Aseguraba que curaba cánceres, que de la nada hacía aparecer serpientes y que partía tablas de madera solo con respirar encima, pero al gurú chino Wang Lin, ninguna de esas supuestas habilidades que decía tener le ha librado del calabozo. Allí ha acabado, acusado de estar implicado en el asesinato de uno de sus discípulos, este mago que hechizó a celebridades y poderosos de China como maestro del qigong, una práctica oriental derivada del taoísmo y basada en el control de la respiración.
Las autoridades chinas anunciaron, tras su detención el pasado día 16 junto a otros tres hombres, que investigan la relación de Wang con la desaparición y muerte de Zou Yong, un empresario y vicepresidente del Parlamento provincial de Jiangxi que estuvo vinculado al mago. Zou y Wang se enzarzaron hace dos años en un litigio por una serie de deudas y denuncias cruzadas que empezaron a minar el prestigio del otrora todopoderoso hechicero, ahora caído en desgracia.
Wang Lin, de 63 años, se dio a conocer en la década de los 90, cuando el qigong se puso de moda en China. Con el tiempo se labró una cartera de seguidores plagada de nombres conocidos: desde el fundador del gigante chino del comercio electrónico Alibaba, Jack Ma, hasta estrellas del cine como Jackie Chan y Jet Li, un buen número de famosos del gigante asiático se dejaron seducir por los trucos del gurú.
Su mansión en Pingxiang, un edificio de cinco plantas con un gran jardín, era llamada popularmente El palacio y se convirtió en una especie de centro de peregrinaje que frecuentaban no solo celebridades del mundo del espectáculo, sino también políticos de alto rango. A todos ellos les convenció de que él poseía poderes sobrenaturales que, según proclamaba el mago, le habilitaban para llenar vasos vacíos con vino surgido aparentemente del aire, convertir cenizas en papel o materializar serpientes, con las que después se fotografiaba. El maestro del qigong también decía tener capacidades sanadoras y presumía de haber curado a 50.000 personas, un currículo que hizo del exministro de Sanidad chino Chen Minzhang uno de sus seguidores.
El gurú fue amasando una fortuna a base de reunir seguidores influyentes y adinerados que pagaban grandes sumas por sus servicios. Zou Yong, el empresario y político al que la Policía le acusa de haber asesinado, admitió en 2013 en declaraciones a la cadena de televisión estatal CCTV que pagó a Wang cinco millones de yuanes (unos 750.000 euros) por convertirse en su discípulo. “Yo también pensaba que Wang era un santo, pero perdí unos pocos millones de yuanes aprendiendo el qigong de él”, declaró después Zou. “Todo lo que recibí fue un libro, una pequeña tabla y un colchón. Practiqué tan duramente como él me pidió durante dos años. Al final, no aprendí ninguna magia”, reconoció el empresario. La relación entre Wang con Zou se agrió, como con otros antiguos clientes del mago, y acabó en los tribunales.
El pasado día 9 fue denunciada la desaparición de Zou y una semana más tarde Wang fue arrestado por la Policía. A la espera de que se determine su culpabilidad en el caso, la prensa oficial china ya lo tilda de “charlatán”. La reputación del gurú que en su día cautivó a las élites de China se ha evaporado, de forma inversa a las serpientes que Wang decía que era capaz de materializar desde la nada.