BILBAO. LA paleta de religiones que conforman la fe de los venezolanos ve como poco a poco va ganado fuerza el culto al fallecido presidente Hugo Chávez (1999-2013), una creencia imparable que tomó un nuevo impulso esta semana con la aparición de una versión chavista del Padre Nuestro. “Chávez nuestro que estás en el cielo, en la tierra, en el mar y en nosotros, los y las delegadas, santificado sea tu nombre, venga a nosotros tu legado para llevarlo a los pueblos de aquí y de allá”, dice el inicio de la plegaría que se dio a conocer el pasado lunes en un acto del gobernante Partido Socialista (PSUV). Y prosigue: “Danos hoy tu luz para que nos guíe cada día, no nos dejes caer en la tentación del capitalismo, mas líbranos de la maldad de la oligarquía, del delito del contrabando porque de nosotros y nosotras es la patria, la paz y la vida. Por los siglos de los siglos amén. Viva Chávez”.

Y es que desde su muerte, Chávez se le ha aparecido en forma de “pajarito”, dos veces, al hoy presidente de Venezuela, Nicolás Maduro, y en una ocasión los obreros que trabajan en la construcción de los túneles del metro en Caracas pararon las máquinas tras descubrir en una de las paredes rocosas el rostro del comandante. A día de hoy una de las piezas más cotizadas es la camiseta con la mirada de Chávez, una imagen que se puede encontrar con facilidad en cualquier parte de la capital, unos ojos que saludan a los venezolanos desde el lugar menos esperado.

En el barrio 23 de enero, donde está enclavado el Cuartel de la Montaña, vive Elizabeth Torres desde hace más de 40 años, una de las mujeres a las que “el comandante”, le cambió la vida. Es “la guardiana” de la capilla Santo Hugo Chávez del 23 y guía un día a la semana a los visitantes que visitan el museo chavista en el que se ha convertido el Cuartel de la Montaña.

Torres cuenta que comenzó a construir la capilla 20 días después de la muerte del presidente al lado de uno de los puestos que este ordenó habilitar en la zona para los vendedores ambulantes como ella, y todos los que van al cuartel hacen una parada en su capilla.

“Les gusta hacerse una foto en la capilla o darle las gracias al comandante bien sea por una casa, por salud”, cuenta mientras revisa que las flores estén frescas, las estampitas limpias y que la tacita de café que le pone a una imagen de Chávez siga intacta. Afirma que la oración del “Chávez nuestro” que tanto ha sonado en los últimos días la tuvo en su capilla hace semanas junto con una estampilla y no le parece mal. Todo lo contrario que al arzobispo de Caracas que advirtió que la plegaria del “Padre Nuestro” es “intocable” y se comete un pecado de idolatría.