En las cercanías del pequeño pueblo de Alloz, en Tierra Estella (Navarra) se levantó en 1930 una presa en la cabecera del río Salado para recoger sus aguas y las del Ubagua, uno de sus afluentes. Además de regular su caudal, el objetivo buscado era acumular agua para riego y generar electricidad.

Casi un siglo después, este embalse se ha convertido también en un atractivo turístico en el nordeste de la Merindad de Estella. Además de zona de baño, también se practican actividades náuticas, la pesca deportiva y senderismo por sus orillas.

Los municipios de Valle de Yerri y de Guesálaz lo comparten, el primero en el lado occidental y el segundo en el oriental.

La bahía de Úgar, una de las dos playas acondicionadas para su uso público en el embalse de Alloz. Juan Miguel Ochoa de Olza | NTM

Por el valle de Yerri

Aunque es el pueblo de Alloz el que da nombre al embalse, se puede decir que Lácar es la puerta de entrada al Valle de Yerri y podemos llegar hasta el pantano desde la Autovía del Camino, la A-12. Este pueblo de carácter agrícola, especialmente vino y aceite, es un ejemplo de cómo sus vecinos han trabajado por mantenerlo cuidado. Recorrer sus calles es pasear entre edificios de piedra con fachadas blasonadas. Entre los edificios destaca la ermita románica de Santa Engracia, en el centro de Lácar, y su parroquia hasta la construcción en el siglo XVI de la iglesia de Santa María de Eguiarte. La comparten con Alloz, pero los sábados sigue celebrándose la misa en la ermita para que los fieles más ancianos no tengan que salir del pueblo.

En Lácar se conmemora y recrea cada dos años la batalla librada el 3 de febrero de 1875 durante la Tercera Guerra Carlista. El pueblo estaba ocupado por las tropas liberales del rey Alfonso XII y los carlistas la asaltaron haciendo huir al rey, al que casi capturan.

Dejando Lácar y a mitad de camino hacia Alloz se pasa por Santa María de Eguiarte, que custodia la talla gótica de la Virgen de la Leche. Destaca su atrio, que se levantó sobre el antiguo cementerio y cuyas lápidas se conservan.

En el primer acercamiento al embalse se pasa por el monasterio de San José de Alloz y se llega al contraembalse del pantano, donde se regula el caudal del Salado y parte el canal de Alloz hasta la central hidroeléctrica de Mañeru, donde vuelve al río y afluye en el Arga.

Ermita románica de Santa Engracia, en Lácar. Juan Miguel Ochoa de Olza | NTM

Tras pasar por Alloz y camino de Úgar, una señal indica el desvío hacia la Bahía de Úgar, una de las dos playas acondicionadas del embalse. Un aparcamiento, merendero y zona de esparcimiento están preparados para recibir a los visitantes. Desde esta orilla se ve enfrente la otra playa, la de Lerate, además de los pueblos de Irurre y Garisoain.

Una vez en Úgar, envueltos en la calma que reina en sus calles, se confirma la importancia que en esta comarca tienen las casas familiares, todas de piedra y con imponentes fachadas. En este estilo destacan la Casa del Mayorazgo, del siglo XVI, y la Mansión Salinas, del XVIII.

Por lo que respecta al patrimonio religioso, la iglesia románica de San Martín, en el centro de la localidad, merece una visita. Igual que la ermita de Nuestra Señora de la O, en el límite del casco urbano y junto al cementerio.

Camino de la cola del pantano se alza Villanueva de Yerri, el último de los pueblos del valle junto al pantano. Como muchos de ellos, se ubica en un alto desde el que se vislumbra parte del embalse y al que se puede llegar por una pista que da a otra pequeña ensenada, aunque no está habilitada para su uso recreativo. En la orilla de enfrente se distingue con claridad Muzqui.

Sobre el caserío de Muez se alza la iglesia de Santa Eulalia. Juan Miguel Ochoa de Olza | NTM

En el valle de Guesálaz

En la misma cola del pantano se alza la localidad de Muez. Su ubicación en un alto, dominando el valle que después inundaría el pantano, no es de extrañar encontrar una casa torre, la conocida como la Casa del Conde, de origen defensivo. Junto a ella, se encuentra la iglesia de Santa Eulalia, un templo gótico del siglo XIII que en su muro exterior muestra una lápida mortuoria de varios legionarios romanos.

A la salida de Muez se puede subir hasta la discreta ermita de Nuestra Señora de Sagrario, desde donde se puede disfrutar de un horizonte montañoso sobre el pantano.

La siguiente parada puede ser Esténoz, con la parroquia de San Martín, que conserva de su origen en el siglo XIII la torre, el interior de la nave y parte de sus muros. Llama la atención el cuidado jardincillo que sirve de atrio.

Al frontón de Muzqui lo cruza la carretera y su pared está a la derecha. Juan Miguel Ochoa de Olza | NTM

A medida que el viajero se va acercando a Muzqui, destaca la silueta de la iglesia de Santa María Magdalena, de origen en el siglo XIII pero ámpliamente reformada en el XVI, unificando su estilo al de las casas de piedra de esa misma época. Pero lo que realmente llama la atención es el frontón del pueblo. Es el único de Navarra, y como señala una placa probablemente del mundo, al que cruza una carretera. Pelotaris y vehículos deben turnarse para su uso, unas veces se detiene el partido y otras, la circulación.

Antes de llegar a Irurre hay que pasar por Garisoain, donde la iglesia de la Natividad es una particular joya medieval del siglo XII que tuvo que ser reconstruida en el XVI tras un devastador incendio.

El ‘Legado de Henri’ en Irurre

Al recorrer las calles de Irurre puede sorprender encontrar unas serie de esculturas metálicas que contrastan con la rústica y tradicional imagen de sus edificios. Son creaciones del escultor belga Henri Lenaerts, que desde el año 1971 y hasta su muerte en 2006 vivió en este rincón del valle de Guesálaz. Estas obras son El nacimiento de Venus, El vuelo de Ícaro, La caída de Ícaro y El campesino de Brabante. Con ellas se ha creado la ruta Legado de Henri, que se completa con la Piedra del Homenaje, que Irurre regaló en vida a Henri Lenaerts y a su esposa Paulette como reconocimiento; el Mirador desde donde se puede admirar el valle de Guesálaz y el pantano de Alloz, y la Casa Museo, que alberga el Centro Henri Lenaerts con una exposición permanente al aire libre con la obra del artista belga y la sede de la Fundación que custodia su obra y difunde su pensamiento. 

En Irurre, ya casi de vuelta a la cabecera del pantano de Alloz, se unen el arte antiguo, representado por los edificios la arquitectura de los siglos XVI y XVII como el palacio del marqués de Irurre, la ermita de San Gregorio, la basílica de Santa Lucía o la iglesia de la Asunción, con la modernidad de las esculturas del artista belga Henri Lenaerts, que vivió en este pueblo desde la década de los años 70 y que algunas de sus obras se ha creado un museo al aire libre.

A la orilla del pantano se encuentra Lerate, que perdió parte de los restos romanos, una calzada y un puente que cruzaba el río Salado, bajo sus aguas. Ahora es un importante centro de actividades de ocio relacionadas con el pantano. De hecho, la Escuela de Vela de Navarra se trasladó a Alloz cuando comenzaron las obras de recrecimiento de Yesa y desde entonces son muchos los navarros que han participado en las campañas escolares de vela, la Semana Azul.