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El Tokio más irreverente

La capital de Japón es una megalópolis poliédrica. ON se sumerge en la cara más juvenil y excitante que va desde el cruce más famosos del planeta, hasta el interior de gigantescos sex-shops, pasando por el principal escenario de `Cosplay´ del mundo.

Scarlett Johanssondestaca en medio deuna multitud que semueve como poseída.Ella se muestrafascinada bajo suparaguas transparente.

Tokio es comoun imán para cualquier occidental, y elcruce de Shibuya, el más famoso del mundo,no podía dejar de tener un papel protagonistaen Lost in Translation. La películade Sofía Coppola recoge como pocasel alma joven de la capital nipona, pero laextravagancia que reina en ciertos lugarespasa casi desapercibida.

Y es este coqueteo con el exceso el quehace de la megalópolis por antonomasiaun lugar tan inquietante como asombroso.Para darse de bruces con él no hay nadamejor que dejarse caer por alguno de loscentros más juveniles de Tokio. Akihabara,Shibuya y Harajuku, cualquiera vale,aunque el último se lleva la palma.

Es la meca del cosplay: literalmente unjuego de disfraces que se lleva hasta susúltimas consecuencias. O sea, hasta queel disfraz deja de serlo para convertirse enun atuendo corriente. En este barrio sedan cita todos los días, pero sobre todo losfines de semana, los jóvenes que participande esta costumbre, que se ha extendidoaOccidente y da lugar a multitud de tribusurbanas: las lolitas, los góticos, lashadas, y un largo etcétera de subgénerosque mutan a la velocidad de la luz.

Quizá sean los cafés meido, los establecimientosmás chocantes ligados a estamoda. Aquí, jóvenes camareras vestidas decriadas al estilo clásico francés sirven a unaclientela mayoritariamente masculina yfetichista que no duda en dejar que las jóvenesles den incluso de comer a la boca.

Ypara idólatras de la extravagancia estánlos gigantescos sex-shops, en los que unopuede encontrar el lado erótico del cosplay.

Cualquiera que sea la fantasía, aquí hayun traje a medida: enfermera cachonda,niñera, colegiala, sadomasoquista… Todoun muestrario que suele rondar la línea delo enfermo. No obstante, son muchas lasparejas que se acercan a estos lugares. Unade ellas, que obviamente prefiere mantener el anonimato, reconoce que su vidasexual “ha mejorado mucho después dehaber introducido elementos narrativos”.Nada como montarse historias para escaparde la monotonía, asegura ella.

Akihabara es el núcleo friki de Tokio. Lameca de los amantes del manga y de losvideojuegos.También ejerce de imán paralos enamorados de los gadgets tecnológicos.La máxima es: si no está enAkihabara, noexiste.Y, además, los precios siguen siendoasequibles comparados con los de Occidente,aunque el lugar yaha perdido el interésque tuvo en su día, cuando las gangasabundaban. Con el yen por las nubes, algose ahorra, pero es mejor disfrutar del curiosoambiente que ir de compras.

En Akihabara también se pueden encontraralgunos de los hoteles cápsula que tantollaman la atención. Sí, esos nichos paradormir que cuestan 30 euros la noche yque sirven para que los ejecutivos que hanperdido el último tren o se han pasado con el sake se queden a dormir cerca de la estación.Cada vez ganan más popularidadentre los viajeros, ya que se consideracomo una experiencia imprescindiblepara vivir a fondo Tokio.Eso sí, mejor quese abstengan los claustrofóbicos.Yqué mejor que acabar el día con un chapuzónen el espectacular ambiente nocturnode Shibuya. A partir de la caída delsol el neón toma el relevo y es entoncescuando el cruce de Scarlett Johanssonhierve de actividad. Es territorio pijo, perotambién se pueden encontrar en los alrededores garitos en los que tocan bandasunderground de post-rock o heavy metal.

Eso sí, no hay que esperar un públicoentregado al espectáculo, ya que los japonesesprefieren disfrutar del exceso dedecibelios con una actitud más bien estática.De hecho, las salas de baile suelenestar incluso invadidas por mesas, paraque los asistentes al concierto puedandegustar cómodos sus cervezas Asahi.

Eso sí, si algún suertudo consigue echarleel lazo a alguien, no hay que desesperar.Para eso están los Love Hotels, establecimientosen los que el recepcionista nisiquiera mira a sus clientes a la cara. Todala transacción se hace con una ventanillacomo la del banco, y la intimidad estágarantizada. Por si fuera poco, muchashabitaciones están adornadas de formaque no choquen con la extravagancia querodea al barrio. Así que es posible acabaren una estancia sacada directamente deun palacio Luis XVI, o en el escenario dealgún cuento con exceso de glucosa.

Los que no hayan tenido suerte siemprepueden seguir disfrutando de la noche conlas discotecas al uso y los tradicionalesbares nipones: dos opciones para tratar de profundizar en la impenetrable cultura delpaís del Sol Naciente. No obstante, existeuna tercera opción, todavía mejor para esepropósito: el karaoke.

Yde nuevo Lost in Translation. Cuandouno se topa con los excéntricos jóvenesjaponeses con un micrófono pegado a loslabios, resulta muy difícil quitarse de lacabeza la escena de la película en la quelos protagonistas se acercan a uno de estosestablecimientos chic en los que la juventudjaponesa puede desgañitarse durantenoches enteras, como si el mundo no fueracon ellos. Eso sí, la calidad de la músicadeja bastante que desear, aunque hayquien se lo toma tan en serio que está enplena forma para dejarse caer por OperaciónTriunfo.

Si hay hambre, no pasa nada. Los 7-Elevenestán abiertos las 24 horas del día yofrecen kits de supervivencia: bandejas desushi, galletas, chocolate, café y toneladasde cómics manga. Tampoco faltan losparaguas transparentes que se han convertidoen un icono de la capital japonesa.Y es que pocos placeres pueden superar elde ver cómo cae el agua sobre uno. Sinmojarse, claro. Cosas de Tokio.