EL progenitor fue un buen gregario que a finales del pasado siglo levantó los brazos en tres ocasiones -Valles Mineros, Challenge de Mallorca y Tour de Francia-, mientras que el vástago quiere alcanzar el reto del profesionalismo e incluir de nuevo este apellido alavés entre la élite ciclista unas cuantas décadas después. En un deporte tan sacrificado como el ciclismo cualquier detalle cuenta, pero los tiempos pasados fueron más complejos que los actuales. No había tantos adelantos tecnológicos ni comodidades en cuanto a la preparación. Ni tan siquiera los kilometrajes de las carreras de ahora se parecen a los de entonces. Bien lo sabe Javier, que fue profesional durante nueve temporadas. Dio el salto al mítico KAS en 1986 para después fichar por BH. El último curso como ciclista lo completó Murgui en la Fundación Euskadi. Corrió seis Tours, otras tantas Vueltas y estuvo en dos Campeonatos del Mundo con la selección española.

Con apenas 18 años Jokin ya ha sido citado por el combinado nacional para disputar este curso el campeonato de Europa en la República Checa. Es una forma de ponerse en el candelero. “Soy un adicto a este mundillo. Me gusta seguirlo de cerca. Y que encima tu hijo esté funcionando y veas que las perspectivas se van cumpliendo es lo más grande que te puede pasar como padre”, afirma con orgullo. Escuchando atentamente, el joven corredor sabe que le queda mucho por delante para culminar su sueño. “No quiero agobiarme. Es pronto y aunque las cosas me van bien, lo importante todavía está por demostrar. Ganar carreras en juveniles te sirve para encontrar un buen equipo en amateur, pero donde hay que dar el callo es a partir de ahora”, reflexiona Jokin Murguialday.

Nueve temporadas ya desde que se enfundara por primera vez en la escuela de ciclismo de Arabarrak un culote y un maillot. La convocatoria de la Federación Española para estar en tierras checas no ha sido fruto de la casualidad, sino más bien de la causalidad. Seis victorias y el triunfo en la general de la Vuelta a Álava adornan su segundo año como juvenil. “La que más ilusión me hizo fue la de Durango, porque el primer año de júnior no gané ninguna carrrera y era la primera que lograba. También la de Agurain por ser la de casa”, reconoce Jokin, quien no esconde que últimamente obedece poco lo que le dice su padre. “Me da muchos consejos, pero otra cosa es que le haga caso” apunta socarrón.

Uno de los temas de la conversación versa sobre las dificultades de ser profesional hoy en día o hace treinta años. “No creo que fuera más fácil en mi época dar el salto. Lo que sí es verdad es que actualmente damos más facilidades a los chavales para que entrenen. En mi época lo compaginábamos con el trabajo y entrenabas lo que podías. Hoy en día tienen más apoyo por parte de los padres y los equipos. Luego ya pasar es otra cosa, porque los equipos lo que valoran son las exhibiciones que un amateur puede hacer, más que las carreras que gane”, manifiesta Javier.

La perspectiva de los años le permite analizar con claridad los cambios que se han producido en el mundo del pedal en las últimas décadas. No solo en cuanto a la preparación y las nuevas tecnologías, sino también los kilometrajes o los días de competición que tiene cada ciclista. “Hay mucho preparador en los equipos y tampoco creo que sea la piedra filosofal. Es cierto que tienes más datos e información de cada deportista, por las pruebas de esfuerzo y demás, pero en algunos casos puede ser hasta contraproducente. En toda estructura se necesita toda clase de corredores, que suban bidones, que llaneen o que protejan a su esprinter”, desvela Murguialday, a quien como corredor le gustaban las etapas largas y duras, algo que hoy echa en falta.