El acto de ayer en Bilbao en el que los restos de seis milicianos y gudaris desaparecidos en la Guerra Civil pudieron volver con sus familias fue emotivo no solo para sus descendientes, sino para cualquiera que estuviera presente. Fue “un día agridulce” para Fernanda, hija de Fernando Lahera, exhumado de la fosa común de Begoña. “Es un día alegre porque mi padre por fin podrá descansar en paz junto a los suyos”, aseguró, a la vez que también afirmaba sentir tristeza porque algunos familiares no pudieron llegar a ver sus huesos ya recuperados. “Lo que no consiguió mi abuela, lo he conseguido yo”, se felicitó en todo caso, a la vez que agradecía “a todos los que lo han hecho posible”. Fernanda donó una muestra de su ADN al Instituto vasco de la Memoria Gogora para cotejarlo con los restos exhumados. Lo hizo en 2017 y el resultado ha llegado seis años después. “Tenía claro que lo encontraría. Y por fin ha llegado ese día”, abundó.

Arrancando con la txalaparta, y con Joseba Tapia entonando el Euzko Gudariak con el acordeón, el momento más emotivo del acto llegó cuando las familias subieron al estrado para recoger los restos óseos de sus allegados, junto al informe de exhumación e identificación. Antes se llevó a cabo un pequeño coloquio en el que, entre otros, tomaron parte Lander Mella, propietario del terreno de Gamiz-Fika donde se exhumaron los restos de Patxi Jaka, en 2019; y Enara Lauzirika, biznieta de Jaka. “Mi abuelo nos contaba la historia de que en los terrenos había gudaris enterrados, y guardamos esa historia largos años hasta que dimos el aviso a Aranzadi”, apuntó un Mella “encantado porque estas familias puedan cerrar una etapa”.

De igual forma, Marivi Fabo –sobrina de Martín Fabo, exhumado en Begoña–, se sintió “orgullosa” por recuperar el cuerpo de su tío, aunque a medias porque su padre no lo podrá ver. Estanislao Arrieta, sobrino nieto de José Martín Arrieta –también exhumado en Begoña–, agradeció de viva voz “a todos los que han colaborado en hacerlo posible”. Los de ayer fueron tan solo seis pasos más en la recuperación de la dignidad de los milicianos y gudaris caídos en la Guerra Civil. El camino, en todo caso, se antoja largo.