Vivencias de la Guerra Civil: “Somos los vencidos pero aquí estamos”
UNA ‘NIÑA DE LA GUERRA’, UN MILICIANO Y UN SUPERVIVIENTE DEL BOMBARDEO DE OTXANDIO RELATAN A DEIA SUS VIVENCIAS
EN julio de este año se cumplen 80 años del alzamiento militar que desembocó en la Guerra Civil y, posteriormente, en casi 40 años de férrea dictadura. A pesar de todo el tiempo pasado, las vivencias de la guerra y la posguerra perduran con gran claridad en la memoria de las 18 víctimas presentes en el acto de recuerdo celebrado en Donostia. Quienes resistieron durante décadas la represión del franquismo y vivieron con el estigma de ser “los vencidos” llevan tiempo alzando la voz para exigir un reconocimiento y que no caiga en el olvido el daño causado. Ayer, se mostraban “felices” tras un homenaje tardío pero necesario.
Apilados en coches Lore Albizu Irigoien, de 85 años, cuenta que tuvo que escapar con su madre y sus hermanos de Zumaia, su pueblo natal, con tan solo cinco años, “por ser nacionalistas”. Lore relata como viajaron hasta Bizkaia apilados en coches y “mareados”, y se encontraron con la línea de fuego en los alrededores de Lekeitio, donde los militares del bando nacional las insultaron. “Nos llamaron perras”, recuerda con rabia. Tras pasar por Bilbao encontraron asilo en Mundaka, donde vio por última vez a su tío, que marchó al frente con un batallón de gudaris. “Lo recuerdo subido a un camión, con una ikurriña y cantando el Eusko Gudariak. No lo volvimos a ver, murió en Urkiola”.
Lore Albizu y su familia vivieron un auténtico periplo para ponerse a salvo de la guerra. Fueron hasta Santander y de allí hasta Ribadesella, donde finalmente consiguieron embarcar rumbo a Burdeos. En Francia permanecieron internados en un castillo habilitado para los mutilados de la Primera Guerra Mundial. Al de un año lograron regresar a Zumaia, ya en zona bajo control franquista. Mientras tanto, el padre de Lore, gudari en un batallón en Bizkaia, fue apresado y condenado.
Alistado con 19 años Luis Ortiz Alfau, de 99 años, se alistó en un batallón republicano en Bilbao con solo 19. “Al poco nos mandaron al frente de Álava y después estuvimos más de 60 días en los combates de Intxorta”. Luis recuerda la poca preparación de las tropas. “No había militares, los batallones los mandaban ingenieros, abogados o maestros de escuela”. En la retirada hacia el oeste llegó hasta Asturias, donde “hubo muchas bajas”. Luis sobrevivió de milagro, “me tiré a un pesquero con tres costillas rotas”, y logró llegar hasta Barcelona. Tras combatir en el frente de Huesca, se exilió a Francia, donde permaneció en un campo de concentración financiado por el Gobierno vasco.
Luis Ortiz es un obstinado defensor de la memoria histórica y ha colaborado en las investigaciones de la jueza argentina Servini. “Le mandé un paquete y quiere que declare, pero parece que España no quiere sacar a relucir las historias del franquismo”. Lamenta que “en Madrid no quieren que se sepa nada” y defiende que “el Gobierno vasco se ha anticipado al español” en el reconocimiento a las víctimas de la dictadura. “Durante muchos años hemos tenido que estar callados pero ahora nos soltamos el pelo”, celebra Luis, que dice sentirse “muy contento” con homenajes como el de ayer.
Huida al monte Jon Lasuen Goikolea sobrevivió al bombardeo de Otxandio el 22 de julio de 1936, en el que murieron más de 50 personas, entre ellas su padre, dos hermanos y dos primos. “Tenía 12 o 13 años y estaba de vacaciones cuando se produjo el alzamiento. Primero vinieron los milicianos y después los soldados”, recuerda. Tras la batalla de Legutiano, “se dividieron Araba y Bizkaia” y el frente quedó en Otxandio. “El día del bombardeo me libré porque me mandaron a comprar el periódico, luego huí al monte”, relata Jon, que posteriormente se refugió en Bilbao con los supervivientes de su familia. Jon Lasuen quiere que se mantenga viva la memoria de lo ocurrido en la Guerra Civil, “que se sepa lo que ha pasado”. “Somos los vencidos pero aquí estamos”, sentencia.
Además de Lore Albizu, Luis Ortiz y Jon Lasuen, otras 15 víctimas de la guerra y el franquismo ofrecieron ayer sus testimonios. Entre ellos, Gerardo Bujanda, uno de los últimos gudaris con vida; Andoni Velasco, niño de la guerra que aún recuerda las sacas de presos de la cárcel de Larrinaga; Isabel Alustiza, hija del alcalde de Aia fusilado por los franquistas; o Juan de los Toyos, sobrino de uno de los consejeros del primer Gobierno vasco.
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