Bilbao

De niña, a Rocío Gandarias le gustaba ayudar a su padre a pintar el barco. Esta getxotarra viajera y curiosa heredó el amor por el mar de su aita, constructor de embarcaciones deportivas, y el ímpetu por explorar de su ama, musicóloga llena de iniciativas. Y, con este modus vivendi, un buen día y "sin pensármelo", Rocío anunció que se iba a Southampton a aprender Arquitectura Naval. En esa universidad del sur de Inglaterra coincidió con personas de muy distintos orígenes, lo que le abrió la mente, y con su actual pareja, el belga Gaspar Vanhollebeke, con quien está embarcada en una aventura en el Atlántico desde hace un mes y que, a partir de hoy, cristalizará en una travesía de unos 20 días -dependiendo del viento y otros avatares-, surcando el océano, hasta el Caribe.

De naturaleza inquieta -"me gusta mucho moverme"-, Rocío estudió Bachillerato Científico Técnico en Azkorri, mientras eventualmente ayudaba a mantener y reparar barcos en el negocio familiar, y participaba en regatas, además de estudiar clarinete, inglés y francés, siendo completamente euskaldun. En Southampton realizó la carrera para diseñar embarcaciones de recreo y un máster en Ingeniería Naval, mientras daba clases de castellano a interesados de la zona. Y, como le sobraban cuatro meses al año... aprovechaba para navegar en Bizkaia además de, por ejemplo, ser voluntaria para mantener el Parque Nacional Kenozero, en Arkhangelsk, Rusia. Casi nada...

En Southampton pudo conocer a "algunas personas que navegan y que han atravesado el Atlántico", con la regata ARC (Atlantic Rally for Cruisers), narra desde Las Palmas, adonde han llegado desde Lisboa, pasando por Lanzarote y La Graciosa. Ella y Gaspar empezaron a compartir aficiones y proyectos vitales, y desecharon la idea de hacer ahora "un doctorado sobre mi tesina (Ingeniería Concurrente aplicada al Diseño y Producción de Embarcaciones de Recreo)", decidiendo embarcarse en la aventura de cruzar el Atlántico, llegar a Santa Lucía y, una vez en el Caribe, "buscar trabajo, pasando allí al menos seis meses", relata.

Así, a partir de enero, comenzaron a hacer llamamientos por internet para conseguir un barco y participar en la aventura. Y cuando ya creían que iban a poder compartir la singladura con un chico, este se echó atrás, así que tuvieron que contraatacar con intensidad. Y, por fin, el pasado verano dieron con una pareja inglesa que se tomaba un año sabático y quería navegar con sus tres hijos. Ya tenían embarcación para sus propósitos. Así, hace un mes partieron juntos en el catamarán desde Lisboa hasta Lanzarote, donde se separaron, hasta reencontrarse el 14 de noviembre en Las Palmas. En Lanzarote pasaron 14 días, donde lograron trabajar de intérpretes en un barco, "e hicimos algún contacto paseándonos por los pantalanes del puerto", narra Rocío.

Y después estuvieron dos semanas en La Graciosa, en el barco de un conocido, "haciendo contactos y pidiendo consejos a la gente que ha navegado por el Caribe, y que vivían en su barco allí. También conocimos a unos suecos que hacen la ARC y puede que nos contraten para traerles el barco de vuelta a Europa en mayo". En estas semanas no han faltado la escalada, los baños y, "como había que ahorrar para el Caribe", probar a vender las acuarelas de Gaspar y recaudar con los conciertos de Rocío al clarinete. No sacaron mucho, pero se fueron probando. Con esos fines ahorrativos dormían en las playas de Lanzarote.

El acuerdo con la familia inglesa consistía en que ellos ponen el barco y la comida y Rocío y Gaspar ayudan "a tripular, a arreglar cosas, a dar clases de español a los niños, a cocinar a veces...". Se turnan para las guardias, que son de tres horas, aunque Rocío quita importancia a sus cometidos: "Es una embarcación en la que no te tienes que preocupar mucho, pues todo es automático".

dibujando barcos "Bastante buena para la investigación", Rocío ha conseguido dar con la horma de su zapato en Gaspar, uno de los numerosos chicos que había en su promoción de Southampton -aún la navegación sigue en manos de hombres...-, algunos franceses, italianos, de Santander o de China y Trinidad y Tobago. Lo más inminente ahora es abordar su singladura y pasar varios meses en el Caribe, pero Gaspar y ella sueñan con "poder diseñar nuestro propio barco en el futuro, ya estamos dibujándolo".

Cuando zarpen, les aguardan entre 15 y 20 días de travesía por el Atlántico, "la mayor duración hasta ahora para mí, pues lo máximo que había navegado habían sido los cinco días desde Lisboa", señala la simpática getxotarra, quien cruzó el Canal de la Mancha en 35 horas. Y ya están barajando cómo ganarse la vida una vez que arriben a Santa Lucía. "Allí hay muchos barcos. Quiero conocer un estilo de vida nuevo, ver cómo es la gente... Buscaremos trabajo y si alguien quiere que le llevemos en mayo el barco de vuelta a Europa -entre ellos, la familia inglesa-, es una opción para regresar, aunque no descartamos dar la vuelta al mundo", enumera sueños.

En esta Torre de Babel en que se mueven, Rocío enseña castellano a Gaspar y él le ayuda a mejorar su nivel de francés, ya que se entienden en inglés. En Canarias les han abierto las puertas, les han acogido, llevado en auto-stop... "Conocimos a un chico de Senegal que nos dijo: Si tú eres bueno con la gente, la gente es buena contigo. Todo ha ido muy bien y apenas hemos gastado. Sabemos que nuestros padres nos ayudarían si algo falla, pero estamos teniendo mucha suerte", comenta con ilusión la aventurera patrona de barcos.

Rocío estaba determinada a cristalizar su vocación y ahora ve claro lo que desea a corto plazo. De estudiar más, tiempo queda. Admite que "tener a Gaspar al lado es un apoyo, porque nos ayudamos y queremos cosas parecidas", pero ya de niña miraba al mar con ojos brillantes...