Bilbao - Hace ya tiempo que el padre Scheifler no plasma sus agudas y templadas reflexiones en DEIA, el periódico en el que ha escrito sus esperados -y devorados por muchos- artículos desde el mismo nacimiento del diario. Aunque alejado ya de la primera línea de la actualidad, mantiene plenamente despierta una mente privilegiada que le permite analizar el mundo con perspectiva. Cuidado con mimo por amigos y exalumnos, accede, a regañadientes y previo cuestionario, a esta entrevista.

Usted es memoria viva de la historia de este pueblo, desde la guerra y el exilio hasta hoy. Desde esa perspectiva, ¿cómo ve la Euskadi actual?

-Si creyera en los milagros no dudaría. Esto supuesto, y que no conocí la situación anterior a la abolición de los fueros, creo que nunca hemos estado tan cerca del ideal y de la utopía como en este Gobierno vasco, que puede aspirar y conseguir más y más competencias. Hoy disfrutamos de ventajas que ni siquiera pensábamos en el primer Aberri Eguna de 1932. Por supuesto, los nacionalistas vascos siempre hemos aspirado a la independencia política, a la Nación Vasca. Hoy y siempre. Estamos lejos, pero poco a poco vamos ganando terreno. Ha habido momentos, acontecimientos y nunca nos han faltado líderes populares bien fornidos para el fin.

¿En qué cree que puede y debe mejorar la sociedad vasca?

-En algo que puede chocar: en una actitud más positiva de lo que se hace y consigue, sin por eso olvidar la crítica presente siempre. Esta actitud positiva es siempre gasolina.

Usted conoció al lehendakari Aguirre y conoce al lehendakari Urkullu. ¿Qué diferencias y similitudes percibe, más allá de la distinta época en la que han ejercido?

-Conocer a las personas es siempre difícil. Entrevisté, visité, muchas veces en el destierro, a José Antonio Aguirre. Siempre salí más animado, porque su carisma se te pegaba como el perfume de las personas bien. Reconozco que tenía carisma, pero la realidad es tozuda y acaba imponiéndose. Era realmente simpático y de pensamiento y expresión muy claros. Era muy fácil conversar con él; aún a mí, tímido por naturaleza e ignorante total de la política. Debió de ser una de las primeras veces, si no la primera. Me presenté como “jesuita”, sabiendo que había sido él alumno de Orduña. “Entre los jesuitas -me contestó-, tengo alguno de mis mejores amigos y peores enemigos”. “Muy propio”, le respondí. “Aquí tiene un amigo”. Y se nos fue el tiempo sin sentirlo. A pesar de lo dicho, no puedo afirmar que conocí a José Antonio Aguirre, aunque le traté personalmente en ocasiones. A Urkullu creo que ni siquiera le he saludado, mano a mano. No hemos cruzado una palabra, que recuerde. Por supuesto, sigo con atención sus palabras y medidas al frente del Gobierno vasco, y estoy agradecido a su labor muy positiva, a mi juicio, pero no tengo relación alguna personal con él. No soy una persona pública.

¿En qué ha cambiado el nacionalismo vasco? ¿Cómo ve su capacidad de integración y de influencia incluso en el Estado?

-El nacionalismo vasco, en sí, no ha cambiado. Ha pasado de no ser más que un ideal para algunos o muchos, a ser de hecho un Gobierno vasco autónomo, con más o menos competencias, pero siempre aumentándolas. De 1931 o 1936 a hoy es casi como de la noche al día. Hoy tenemos unas instituciones propias que abarcan toda nuestra existencia, del nacimiento hasta la tumba. Su capacidad de integración es un hecho día a día; de un grupito de idealistas a una mayoría de la población vasca. Su influencia en el Estado depende del número de diputados nacionalistas vascos que obtenga en las elecciones. La tendencia es, por ahora, a más.

¿Cree que hemos derrotado a ETA o que sólo ha cambiado tácticamente su modo de lucha?

-Pienso que ETA ha sido derrotada una vez que la policía francesa dejó de hacer la vista gorda y tomó cartas en el asunto; ahí se acabó todo. El terrorismo está llamado al fracaso a plazo largo. Los medios policiales han mejorado mucho.

¿Cree posible alcanzar la reconciliación en la sociedad vasca?

-Posible sí. Pero es necesario que las dos partes lo quieran y pongan los medios indispensables para ello. Y eso es difícil.

¿Estamos construyendo una memoria realmente digna sobre todo lo ocurrido en este país?

-No tengo datos para contestar a esta pregunta. A bote pronto, diría que no.

¿Cómo ha visto el proceso independentista que ha tenido lugar en Catalunya? ¿Ha fracasado? ¿Han actuado bien sus líderes?

-Con mucho interés. No sé si ha fracasado, porque no sé si ha acabado. Por lo mismo, tampoco sé si han actuado bien sus líderes. Además no conozco realmente Catalunya. Soy ferviente partidario del derecho de autodeterminación de los pueblos, pero no es reconocido por el Estado español. Una cosa es manifiesta: La voluntad mayoritaria de independencia política del pueblo catalán y de la sociedad catalana. Pero habría que hacer un referéndum legítimo para que esa mayoría concreta se manifieste y, se pueda hacer valer. Creo que el fracaso está en el Estado español, que ni siquiera promueve un referéndum para conocer lo que piensa y quiere el pueblo y la sociedad del Estado. Pienso que los líderes catalanes han actuado bien. En cuanto a su conducta, deja al descubierto la falta de libertad en el Estado español.

Como miembro de la Iglesia, ¿cómo vive la creciente secularización y la progresiva pérdida de fe en la sociedad vasca?

-Vivo con pesar la progresiva pérdida de fe en la sociedad vasca y en la Europa, hasta ahora cristiana, por sí misma porque como creyente, la fe cristiana me parece un don benéfico para la persona y porque no puedo hacer nada para evitarlo. La creciente secularización es otro fenómeno muy distinto y creo que muchas veces mal entendido. La misma expresión: creciente secular?, y “progresiva? fe” parece dar a entender que la secularización es un camino hacia la pérdida de fe.

Con el Papa Francisco, la Iglesia parece haber iniciado una época de cambios. ¿Cómo lo ve?

-Puedo no estar bien informado, pero no tengo noticia de ningún cambio que se haya dado con este Papa.

¿La igualdad ha llegado o llegará a la Iglesia? ¿Cuál debe ser el papel de la mujer en su seno?

-La igualdad no ha llegado a la Iglesia. Pienso que, si desapareciera la mujer, desaparecería la Iglesia porque considero que su papel es sustancial. Y debería ser más oficial.

¿Todo lo que está ocurriendo con el fenómeno de la inmigración, con miles de muertes en el Mediterráneo, es humanamente asumible? ¿Hay una solución viable?

-Ayudar a los países en todos los aspectos: económicos, educacionales y formativos para que ningún ciudadano tenga que emigrar.

A sus 99 años, ¿qué le gustaría aún ver en lo personal, en la Iglesia y en el pueblo vasco?

-Más conciencia de la transcendencia y, por tanto de la fe. Y para el Pueblo Vasco la independencia, con buena relación con todos los demás países en todos los aspectos.