EN la calle Ronda ya gobiernan las sombras, que se mezclan con el suelo gris y las vetustas fachadas del corazón de la villa. Por la puerta del Bira se escapa un rayo de luz y una melodía que invita a asomarse al interior. Al atravesar el umbral uno siente que se traslada al instante a algún pub de Irlanda. La culpa de este viaje low cost la tienen Fiona McGrath y Jeni Flannigan, dos escocesas que, desde que se instalaron en Bizkaia, han hecho todo lo posible para poder disfrutar en Bilbao de su pasión: la música celta.

Fiona estuvo dos meses en Gernika (posiblemente sea lo que le haya impregnado un entrañable acento al hablar en castellano) y ya lleva un año en Bilbao. “Vine en el pasado con mi grupo de baile irlandés para bailar en un festival de Galdakao”, relata, “encontramos gente de Galdakao que hacía danzas tradicionales vascas y nos hicimos muy amigos con el paso del tiempo. Creo que Euskadi es un buen sitio para disfrutar de la música tradicional y el folclore”.

Aquí conoció a Jeni, que lleva dos años en Bizkaia. “Yo vine porque quería probar una cultura diferente”, explica Flannigan, “siempre me había interesado la cultura del País Vasco”. Las dos echaban de menos las sesiones de música y danza en los pubs de Edimburgo. “Empezamos a hablar de bailes y me di cuenta de que Fiona es una profesora certificada en bailes irlandeses y surgió una amistad perfecta para empezar a hacer gente”.

Ellas son las precursoras de las quedadas en el Bira. Los lunes por la noche coinciden allí para tocar, catar y bailar más de una docena de personas originarios de sitios muy diversos. Por ejemplo, allí miman sus violines, flautas e instrumentos de percusión los vascos Iñaki, Rodrigo, Maka, Haritz y Eder. Pero también el cubano Javier Molinero, el georgiano Irakli Akhvlediani o los irlandeses Lorainne Maguire y Eimear O’Sullivan.

Todos tienen en común la pasión por la música celta y las ganas de contagiarse por las personas cultivadas en otras culturas. Así que se sientan alrededor de una gran mesa con sus instrumentos y se dejan llevar por la música. “Esto está abierto a cualquiera”, asegura Fiona, “todo el mundo es bienvenido para mirar, escuchar, bailar o tocar. No importa el nivel. Es para repartir y compartir nuestras culturas. Queremos también aprender culturas de otros países. Así que la gente puede venir para enseñarnos cómo se toca, canta o baila en su cultura”.

Fiona advierte de que la música tradicional celta, teniendo sus propias características, es algo similar a la vasca. “Aquí está la trikitixa y en Irlanda se utiliza mucho la acordeón”, relata, “también se parecen el txistu y la flauta. Pero la música celta es una mezcla de la historia y de la gente de allí. Las canciones tienen historias de las diferentes comunidades”. “En el gaélico escocés hay muchas historias de inmigración o muy tristes”, confirma Jeni, “pero también hay piezas que están hechas para bailar y hay un fuerte sentido del humor en esas canciones”. Esa mezcla perfecta de nostalgia y diversión es la que fluye en las paredes del Bira. El que quiera acudir, está invitado.