Morir a 110 grados

La temperatura normal del cuerpo humano es de 37º, aunque evidentemente puede oscilar mínimamente tanto por arriba como por abajo. Cualquiera que se haya visto obligado a soportar un ambiente extra de calor habrá comprobado los efectos que ello tiene. También en una sauna, un lugar que en apariencia sirve para conseguir efectos beneficiosos sobre el organismo humano, en especial la liberación de toxinas mediante el sudor. Y así ha sido tradicionalmente. Es, por ello, inimaginable soportar temperaturas de 110º, difícilmente compatibles con la vida humana.

Lo sufrió en sus propias carnes ayer Vladimir Ladyschenski, un ruso que aspiraba a conseguir el campeonato del mundo de sauna, pero que perdió la vida en el intento. Ladyschenski sufrió un colapso durante la prueba tras permanecer seis minutos en la cabina de la sauna a una temperatura de 110º y murió en el mismo lugar de la competición sin que el personal médico allí desplegado pudiera hacer nada por salvarle la vida.

Su máximo rival en el campeonato -celebrado en la localidad finlandesa de Heionola, a unos 140 kilómetros de la capital Helsinki- el héroe local y pentacampeón mundial Timo Kaukonen, logró sobrevivir a duras penas. Se desplomó también como su compañero, pero pudo reponerse tras ser trasladado urgentemente al hospital. Al menos, puede contarlo.

Es conocida la afición nacional de los finlandeses por la sauna, concebida casi como un lugar de encuentro, donde los ciudadanos, además de sudar y liberar toxinas, charlan sobre lo divino y lo humano. En esta edición del campeonato han participado 135 hombres y mujeres procedentes de 15 países. Hoy, la sauna está de luto. Y el campeonato, cuestionado.

Mientras la policía investiga lo sucedido, la organización del evento se apresuró a anunciar que el mundial del sudor no se volverá a celebrar nunca más.