presenta la cicatriz de este arcaico rito sanador, de esta tradición milenaria que hunde sus raíces en lo más profundo de la vieja cultura del bosque; huellas de los que fuimos.

Seguimos el caminar, para lo cual salimos a la cercana central de tratamiento de agua potable de Amorebieta y descendemos hasta el instituto Urritxe de la localidad. Rápidamente, llegamos al campo de futbol homónimo y continuamos, ya en el propio núcleo de Zornotza, cruzando sobre la A-8, por un paso elevado. Solo queda llegar al centro de la localidad y regresar hasta el aparcamiento del comienzo.