Las Peñas de Oro es la denominación que se les suele dar a varias montañas de nuestra geografía en las que se localizan leyendas de oro enterrado. El oro es un elemento muy presente en la mitología vasca, desde peines de oro de las lamias o de Mari, hasta pellejos de animal llenos de oro, enterrados. Pero hay una de estas montañas que atesora, además, leyendas que nos hablan de un ser profundamente aterrador: Tartalo.
Nos vamos a tierras alavesas, para conocer un poco más sobre este ser mítico, caminar a la búsqueda de sus historias y, quién sabe, puede que nos topemos con el tesoro escondido.
Domaikia es un delicioso concejo que pertenece al municipio de Zuia y que acurruca sus caseríos bajo los farallones del pequeño macizo calcáreo de Peñas de Oro. La sierra cuenta con cuatro cotas de interés; hoy nos acercaremos a alguna de ellas.
Comenzamos el paseo en la propia Domaikia, donde podemos aparcar junto a la iglesia. Caminamos buscando la carretera que se dirige a Jugo; pronto tomamos una calle hacia la izquierda que se dirige al cementerio de la localidad. Antes de ascender a Peña de Oro, podemos visitar la pequeña pero bonita cota de Intusi, que nos regala unas preciosas vistas sobre el espolón rocoso de Peña de Oro.
Desde el camposanto, una pista sale a la derecha, que tomamos; caminamos por ella, se trata del tradicional camino de ascenso que desde Domaikia llevaba a los vecinos al Santuario de Oro, ubicado en lo alto de la sierra.
A media ladera, por el bosque, trazamos varias curvas hasta un collado donde tomamos el camino que sale a nuestra derecha, hasta un portón que cruzamos para alcanzar la despejada cima herbosa de Intusi de 817 metros.
Retornamos al collado para encarar un marcado camino que se dirige hacia un bosque, bajo la rocosa cima de Peña de Oro. Tras salir del bosque, nos topamos con una pista que llega directamente hasta la cumbre de Atxabal, de 888 metros de altitud. Las edificaciones de la cumbre acompañan una cruz que corona esta coqueta cima sobre el valle, mezcla de rocas y praderas de altura.
Tartalo, el ser intercultural
En esta serranía encontramos las leyendas del cíclope mítico de nuestra tradición: Tartalo. El tartalo de la mitología vasca tiene su representación en las mitologías de otras culturas. De esta forma, encontramos en la cultura clásica la figura del ciclope, miembros de una raza de gigantes, con un solo ojo en la frente, dotado de poderes especiales y con la facultad de desintegrar casi con la mirada. Son seres muy fuertes, tercos y de emotividad abrupta.
Así, por ejemplo, en la griega, Tartaro es una especie de infierno, el inframundo, donde Urano encerró a los cíclopes Brontes, Estéropes y Arges. Tántalo, uno de los hijos de Zeus, habitó la parte más profunda, reservada al castigo de los seres más malvados.
Estamos, probablemente ,ante una importación local de un mito clásico. El ciclope más conocido quizás sea Polifemo, personaje que aparece en la obra La Odisea de Homero. Curiosamente, Ulises vive las mismas peripecias que las que pasan los protagonistas de muchas leyendas vascas vinculadas a Tartalo.
Tartalo es antropófago y, al igual que los jentiles, se entretiene lanzando con facilidad enormes peñascos de un monte a otro, pero se diferencia de estos porque es perverso y tiene instintos de inusitada violencia.
Una leyenda nos cuenta lo siguiente:
“En la región de Zuia, vivía Tartalo en una cueva de la montaña. Un día secuestró a un muchacho metiéndolo entre cadáveres que almacenaba. La puerta de la cueva se abría solo cuando el genio decía:
-Ábrete Charranca”.
Descendemos hacia el Santuario de Oro, perfectamente visible hacia W., por terreno donde se mezclan praderas con rocas. Están un tanto pulidas, por lo que en días de lluvia pueden resultar resbaladizas. El Santuario de Nuestra Señora de Oro, edificado en el roquedo, es una construcción de piedra, cuya referencia nos lleva hasta el año 1138. La Virgen es la patrona del valle, que en septiembre celebra su romería en el Santuario.
Un poco más alejada, en una campa cercana, vemos una interesante cruz datada en 1605, que presenta varios relieves. En esta zona, José Miguel de Barandiarán localizo allá por el año 1918, restos de un antiguo poblado o castro de la Edad del Hierro, datado en el siglo IX a.C., que nos habla de la antigüedad e importancia del enclave en el que nos encontramos. Estamos en un lugar cargado de historia, de leyenda, de religiosidad, donde se funden culturas antiguas, cristianismo, viejas creencias, es la magia de nuestras montañas.
Tras disfrutar de las dulces vistas que nos regala el paisaje, retornamos. Para ello, tomamos la pista que desde el Santuario acaricia la base de las paredes calizas para abandonarla enseguida y tomar un desvío a nuestra derecha. Rápidamente topamos con otra bifurcación, donde volvemos a optar por nuestra derecha. Caminamos ahora entre el bosque; tras un tramo, bordeamos la cota de Intusi a la que antes hemos ascendido y enlazamos con el camino de subida, por el que llegaremos hasta Domaikia.
Ficha práctica
ACCESO: Llegamos a Domaikia, por la carretera A-4413, desde la salida 17, de la N-622.
DISTANCIA: 5 kilómetros
DESNIVEL: 236 metros
DIFICULTAD: Fácil